domingo, 30 de diciembre de 2007

¿Quién manipula a quién?

Que nadie piense que, por haber dejado la religión, despido odio hacia todos aquellos que la profesan. Pero hay gente que ni vive ni deja vivir.

Como ya cité, dijo el Papa - con mayúsculas lo escribo para que las personas que mantengan la creencia de que este señor es Dios en la Tierra no se sientan ofendidas - hace unas semanas que los ateos eran la peste del mundo, los causantes de un conflicto tan importante como la Segunda Guerra Mundial. Esto, procedente de una institución religiosa que, según sus seguidores, se caracteriza por el respeto a todos los seres humanos que pueblan la Tierra, y el amor a todos y cada uno de ellos. Ese día, parece ser, que el respeto por Marx y sus seguidores; y por los ateos del mundo, por aquellos que creyeron en una religión y salieron desengañados de la misma como alma que lleva el diablo - expresión muy propia para el tema que se trata, - brilló, en definitivas cuentas, por su ausencia. Al parecer, hay que tragar lo que dice la Iglesia. Mantienen posturas que parecen querer a toda la humanidad sometida, arrodillada ante una escayola. O lo que es peor, ante otro ser humano.

Y es que, para mí, el Papa no es más que otro ser humano, marcado por una ideología concreta, tan válida o despreciable como pueda serlo el Marxismo - con mayúsculas, con respeto para el que lo valore - o como cualquier otra. Una ideología que se basa, como cito, en el respeto a los demás y en el amor de Dios a todos sus hijos. Un Dios al que ponen como misericordioso... pero si tan misericordioso es, ¿cómo se explica que exista el infierno? Acaso porque Dios no es capaz de salvar a los malvados (que desgraciadamente sí que existen), de convencerles, de llevarlos a su terreno. En ese caso, ¿por qué dicen que es totipotente? La teoría se hace añicos por todos lados. Por todos: si consideramos que, más allá de la muerte, si hay algo, no puede haber dolor físico ya que el cuerpo se queda, el sistema nervioso se queda, los receptores sensitivos se quedan (polvo eres...). Si consideramos la gran cantidad de pruebas de que el ser humano desciende del primate, y el primate y todos los animales lo hacen de las primeras y unicelulares formas de vida que allá algún día poblaran la Tierra después de producirse todas las condiciones necesarias para ello (basta con interesarse, abrir la mente y comprarse libros al respecto); y la completa falta de existencia de pruebas que apunten a que procedemos todos de un hombre y de una mujer llamados Adán y Eva, que llegaron al mundo después de que los árboles, los ríos, los mares, la Tierra, todo, apareciera por arte de magia. Quizás sea porque todo ello es un cuento. Es como si, sin pruebas aparentes, tuvieramos que empezar a creer en Santa Abuelita de Caperucita Roja, que devorada fue por un lobo en la Edad Moderna cuando dormía en su casa del bosque. O como si dieramos por supuesta la existencia de unas judías mágicas por las que, también en la época del apogeo del mundo del cuento, subió Juan a un castillo celestial en busca de la gallina de los huevos de oro. Todo así porque sí. ¿O me puede decir alguien, con total demostrabilidad, la diferencia existente entre Caperucita Roja, Juan y las judías mágicas y La Biblia? Libros escritos en diferentes épocas de la Historia... Todos basados en el mundo real, pero, a fin de cuentas, de ficción.

Dejemos este tema, que da para mucho, para más entradas del futuro. Conste en acta, antes de decir nada, que no pretendo faltar al respeto a nadie que crea en la Biblia. Los entiendo, porque fui uno. Los comprendo. Repito, como dije en la entrada ya linkeada atrás, que creo que la religión es fruto del miedo a la vida y la muerte. Y nunca me reiría de nadie que tiene miedo: porque lo he tenido yo, y porque lo tengo. Pero dejemos el tema para otros posts, que la actualidad manda hoy:

elpais.com
ROUCO DICE QUE LA LEY DE ESPAÑA VA POR DETRÁS DE LOS DERECHOS HUMANOS
cifra de asistentes según este diario: 152.000

elmundo.es
MULTITUDINARIO ACTO EN MADRID EN DEFENSA DE LA FAMILIA CRISTIANA
cifra de asistentes según este diario: 1.500.000

Dejando a un lado el bailoteo de cifras de asistentes según cada medio (¿Cuántas personas caben en un metro cuadrado? Parece ser que la respuesta depende de si en el metro cuadrado hay fachas o progres, y depende de si el que ve es facha o proge) y la evidente manipulación a la que nos someten los medios de comunicación, en su mayoría politizados u orientados según los vientos que mejor soplen, tengo que decir que estos actos me parecen repugnantes. Tanto si se manifiesta esta gente que ha llenado Colón hoy - muchos de ellos cargados de odio sin dueño, simplemente odio - como si lo hacen los homosexuales el día del orgullo gay - cargados muchos de ellos de odio sin dueño, simplemente odio - o los abortistas. No acabamos de darnos cuenta de que tenemos que crear una sociedad en la que cada uno viva como quiera, pero en la que deje vivir. En la que no hay que salir en defensa de nada, ya que la defensa de las cosas no depende de una manifa, sino de uno mismo. Un padre de familia hubiera hecho mejor día para mi si se hubiera quedado en casa cuidando de su hijo y dedicándoles tiempo en estas fechas tan señaladas, en lugar de irse a vociferar insultos contra el gobierno vigente, y por ello contra la democracia. Un homosexual haría mejor día del orgullo gay estando con su pareja en alguna cafetería, demostrándole el amor que siente por el, que en lugar de estar en una cabalgata bastante llamativa (por no decir hortera y de mal gusto y llena de desenfreno, alcohol, y otras irresponsabilidades varias) para demostrar, aunque sea una vez al año, que está orgulloso de ser lo que es (como si no se pudiera demostrar esto día tras día y sin menos atavíos). Esto se ha convertido en un horrible todos contra todos que llena las televisiones y las cabezas de la gente. Seguimos llenos de odio. Y no nos damos cuenta que, cuanto más pasemos de los demás, mejor calidad de vida ganaremos. Si uno es uno mismo todo el año, y es feliz con ello, ¿por qué narices tiene que demostrarlo? ¿Se es más feliz demostrándolo? Mi respuesta es que esto acarrea sólo odio: hoy, de los homosexuales, abortistas y divorciados hacia los católicos, ultrafachas y demás que hubiera allí concentrados. Y a la viceversa en el orgullo gay (no pretendo ofender a los homosexuales que asistan a esta ceremonia anual, pero es que no hay celebraciones tan señaladas de abortistas, divorciados u otros grupos atacados hoy en Colón). Y mientras no nos demos cuenta de ello, seguiremos allanando el terreno a una nueva guerra civil que, de no ser por la televisión, la revista ¡Hola!, el Gran Marrano y ''Se lo que hicisteis'', el Madrid-Barça, la navidad y otros divertimentos propios de la Sociedad del Bienestar y el Consumo, ya se habría desatado (Hoy la gente no está por la labor de salir a dar tiros al vecino, gracias doy efusivamente).

Pero hoy le toca a Rouco. Mis críticas, estimado cura, o arzobispo, o lo que quiera usted ser, van para vuestra merced (ni en pintura se imagine que le trataría así si le tuviera delante). Caballero, ¿Cómo se le ocurre decir que un país donde existe una tasa de libertad tan grande está por detrás de los Derechos Humanos? ¿De donde saca el valor, la osadía, para decir que un lugar como este, convulso y removido por los nacionalismos y el terrorismo, muy variado y pintoresco en cuanto a culturas, pero en el que una niña violada que haya tenido la mala suerte de que el gameto sexual violante haya alcanzado en pleno apogeo uno suyo puede pasar página - o intentarlo - mediante una operación en la que dicho montón de células (por que dudo que sea otra cosa) sea evacuado antes de devenir ser humano? ¿Como puede hablar así de un sitio donde una persona puede demostrar su amor libre y tranquilamente a otra, fijándose más en su alma, en su ser, que en el sexo que lleve escondido en los pantalones, sin riesgo de que venga un encapuchado y le llene de plomo? (otro día hablaremos de mi teoría acerca de que el verdadero amor no está en el sexo [género] de la persona, sino en el alma; y también acerca de otra teoría en la que pienso que el alma no es algo con lo que se nazca, sino que se construye). ¿Cómo puede, señor Rouco-Varela, afirmar que aquí no se cumplen los postulados de la Carta Internacional, si una mujer puede separarse de su marido, que le pega y la maltrata - o viceversa - con facilidades y, con suerte, con final feliz? Y una última pregunta, que dudo que si leyese contestara, ¿Cómo habla usted de manipulación al referirse a una asignatura que muestra la realidad de la sociedad de nuestros días tal y como es, con sus pluses y sus menos, con su multiplicidad y variedad de condiciones sexuales, culturas, religiones y pensamientos; cuando vuesa merced es partidario de imponer a todos los niños, desde su entrada en la escuela pública, que pagan contribuyentes ateos y religiosos, una asignatura en la que se nieguen todas y cada una de las realidades que se salgan del contexto cristiano, ficcional al fin de las cuentas?

Y así sucesivamente. Mis preguntas van para el señor cura, y para usted, amigo lector, sin la más mínima acritud - no hay más ánimo que el de mostrar con total claridad los entresijos de mi entendimiento, aunque parezca que todas las aclaraciones que he citado dentro de los interrogantes, haciendo la pregunta más larga que quizá haya leido, sean para machacar al destinatario. Respóndalas en la sección de comentarios si lo desea y si se ve capaz (yo no me vería). Sea usted católico, ultracatólico, facha, progre, abortista, homosexual, divorciado, o, como en mi caso, una partícula más del universo. Si puede, respóndalas.

Yo, sinceramente, creo que todos merecen un respeto, y que hoy tienen razones para sentirse ofendidos tanto la niña violada (como la persona que no se sienta preparada para tener al hijo y, como dije, antes de que la amalgama de células - ya sea mórula o gástrula - devenga ser humano), como el homosexual que al leer esto tenga, quizás, cerca a su amor verdadero; y la mujer maltratada que rompió sus lazos con el marido. Otros días será al revés, pero hoy es así. Y mientras nos sigamos haciendo daño unos a otros, la cosa irá mal.

Y hablaremos de crispación, claro está.

viernes, 28 de diciembre de 2007

Gente desagradable

Hoy la broma nos la gastó el perro.

Gente desagradable la hay por todos lados. Unos lo son porque han tenido un mal día, lo cual significa que lo son temporalmente. Otros parecen tener malos días los 365 días del año, y tienen cara de pitbull siempre. Y si hay una cosa en este mundo nuestro, punto insignificante pero intenso del universo, que no soporto es la gente maleducada, y más cuando se dedica a insultar y hacer daño a los demás. Cuando se intuye a distancia que tienen el corazón negro. De estas, como digo, muchas. Y algún día que otro más hablaremos de ellos. Llamémoslos gentuza, para abreviar.

Todo el mundo aquí tiene la mala costumbre de, cuando salimos a pasear por el campo, soltar al perro para que disfrute - la vida de perros ya no es lo que era, amigos. Según la ley, mi perra, que ni siquiera sé de que raza es, ni me interesa, no es potencialmente peligrosa, según la ley que el ex-presidente Aznar publicó en el 99. Aunque no estaba completamente seguro de ello, hubiera jurado que podía pasear libre por el campo, aunque sea por lo que aquí en mi tierra llamamos callejas, sin correa. Quizás me equivoque, y en ese caso - preguntaré a los municipales después de lo acontecido hoy - no creo que volvamos a repetir hazaña. Pero, ante una persona educada, soy plenamente capaz de reconocer un error, de admitir que algo está mal hecho, aunque a simple vista sea inocuo, por el simple supuesto de que esté escrito en un papel al cual el ser humano se subordina (necesariamente), y que llamamos ley. Pero cuando tienes que rectificar ante un borde maleducado, que lo que busca es humillarte, dejando caer el peso de su prepotencia sobre tí, la cosa cambia. Es más difícil, aunque a veces hay que hacer de tripas corazón.

Me aburría esta tarde. No tenía mucho que hacer después de una de esas comidas de navidad con la familia. Llevaba toda la mañana estudiando la química descriptiva de los metales, y tenía la cabeza llena de datos (¿Sabían que la única utilidad aparente del elemento estroncio es la de formar parte de cohetes y bengalas, que al arder son de color rojo? ¿Y que cuando salen llamitas de color amarillo anaranjado de los quemadores de cocinar que funcionan con butano, es porque se nos ha caido sal? ¿Quién nos diría que el bicarbonato sódico es mal antiácido no por falta de eficacia, sino por que genera gases; y que por ello es preferible utilizar hidróxido de magnesio?). Por ello no dudé en apuntarme al plan que mi tía y mi madre prepararon: ir a dar un paseo por las admirables callejas de mi pueblo, esos rincones secretos, naturales, salvajes y paradójicos que puede usted encontrar por cualquier punto de Extremadura: cada una con una historia, con un pasado, un presente y un futuro. Llevamos, como siempre, a la perra. Necesita que la saquen de casa de cuando en cuando, aunque ella oponga resistencia a separarse del radiador a la hora del paseo. Andamos cuatro kilómetros por carretera, disfrutando del olor primaveral (enigmático, teniendo en cuenta que estamos en invierno - ¿cambio climático?) de las jaras en apogeo; y llegamos a un saliente de la vía pública que derivaba en una de estas callejas rurales por las que no pasan coches durante horas. Esas en las que te sientes libre por dos horas.

Mi madre y mi tía hablaban del embarazo de esta última. De sueños, de ilusiones, de cambios que vienen. El sol, otro punto del universo (la física gravitatoria newtoniana considera a todos los planetas y al sol, y por extensión a todos los cuerpos celestes, como partículas, despreciando su radio, como si toda la masa estuviera concentrada en un punto, a la hora de calcular los valores de atracción gravitatoria entre dos cuerpos), brillaba sobre la fresca hierba, iluminando el camino a los animales que a izquierda y derecha podían verse. Y a nosotros, animales también. Todo apuntaba a que esta iba a ser una tarde feliz. Y lo fue, a pesar de todo. Pero llegados a un punto, el perro nos gastó la inocentada del año: Se saltó un vallado de piedra (de altura mínima) que vedaba una finca privada, y fue a jugar - si, a jugar. No hace otra cosa, no muerde, y no lo digo por quedar bien - con un grupo de ovejas. ¡ERROR! Digo error porque no creo que a las ovejas les haga mucha gracia que un perro que no conocen las haga correr de lado a lado de una finca. Y menos al dueño. Como es evidente, y como hubiera hecho yo, reprendió el comportamiento del chucho - este concepto anticipa la elegancia y distinción con la que el señor nos trató. Sí, señores. El dueño estaba cerca. Escondido y lejos, no dió la cara ni fue a ayudar a mi pobre madre, que se descompuso llamando al perro sin que esta, emocionada y siguiendo su instinto, hiciera el más mínimo caso. Hasta que oyó esa voz tercera y percherona que salió de quién sabe dónde:

- Me cagüen'el puto chucho de los cojones... ¡¡SACA A LA PUTA PERRA DE AQUÍ, JODER!! - dijo el señor.

No se molestó en ayudar. No se molestó en tener un poco de educación, en advertirnos educadamente que no debíamos soltar al perro, al menos cerca de sus lides. No nos dió oportunidad a pedirle disculpas frente a frente. Sólo gritó. Con voz de asco, de hastío por la vida, de estar hasta los huevos de cualquier contacto con seres humanos. Una voz le pregunta de cerca, mientras mi madre se desgañitaba llamando al chucho:

- ¿Y quién coño es? - dijo la débil voz, suave.
- Tres tontas de'sas que no tienen nada que hacer - volvió a gritar, con el mismo tono desdeñoso, prepotente y asqueroso.

Dos cosas a percibir aquí: me cambió el sexo de inmediato, y nos insultó. Ah sí, y por eso de que no teníamos nada que hacer, pareció querer mostrar dotes de adivino - en paro diría yo. Me quedo con el que hecho de que nos puso de vuelta y media en cuestión de segundos. Se puso por encima nuestra. No sería la única vez que lo haría. Mi madre, educada ella, le pidió amablemente que nos acercara al chucho, - se puso de su lado para calmar al caballero - y disculpas de antemano.

- No le digas eso, que este la mata - le dije yo, y no porque adivine el futuro, si no porque las cosas no estaban para menos.

- Al perro te lo va a acercar tu madre. ¡¡LO QUE LE VOY A DAR UN PALO A ELLA Y OTRO A VOSOTRAS QUE VAIS A SABERLO!! - Amenazó el señor desde lejos.

A todo esto, el perro no era capaz de salir de la finca. No encontraba la salida. La perra intuía que estaba en evidente peligro: una voz desconocida gritaba enfadada desde atrás, mi madre no dejaba de llamarla y yo echaba mi discurso catastrofista al lado (Este perro algún día nos mata a disgustos). Lo echaba hasta que amenazó con pegar a mi madre. Eso si, desde lejos, sin dar la cara. Me calentó.

- ¡A ver si pone usted... - (que educado yo) - ...una valla más segura, que algún día se cae un niño y verá!

- La valla te la metes tu por el coño - espetó.

Segundo cambio de sexo. Claro, como sólo escuchaba a mi tia y a mi madre hablar cuando llegamos a este área (yo cuando voy al campo me pongo a mirar a todos lados, a disfrutar de la vista, y no tengo tiempo para hablar si el tema no lo merece) se pensaba que quienes paseaban eran mujeres (típico a esas horas de la tarde en día laboral en un pueblo de Extremadura). A estas que el perro hace un brutal esfuerzo, proporcional al grado de tensión que tomó el asunto tras los gritos de este personaje oculto, y consigue salir de la finca, saltando aquella flácida e insegura pared. Cuando ya tuve al perro a buen resguardo - y atado de nuevo - continúo la conversación con la nada:

- Oiga, que le he tratado con respeto, ¡SINVERGUENZA!

Evidentemente, hablaba en pasado. En ese segundo dejé de tratarle con respeto, ya que el suyo brilló desde el principio por su ausencia. Y es de lo que me arrepiento: de haber caído al nivel de este antipático personaje. De este soberano prepotente. Me encendí. Creo que mi madre y mi tía gritaron al unísono ¡maleducado! o cosa así. Yo creo que grité cosas peores. Y ahora me alegro de no haber llegado al tradicional hijo de puta que sueltas en estas circunstancias. Creo que entonces supo que la comitiva contaba con presencia varonil. Si hasta ese segundo no se le veía, más adelante no se le oyó. Calló como un cobarde. No añadió más a la conversación.

Nos alejamos del malogrado sitio, de aquella preciosa hectárea de Extremadura que había caído en unas manos innobles, sinverguenzas e irrespetuosas. En manos manchadas de odio, en manos de un integral amargado. Yo seguía gritando. Creo que solté un par de gilipollas, un ¿qué te has creído, tío?, y cosas por el estilo. Esta noche voy a dormir como un bebé, créanme. No suelo encenderme, y de hecho, en mis 18,4 años terrestres de existencia, no recuerdo haberme cabreado tanto con nadie en mi vida. Y mira que me han faltado al respeto veces. Pero parece que duele más cuando se lo faltan a tu madre, a tu tía, o a cualquier familiar o amigo al que quieras, que cuando te lo faltan a ti mismo.

Si no me equivoco, en caso de que me hubiera dado por denunciar al señor por tener una valla demasiado baja teniendo en cuenta que, inmediatamente tras ella, había una depresión del terreno de algunos metros, habría salido perdiendo. Los perros no pueden pasear sueltos ni siquiera por el campo, ni siquiera por callejas en las que no pasa ánima alguna en horas. O al menos eso creo. Lo preguntaré a los municipales, como digo, y si es así compraremos una correa extensible, y a controlar al animal (al perro, digo; no al señor). Reconozco el error públicamente, ante ustedes. Total, ya ves, recuerdo que no somos nadie, que somos insignificantes: una persona no es nada comparada con cualquier galaxia, aunque nos pese. Y un error de una persona ya no es ni eso. Pero claro, en nuestra partícula llamada Tierra, algo importa, y por eso se pide perdón. Lo que critico fuertemente hoy aquí - aparte de esta ley estúpida, que en ciertas callejas y zonas debería estar regulada, al menos para perros que no sean potencialmente peligrosos y que no puedan asustar ni al mas cagón y mimoso de los niños, o que se habiliten zonas especiales campestres de paseo para gente que disfrute de la grata, amable y noble compañía de estos animales (me refiero a los perros, no a los niños) - es la mala educación de la gente. No saben el daño que hacen. Los sentimientos que pueden desatar en la persona aludida. No se imaginan ustedes lo que he sentido yo, la rabia contenida (hasta cierto segundo) cuando nos amenazó con atizarnos con un palo. Cuando amenazan no solo a tu chucho, sino a tu familia. Y con los locos que andan sueltos, mejor no pasar por aquel lugar en un tiempo, si no queremos que el perro reciba un disparo. O quien sabe, quizás nosotros. Critico que exista gente desagradable. No diría que deban morir, que deban de dejar de ser partículas nulas, como yo: sino que cambien, y que antes de actuar, de hablar, piensen. Y que actúen con respeto, si quieren respeto.

Desgraciadamente, el mundo está lleno de esas personas que son capaces de joderte una tarde en un verbo. O al menos de intentarlo. Prometo contenerme para la próxima, no caer a su triste nivel. Les invito a ignorar a este tipo de gente. Si les ocurre algo semejante, pidan disculpas, como hicimos nosotros, e inmediatamente después ignoren. No se enciendan, no merece, se lo digo yo. Ignoren a esta gente, ignorenlá, en serio. Son el cepo que impide que haya felicidad en este mundo. Son terroristas, asesinos, violadores, corruptos, dominantes, partículas desviadas del comportamiento ideal, como la mayoría de los gases respecto a la Ley de Raoult. Y no hace falta exagerar tanto. Esos frenos que impiden a este mundo llegar a la perfección, a la plenitud, al bien, están a la vuelta de la esquina. Escondidos, quizá, detrás de una encina, en la bella y recóndita tierra en la que estoy plenamente orgulloso de nacer, y en la que, por suerte, no todos son como este ser. Ser que parece esperar a que le ocurra algo para faltar al respeto, para desahogarse, para disparar.

Para hacer daño.

martes, 25 de diciembre de 2007

Desdibujada navidad



Ante todo, lector, le deseo felices fiestas.

Estamos a punto de salir del día de Navidad. Con mayúsculas, por respeto a quienes creen fervientemente en la raíz de esta fiesta. Un día para recordar, seguro, para muchos de ustedes: reencuentros familiares; comidas de esas que, dicen los viejos, llenan las sepulturas; alcohol a chorros para los más alegres... Pero, una vez más, conviene detenerse a reflexionar sobre este día en concreto del año. Sobre el comportamiento del ser humano tipo ante la llegada de esta fecha. Ante su significado real, y ante el hecho de que, para muchos, este es ignorado.

Y es que, amigos, desde niños nos educan para que nos guste la Navidad. Está todo maquinado, por inercia, pero maquinado: tus primos vienen de fuera cuando es Navidad, y como por estas fechas tienes vacaciones - como para no adorarlas - tienes todo el rato para jugar con ellos. El verbo jugar se conjuga estos días con la palabra juguetes. Y si a ello sumamos el hecho de que las cosas, así en general, estos días son diferentes - y más luminosas, brillantes, coloridas, espectaculares y, a veces, horteras, - lo que despierta enormemente la curiosidad del niño tipo, el gusto por la Navidad está más que asegurado... hasta que creces. Para la mayoría de la gente la Navidad pierde el sentido cuando los Reyes Magos - en mayúsculas también, como forma de respeto hacia un libro que muchos adoran - dejan de ser tal para convertirse en esos padres a los que tienes mas vistos que a Belén Esteban en el programa de Amarosa. Dejan de ser Navidades cuando pierdes a la abuela, o al tío de turno, y ''se suspende'' la celebración - y gracias que no sea por tus padres o algún hermano. Y, cuando pasan algunas navidades más, miras atrás y sientes algo parecido a lo que siente un niño que, con su pavo magistral, se masturba por primera vez - quizá sin saber lo que hace. ¿Qué sucedió? ¿Dónde está mi inocencia? te preguntas cuando pasan estas cosas. ¿Por qué ya no lo disfruto tanto? ¡Si la Navidad sigue siendo la misma: mismo rollo, diferente año..!

La respuesta es obvia. La navidad es, para todos - o para la mayoría - tiempo de regalos y reuniones. Tienen gracia cuando te crees que un tío que debería pasarse por el NaturHouse va a meterse en tu casa para dejarte debajo del arbol lo que le pediste. Tiene gracia cuando ves a los mayores comerse doce bolas verdes a la vez, imaginándote que se trata de una especie de rito zulú o mesiánico que no entiendes, pero que te emociona. Cuando descubres las tripas de la Navidad, y cuando comienza a repetirse, muchos le cogen manía - bien sabido es por todos que Enero es mes de depresiones: frío, despedidas, vuelta al trabajo, nostalgia... y bolsillo pelado.

Sinceramente, además de considerar la fiesta presente como época de reuniones y regalos - motivos más que suficientes para cogerles gusto, he de confesarles que, de pequeño, para mí la Navidad significaba ver llegar a Cristo. Claro, cuando vez que este señor nace diez veces por década, y te das cuenta que la Iglesia - con mayúsculas, para los que crean en ella - no es lo que tu pensabas, sino que es una empresa como otra cualquiera a la que - y siempre según mi modesta opinión - le gusta mover dinero... y mover algunos hilos sociales que no le corresponde ni tocar; pues la cosa cambia, y estas fiestas te saben a poco. A mierda en algunas ocasiones. A veces me paro a pensar: toda la gente comprando regalos... toda la gente de reuniones en nochebuena... toda la gente borracha hasta la protuberancia troncoencefálica en el cotillón de nochevieja... Y nadie se acuerda de que estas fiestas están basadas en el nacimiento de un señor que, al parecer, nació de noche (algunos dicen que por marzo, y no por los saturnales de diciembre), y murió de día clavado en una cruz (barbaridades del ser humano) para ¿salvar? (nunca entendí este concepto, ni creo que lo entienda jamás; pero si el hombre murió pensando que nos salvaba, fuera verdad o mentira, es admirable) a la humanidad. Y es que, señores, Papa Noel (y Cocacola) y los Reyes Magos le han dado una buena patada en el trasero al niño Jesús (por muy drástico que suene, así es). Y para comprobarlo, más vale un test que nada: pregúntele a un niño que qué es lo que más le gusta de la Navidad. O salga a dar un paseo por las calles. En el primero de los casos, si no le responden ''Los maicromachíns que me traerán el día 6'' o algo por el estilo, raro va a ser. En el segundo, si no ve papas noeles y reyes magos colgados por todas las esquinas, vaya al oculista, que quizás necesite revisión. Y el verdadero protagonista de esta historia queda relegado a la Iglesia. Queda relegado a que, el día 25, salga ese señor que dice que es Dios en la tierra, un tal Benedicto, junte las manos y haga con ellas gesto de partir verduras sobre una tabla de picar. Gesto que me parece como amenazante, como diciendo ''Ya estoy aquí, para meterme en la vida de todos'', pero de esto ya hablaremos cuando se tercie. Y, en resumidas cuentas, así se desdibuja la navidad.

Quiero aclarar, antes de despedirme de ustedes, que no soy creyente. Soy católico, pero por que a mis padres les dió por seguir la moda de bautizar a los niños sin preguntarles que si querían. Me llevaron a la iglesia, me rociaron con agua del grifo - muy fría - para que llorara un poquito, y me apuntaron en una lista de la que tiran de cuando en cuando para meterse con el gobierno, los abortistas, los homosexuales, los contribuyentes y con la madre que nos parió a todos (''el noventa y tantos por ciento de los españoles son católicos, ¡TENEMOS PODER!'', dicen para asustar de cuando en cuando al personal, tapando la evidente realidad de que, según mi opinión, la religión está entrando en fase de decadencia, al menos en occidente). Soy de los que consideran que la religión es fruto del miedo del hombre a aquello que no puede responder (¿Quién soy? ¿Dónde voy? ¿Qué hay después de que estire la pata?) y de los que, y siempre según Benedicto XVI, fuimos los causantes de la IIª Guerra Mundial (los ateos). Y quizás ni eso. Me definiría como agnóstico: hay algo, creo yo, pero dudo que lo podamos conocer jamás. Y dudo que se presente aquí, en este punto entre infinitos del universo, en forma de ser humano. Pero, no se ofendan si son católicos, desde el más desairado hasta el más férreo creyente: les respeto a todos. Yo también he tenido miedo en esta vida. Y lo tengo, pero intento superarlo por mi mismo, y no rezando. Creanme, no sirve para nada, o al menos eso es lo que compruebo por experiencia - recuerden que estudio una carrerita de ciencias que dicen por ahí no tiene salida, y en esa carrerita me fuerzan a hablar de hechos demostrados. Mi recomendación: vivan la vida, hagan lo que quieran en ella, que solo hay una. Algún día les contaré mi visión del bien y del mal como ausencia o presencia de daño a los demás o hacia sí mismo. Pero por esta noche, basta con desearles, de nuevo, buenas cenas, buenos cavas, buenas uvas, ¿buenas borracheras?, buenos regalos... y, si puede ser, si sobra un minuto: buena reflexión sobre lo que nos rodea.

Buenas noches.

Un insignificante punto del universo.

domingo, 23 de diciembre de 2007

Cero

Este es el resultado de dividir uno entre infinito, si se omite la indeterminación a la que nos someterían las matemáticas en principio. Y es que si nos ponemos a relativizar, eso es lo que somos. Un chiste del universo, que es contado para perderse en el tiempo después de que alguien se haya echado unas risas (o no) a nuestra cuenta. Si ya somos un simple punto difuso en el planeta que, día tras día, con la energía eléctrica que estoy usando para dejar esta entrada - y usted para leerla (como no sé a quien me dirijo, y aunque este blog vaya orientado para personas con edades comprendidas entre el delicioso y engorroso pavo hasta la mayor de las edades, les trataré de ustedes) - nos estamos cargando; ¿qué somos para el universo? Un punto entre infinitos: nada.

Y qué graves nos parecen nuestros problemas, ¿verdad? Seguro que, vistos desde la constelación de Orión, poco menos que nada. Pero si no nos vamos a años luz de distancia, y plantamos nuestro pensamiento en algún punto al azar del mapa de África - tópico típico - seguro que nuestros problemas se vuelven a ver infinitesimales. Mientras nos quejamos unos de no poder comprar esto, otros de no poder salir de fiesta porque tienen que estudiar, y los de más allá de qué se van a poner para esa reunión en la que quedar mal sería ¿una catástrofe?, en ese punto del mapa que dije antes alguien está muriendo. O de hambre, o de asesinato, o de asco hacia esta sociedad antinatural que estamos creando en occidente y que cada vez les hace más daño. ¿Y de qué nos sirve ver calamidades en el telediario? Si luego empieza Gran Hermano (nueve ya, manda huevos) y nos olvidamos de todo... Si es que mientras en Hamelin se toque la flauta, los ratones estaremos meneando la cabeza de lado a lado como embobados, sin saber por dónde nos vienen los guantazos...

Retomando la conversación donde la perdí cuando empecé a hablar de Gran Marrano, o como lo llamo yo, el folladero padre, quería decir que no somos nada. Esta opinión es papel mojado. Como todas las que deje. Pero es mi opinión sincera y quiero compartirla con ustedes. Con jóvenes y con no tan jóvenes. ¡¡Cuantísimo me gustaría hacer algún amigo por aquí!! ¿Sería posible encontrar a alguien que a los 18 años, los que tengo, piense como yo? Cada vez lo veo más improbable. El flautista de Hamelin es muy fuerte y puede con todos, conmigo también. A veces ni yo me conozco, a veces yo caigo bajo el embrujo de esa dulce melodía, que bien puede tomar la forma de una atractiva videoconsola o de un anuncio de perfúmenes que, después de verlo, te dan ganas de espachurrar algo de cristal en el suelo, pero que a fin de cuentas emboba. ¿Los políticos? ¿La iglesia? ¿Las religiones, generalizando? ¿Quién o quienes quieren tenernos en la luna de Valencia? Ya llegarán las quejas con cada una de mis opiniones. Les aseguro que más de una levantará polémica. Pero no lo hago con mala intención: es lo que sinceramente pienso, e intentaré expresarlo desde el respeto a los demás y de forma objetiva. Por supuesto, se admiten réplicas y reflexiones particulares de otras partículas. Entre todos pasaremos un buen rato. Me apasionan las discusiones, siempre que sean amistosas.

Hasta luego partículas!!

Una partícula llamada Dani.