martes, 25 de marzo de 2008

Ética

Hoy comentaré algo sobre eso que he dicho muchas veces, que parece una soberana tontería, de que el bien y el mal dependen de muchas cosas. En los pocos ratos que la botánica o sus hermanastras de carrera me dejan pensan - aquellos en los que no estoy con las buenas gentes que me rodean, que por suerte no son pocas - a veces pienso en las cosas que nos rodean (¡Anda! para el que se ría de esto, a veces me gusta malgastar el tiempo en pensar). La última vez que me dio por reflexionar sobre aquello de lo que hoy hablo es cuando ese grupito de personas que se arropan bajo las siglas E.T.A. asesinó a un tal Isaías Carrasco en el País Vasco. Mientras que todos - incluido yo - se lamentaban por la muerte de una persona normal que simplemente se limitaba a desempeñar sus funciones vitales como ser humano, y por tanto, como elemento infinitesimal del ¿infinito? universo, a mi me daba por hacer algo más. Pensar en la razón de por qué esta gente hace eso. Cuál es su razón última para mandar a uno de sus componentes una mediodía lluviosa, darle un arma y pedirle disparar a un hombre cualquiera cuando su mujer y su hija se encuentran mirándole a los ojos - o a las gafas de sol que llevara puestas. Y es que a mi me gusta ponerme en el lugar de los demás cuando veo que se comportan de manera no extraña, sino, digamos, exótica, para lo que yo acostumbro a ver o a comportarme. Y efectivamente. Volviendo a mi pueblo desde Salamanca, con mi padre, en el coche y con la radio puesta, quise pensar en aquello que movió a ese ser desalmado (algún día, no se si lo he dicho, explicaré mi idea de que con alma no se nace, sino que esta se construye con cada paso que damos... ¡A ver, no tiene Homer Simpson la idea de que el universo presenta forma de rosquilla?) a plantarse en medio de la calle y volarle la cabeza (suena brutal, pero fue lo que hizo) a un hombre. Y no tardas mucho en encontrar la respuesta: ese grupo de gente, por la razón que sea, siente una enorme impotencia ante un Estado, el español, que les niega algo que ellos consideran es la libertad de un pueblo que, repito, ellos consideran oprimido dentro de nuestro país. Buscan separarse de el ya que no es afín en muchos aspectos - y hay que reconocer que, en el caso del País Vasco, existen razones varias para pensar que, efectivamente, ese lugar está aquí de pegote. España es un país mal hecho, construido durante siglos y siglos de hostias por aquí, guerras por allá, ambiciones a la diestra y ansia de poder a la siniestra (asco me da ver en historia ciertas cosas que ocurrieron, como la que montó Ramiro II el Monje, rey de Aragón entre 1134 y 1137 tras morir su hermano, Alfonso I el Batallador: a pesar de ser monje abandonó su vida monacal para contraer matrimonio y tener una hija express con la simple finalidad de casarla, con tan solo unos meses de vida, con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, quien estaba ansioso por fusionar el condado Catalán con Aragón para ver expandidos sus dominios). El euskera es la única lengua de España, y de las pocas del mundo, de las que no se conoce un origen claro. Quizás cuenten con suficientes fundamentos como para reclamar formar una nación tanto a nivel popular como legal. Y para ellos, ese asesinato fue un ¿paso? más para lograr su objetivo. Siguieron a Maquiavelo, decidieron que el fin justifica los medios, y lo hicieron. Y ellos, esta noche, dormirán con la conciencia tranquila. Porque creen que lo que hicieron está bien.

Llegando yo a esta conclusión pensé: ¿lo está? ¿qué parte de la actividad etarra, en líneas generales, está bien y está mal? Por un momento respondí a la primera pregunta con un sí. Un sí general. Y me asusté. ¿No será que me he vuelto etarra, a pesar de ser extremeño? Unos segundos después se me fue el sobresalto. Lo que hicieron no está bien. Porque hay que hacer a los demás lo que le gustaría que le hicieran a uno. Recordé el día en que, visitando la sede de la Organización de las Naciones Unidas, en Nueva York, leí en un monumento rectangular, más bien de unos 2 metros y pico, lo que convertí desde ese día en mi única norma de vida en cuanto a comportamiento social, aunque muchas veces me la salte a la torera por ser un poco gilipollas. Mi intención hoy es defender, pese a todo, la siguiente frase:

TRATA A LOS DEMÁS COMO
TE GUSTARÍA QUE TE TRATASEN A TI
DO UNTO OTHERS AS WOULD HAVE THEM DO UNTO YOU

La frase me impactó. Investigué sobre ella y su existencia se pierde en la noche del saber. Estuvo presente en la cultura griega, fue incluida por algunos cristianos en sus enseñanzas, es una de las máximas más importantes del budismo y fue la bandera de la ética recíproca de Kant. Y es que, en cierto modo, ese postulado es inherente al hombre: los que piensan ir haciendo el bien por la vida - y buscando que se lo hagan - actúan conforme a lo que saben, obrando como piensa cada uno que estaría bien, esto es, como realmente nos gustaría que obraran para con nosotros. Claro, el que busca mal...

Y es que sería muy facil para todos vivir en un mundo en el que se siguiera esa regla a rajatabla. Pero es algo tan imposible como el que un OVNI cargado de seres verdeazulados se haga unas piruetas delante de mi casa a ritmo de la Macarena (otro tema de conversación, para otro día, sería exponer mi humilde postura ante aquellos que dicen que han visto objetos volantes no identificados). Y ello es porque nunca podremos cumplirla, ni todo el mundo, ni completamente. Así, el gobierno de España no la ha cumplido según consideraciones de los seguidores del movimiento ETA porque a ninguna nación le gusta que la opriman y la sometan a otra con la que no está identificada en mayor o menor medida. Pero, claro está, tampoco la cumplió la banda terrorista ETA porque, a excepción de algún loco (como aquel canibal aleman que, después de publicar en internet un anuncio un tanto peculiar, pactó con otro señor el cortarle el pene y comérselo juntos cuan salchicha de Frankfurt - qué curioso, eran de allí - y que después no pudo parar hasta el punto de matarlo e ingerir, día sí, día también, su carne hasta un total de 20 kilogramos), a nadie le gusta que le hagan lo que no quieren, en este caso, que te asesten cinco disparos en toda tu geometría para dejarte arrastrando por los suelos como si fueras un colador. Si ambos siguieran la norma, ETA dejaría de matar y buscaría un modo decente de hacer realidad sus aspiraciones, que ya he dicho que en ningún momento dejan de estar fundamentadas - al menos para mi; y el gobierno español, sin ningún tipo de miramiento, permitiría al pueblo de este lugar elegir sobre su futuro político y legal de forma limpia y noble. Y un conflicto solucionado. Y, por ende, un problema menos.

Siempre habrá, por otro lado, quien te diga que esta norma no vale una mierda. Esta norma es como una fórmula matemática. La tienes ahí, guardadita, hasta que se te presenta la variable o variables dependientes. Entonces coges tu norma, sustituyes, y obtienes el resultado (bien o mal). Pues eso es lo que vamos a hacer. La primera aplicación dudosa de esta norma la podemos hallar un par de líneas más arriba. Me estoy refiriendo al caso del canibal. Antes que nada, hay que hacer un pequeño inciso: uno mismo también es objeto de su propia acción en ocasiones, con lo cual obrar mal - hacerse daño - para con uno mismo, ya sea psicológico o físico, también es obrar mal en sentido neto. Dicho esto, tenemos lo siguiente:

VARIABLE INDEPENDIENTE: Un señor pone un anuncio en internet buscando un hombre con el que disfrutar de una sesión se sadomasoquismo extremo: comerle el colgajo a otro que aceptase de buen grado la propuesta. Y así fue.

FÓRMULA: Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti.

VARIABLE DEPENDIENTE: Hizo bien, teniendo en cuenta que ambas personas estaban de acuerdo (*). A nivel social se trata de algo denigrante (según la Real Academia de la Lengua Española, que deslustra u ofende la opinión o fama de alguien) para las personas implicadas, ya que han cometido un acto verdaderamente atípico y desagradable a ojos de los nos gustaría ni por asomo ver a este señor acercándose a nosotros con unas tijeras de podar troncos. Pero como a los implicados eso ni les importa ni les daña...

Aplico la norma, obtengo respuesta, me digo: que hagan lo que quieran. Y me callo. Pero que nadie se asuste. La norma puede aplicarse más veces considerando otras variables relacionadas:

VARIABLE INDEPENDIENTE: Dos familias - si es que las hay - se ven afectadas ya no solo por la pérdida de dos seres queridos, sino por el escándalo social internacional que provoca la noticia ante la extrañeza del acontecimiento.

FÓRMULA: Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti.

VARIABLE DEPENDIENTE: Hicieron mal. No consideraron a las personas a las que iba a afectar de forma indirecta la actividad.

Pues aquí está. Tenemos un choque entre dos resultados diametralmente opuestos para una misma fórmula. El quid de la cuestión, que salva de nuevo la validez de esta norma, es que un juicio sobre una obra no tiene el por qué ser blanco o negro, pues puede ser gris. Se concluye entonces en que hicieron bien - como se que para gente muy conservadora esto suena desagradable, diremos no hicieron mal verdadero - al estar de mutuo acuerdo en la actividad. Luego no se hicieron mal directo. Sin embargo, hicieron mal por las consecuencias indirectas de su obra. Surge, para muchos, un nuevo problema. Hay gente que tiene aversión al gris. Y quiere blanco o negro. Esta regla, por tanto, no le sirve. La ve tibia, un poco inútil. Quizás la solución que salve de nuevo de la quema a este fragmento de saber milenario esté en profundizar en la variable independiente indirecta, la de los familiares. Veámoslo desde el punto de vista de esta gente - si es que existe. Por ejemplo, de un hermano de cualquiera de los dos sujetos amantes de la gastronomía contemporanea.

VARIABLE INDEPENDIENTE: Siento una pena enorme por haber perdido a mi hermano, y no me encuentro agusto, no estoy como quería. Además, cuando voy por la calle la gente me mira, me señala, y escucho cuchicheos soeces.

FÓRMULA: Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti.

VARIABLE DEPENDIENTE: Hace mal. No sólo es egoista al preocuparse únicamente de su dolor, sino que le preocupa el qué dirán en un momento en que eso debería sobrar. Al comedor de carne humana - y en general a todo el mundo - le gustaría que se pusieran en su lugar en una situación semejante, por extremadamente difícil que fuera, como es el caso, y que respetaran su decisión fuera cual fuera siempre que no se haga daño a sí mismo.

Con esto podemos llegar a la conclusión de que la variable dependiente indirecta depende también del punto de vista del afectado por una actividad. En la mayoría de los casos el daño que produce es psicológico y depende ya de la persona, que en muchos casos hace mal. Antes de que nadie me llame bruto y me ponga de vuelta y media, pongamos por caso otro ejemplo mucho más común en nuestra sociedad, y ya de paso mucho más suave.

VARIABLE INDEPENDIENTE: Una joven decide hacer una carrera que a su padre no le gusta, por ejemplo, Filosofía. El padre lleva realizando preparativos para que su hija estudiase Arquitectura desde que tenía doce años. Se siente dolido y considera que su hija es la vergüenza de la familia, al no seguir con una profesión de varias generaciones entre los suyos.

FÓRMULA: Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti.

VARIABLE DEPENDIENTE DIRECTA (La hija, sobre quien recae la acción y consecuencias de elegir una u otra carrera): La chavala hace bien. No solo porque escogiendo una carrera que le imponen desde arriba y que realmente no le gusta va a condenarse a una vida traumática e incómoda y, por tanto, se hará daño a sí misma; sino porque ha decidido por sí misma el camino que seguirá en su vida, y eso aumenta su autoestima y la hace más segura.

VARIABLE DEPENDIENTE INDIRECTA (El padre, a quien la elección de una carrera u otra afecta de modo indirecto, ya que no es el quie la hace): La chavala hace mal, pues ha causado daño a su padre y quizás a algún otro miembro de la familia.

Ahora, si convertirmos al objeto indirecto del caso anterior - el padre - en protagonista de su acción...

VARIABLE INDEPENDIENTE: El hombre se siente herido por la decisión de su hija. Considera una deshonra para la familia que su única hija no siga con la saga de arquitectos que desde antiguo comenzaron sus antepasados. Se preocupa más de lo que dirán en su buffet de arquitectos los padres cuyos hijos, de la misma edad, empezarán este año esa carrera. En ningún momento se preocupa de los sentimientos de su hija, y si lo hace, es para considerar que con Filosofía no vivirá la vida con calidad económica suficiente para estar a la altura de su padre.

FÓRMULA: Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti.

VARIABLE DEPENDIENTE: El arquitecto hace mal. No está considerando los deseos de su hija. A nadie le gusta que realicen imposiciones sobre su vida, ni tampoco trabajar en un empleo que no desea y destrozar la única vida que tenemos.

El padre debería reconsiderar su posición porque, al recibir daño indirecto, está haciendo daño directo a su hija al considerarla como la oveja negra de su estirpe. En conclusión, en la mayoría de los casos, el daño indirecto, psicológico, es fruto de las convicciones sociales de la persona afectada, y, aplicando la regla sobre ella, se obtiene como resultado que ella también hace mal. Por lo tanto, se trata de un daño fantasma que puede ser corregido y que la propia persona afectada podría corregir si quisiera.

Después de este batiburrillo que acabo de escribir, voy a dedicarle mis últimas palabras a alguien que se oponía a mi norma (que a estas alturas ya podríamos decir es Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti y evita causar y causarte daño directo con tu acción) poniendo por caso el de un hombre X (¿existe mejor letra ahora para representarlo? Ya verán como no) a quien le gustase dar por culo (vaya cositas que oigo), pero al que no le gustaba que se lo hicieran. Según la persona que me lo dijo, el señor del ejemplo no podría disfrutar de ese placer porque a el no le gustaba que se lo hicieran. La norma, en este caso, está mal aplicada porque se queda en el hecho y no profundiza. Verdaderamente son dos cosas distintas para muchos el hacer eso de hombre a mujer que de mujer a hombre (o de hombre a hombre, como creo que era el caso). Lo único que tienen en común ambas cosas es que son formas de practicar sexo. La regla entonces sería la siguiente.

VARIABLE INDEPENDIENTE: Nuestro individuo X no da placer anal a su pareja de turno - a la que suponemos le va meterse en esos barrizales - porque no le gusta que le den placer anal.

FÓRMULA: Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti.

VARIABLE DEPENDIENTE: Mister X hace mal porque no está dando placer a su acompañante de cama (o de coche, o de cuarto de baño de discoteca, o de esquina, o de tumbona de playa...) cuando a el le gusta recibir placer, aunque no sea de ese tipo.

En este caso, podría finalizarse en que mister X debería dar placer sexual en la cama porque es lo que le gustaría que le dieran, así como tiene que evitar prácticas sexuales que, aunque a el le gusten, no sean bien vistas por su pareja; como a el no le gustaría que realizaran sobre sí una práctica anal, que no le gusta. Sólo eso.

Con este raro ejemplo me despido hasta la siguiente paranoia. Espero que les haya servido de algo, y que consideren esta norma cuando traten a los demás. Es lo que me gustaría a mi, claro está...

Hasta otra!!

(*) El canibal no hizo mal, según la norma, mientras actuó dentro de los límites del pacto que acordó con el otro tio por internet. El matarlo después no creo que entrara en el pacto, por lo que ahí si que obró mal.

viernes, 14 de marzo de 2008

Tiempo de cirios

Buenas noches a todos, y antes de comenzar a soltar la perorata, felices pascuas. Si son ustedes extremadamente sensibles cuando alguien pone en duda la utilidad y veracidad de la religión, no sigan leyendo. Otro día hablaremos de otra cosa...

La inercia, la rutina, las tradiciones que desde antiguo vienen celebrándose año sí, año también como si de un hastiante ciclo inacabable se tratase, vuelven de nuevo a nuestras calles por estas fechas. Y no parece que nadie quiera cuestionarse por qué ciertas cosas siguen hoy. No parece que haya muchos que estén por la labor de plantearse por qué son como son y no de la otra manera. Muchos se tragan lo que les dan - o les dieron - sin darse cuenta de que se están atragantando, y sus vidas, cortas, efímeras, muy breves si comparamos con los cerca de tres mil millones de años que hace que las cianoficeas tomaron forma y vida - para algo tienen que servir esas clases de Botánica mal dadas que me hacen sufrir martes y viernes, a pesar de que la asignatura en sí me atrae dado mi cariño por la naturaleza - corren serio peligro de extinguirse en el tiempo como la llama de un cirio en una noche de Semana Santa sin que puedan decir que saben quiénes son y por qué son así.

A mi también me pasaba. Mis padres me inculcaron las bases de la religión católica desde pequeño. Naces con ella. Sin comerlo ni beberlo, y lo que es mucho más grave, sin que sepas en qué club te están metiendo, una de esas tardes en las que sólo te apetece dormir la siesta después de mamar, llega un tio y, así por las buenas, y aunque ya te hayan bañado en casa, te riega cuan maceta con agua sacada de un pilón. Y si sólo quedara en eso... Cuando creces, comienzas a interesarte por el mundo de la política, por la sociedad que te rodea, por el estado de tu país o comunidad autónoma, y para informate de cómo está el mundo tienes la brillante idea de poner un telediario, y te encuentras a un tío con cara de malas pulgas - como aquel que te confundió con un ficus un día del que sólo tienes conocimiento estable por el video que hay en la estantería en el que pone: bautizo de Daniel - esgrimiendo un papel como si fuera un sable y escupiendo a la cara a cualquiera que se le ponga por medio que el 91% de los españoles son católicos... el mundo se te viene al suelo. Y piensas, claro está, que te han engañado. Que te han mentido. Que han conseguido lo que querían.

Y es que, señores, no podemos obviar que la iglesia católica no es simplemente un vehículo de expresión de las bases de una religión - esa cosa que suele fundarse cuando alguien o álguienes escriben un libro y luego le echan las culpas a un tal Dios. La iglesia tiene ganas de meter las narices en política. Quiere poder. Quiere control. Y no nos damos cuenta, pero las manifestaciones ¿multitudinarias? que tendrán lugar en los proximos días, eso a lo que ellos llaman ''procesiones'', no son más que otro objeto que utilizan para colarte un gol por la escuadra. Tu naces con ello, lo ves como normal, como algo tan corriente como el levantarse por las mañanas, y como normal que lo ves, no tiene más remedio que ser verdad (dicen que si dices una mentira mil quientas veces puede convertirse en verdad...). Y te unes a ellos. La verdad es que son inteligentes: alguna que otra vez salen en contra del consumismo navideño, y, por extrapolación, del circo que año tras años montamos en nuestras casas, siendo nosotros los payasos que hacen reir a espectadores nada inocentes; pero no son tan feroces como cuando los políticos les contradicen y amenazan - con razón - con laicizar el estado, por poner un caso. Les interesa que siga habiendo navidad. Seguirán así teniendo el control. No les gusta que la gente pase de procesiones como de comer mierda y se vaya en estas semanas de vacío al quinto carajo - como a mi me gustaría, según expuse en otro post anterior - pero también les tiene cuento que la gente diga: ''es Semana Santa'' (no se si me entienden). Quizás debieramos ponernos, por un rato, en posición neutral, y mirar lo que tenemos y lo que nos han hecho tener, para ver si las cosas son como nos hicieron creer.

Sobre Jesús de Nazaret habría que decir un par de cosas. Sin duda, y dando por supuesto que esta persona existiera - no tengo suficientes facultades como para poder demostrar que así fue, y desde luego a lo largo de la historia ha habido disparidad de opiniones acerca de si efectivamente así fue - hay que romper unas cuantas lanzas en su favor y decir que fue - si fue - una excelente persona. Si es todo como nos lo cuentan, y dejando a un lado algunas carencias que veo en su discurso que ya comentaré si cabe otro día, Jesús fue todo un revolucionario, y aunque muriera engañado o llevado por circunstancias propias de una alucinación colectiva creyendo que con ello salvaba a la humanidad, tiene su mérito. No todos daríamos la vida por la humanidad. Ni siquiera por un amigo. A saber si pagaríamos unos céntimos por las personas a las que queremos - los hay muy peseteros. Por eso Jesús - repito, si existió - merece mi más sincero respeto y admiración. Pero también hay otras personas igual de buenas que Jesucristo, adelantadas ya en espacio y tiempo a este. Ghandi, por ejemplo, fue uno de ellos. Y no le rezamos por la noche. Martin Luther King también luchó por lo suyo. Y no hacemos esculturas suyas para pasearlas por la calle en pleno invierno/primavera. Santiago Ramón y Cajal dió el pistoletazo de salida al amplísimo estudio del sistema nervioso humano al afirmar la contiguidad y multiplicidad - que no continuidad y unicidad - del tejido neuronal, salvando con ello muchas vidas. Y no le voy a llevar mañana unas velas para pedirle que me ayude a que el domingo me toque la quiniela - quiniela que por cierto no juego. Esos milagros imposibles que mucha gente pide con total devoción serán tratados en otro monográfico que, por ejemplo, podría titularse: Si quieres algo, muévete tu y ve a por ello. Pero en fin, comprendo que tenemos que creer en algo. Quizás fuera demasiado prepotente negar a Dios. Y es que yo creo que existe, pero no podemos conocerlo: ni su naturaleza, ni su morfología, ni nada. Ni siquiera estoy seguro de que ese Dios se corresponda con lo que nosotros entendemos como Dios. Pero cuando pienso en lo que existía y lo que no antes del Big Bang, que había antes de lo que hay, se me ponen los pelos de punta, y no puedo darle otra explicación al asunto. Soy débil, ya lo se...

Pero, en esta semana de velones y lagrimones, de esculturas con caras desencajadas y de gente que no tiene otra cosa mejor que hacer que flagelarse, crucificarse o atarse a unos palos como si fueran chorizos, como decimos por mi tierra, tos'apretaos (ojito con estos tres links que pueden ser bastante desagradables, y si asco le dan procuren no poner el telediario el viernes santo), tenemos que echarnos unas risas con una cúpula eclesiástica que se da de morros contra el suelo en su brillante intento por hacerse un hueco en una sociedad que está avanzando y los quiere dejar atrás. Después de que el jefe del estado vaticano - Joseph Ratzinger, ese que da en llamarse Benedicto XVI - eliminara así por las buenas el limbo (dos cosas: primera, pobres niños no bautizados que murieran antes que el sobrino de este señor...; segunda, ¿y qué bailarán ahora en Jamaica?), llega la nueva parida del vaticano: ¡¡LOS SIETE PECADOS DE LA ERA MODERNA!! Vamos a repasarlos uno por uno, que seguro nos da para unas risas.

1º: No cometerás actos de violación bioética, como la anticoncepción. Que prefieran seguir esparciendo por el mundo el SIDA y destrozar la vida - la única vida que tienen - a muchas mujeres violadas que fecundaron un hijo de su agresor - por poner dos ejemplos - me resulta asqueante. No dejan que la gente sea libre. No dejan que piensen por sí mismo. Y si pillan a alguien por delante, si los matan en vida, les importa poco. Señores: un zigoto es simplemente la unión de dos células haploides - espermatozoide y óvulo, para más señas - con sus organulitos y sus cosas de células. No tiene alma, ni vida. Si se elimina antes de que se forme el ser, antes de que ya haya atisbos de existencia, ¿por qué sería eso un asesinato? No me vale que me cuenten que es un asesinato en potencia aunque no lo sea en acto, porque no me vale. Repito, no se puede asesinar a algo que no tiene vida. Que no tiene alma (para mi el alma es algo que se hace, y no con lo que se nace. Hay muchas personas que hace ya mucho dejaron el vientre materno y todavía no han puesto ni los cimientos de su alma, y quizás no piensan hacerlo). Deberían centrarse en los problemas que verdaderamente importan, y no crispar de semejante forma a la sociedad. Intentando frenarlo todo. Procurando mantenerse con vida...

2º: No realizarás experimentos moralmente dudosos, como la investigación con células madre. Es el ejemplo más simple de cómo la iglesia se mete donde no la llaman. Tampoco se mucho sobre el tema, así es que diré lo justo y lo necesario. Digamos que la manipulación genética que se da en ciertos casos rara vez va con fines morbosos, más bien científicos, y con unos avances sorprendentes, verdaderos milagros generados por obra y gracia de la mano humana que pueden salvar gran cantidad de vidas con hechos, y no con Palabras. Como intento de científico - a veces desastroso - que soy me siento verdaderamente ofendido cuando esta gente, que en su mayor parte - omitiendo a partes de la iglesia verdaderamente esforzadas, como la misión - se pasa la vida tocándose los cojones - así como suena, y en ocasiones literalmente - intenta frenar el avance de la ciencia. Entiendo que estos avances deben estar sometidos a la ética y a la razón humana, que deben estar vigilados para que no vengan más bombas atómicas, pero por favor... que me digan que una célula tiene alma... Es solo un montón organizado de principios inmediatos. No piensa. No siente. Es imposible.

3º: No te drogarás. Ahí puede que estuvieramos de acuerdo. Mi norma moral por excelencia es: actua haciendo a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti, evitando hacer a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti; haciéndote a ti mismo el máximo bien posible, haciendo el máximo bien posible a los demás, y alcanzando un equilibrio perfecto entre estas dos últimas cosas (obrar bien, pero no dejando que muchos aprovechados se froten las manos cuando te ven). Yo diría que las drogas presentan sustancias químicas que el cuerpo no necesita. Opcionales. Que pueden hacerte un bien... o un mal. Y ya no solo es que hagan mal al consumidor, sino que, cayendo en drogadicción, pueden hacer daño a todo el entorno de la persona. Ahora bien, aunque yo no lo hago porque no me atrae y porque no veo que esas sustancias me hagan falta ni me aporten nada bueno, aquella gente que lo hace con moderación (si por moderación entendemos fumarse un porro de higos a brevas, o cualquier otra cosa que no se entienda como droga dura o similar) no estaría pecando en un principio, siempre que la pequeña dosis que tomen no les haga mal y no hagan mal a su entorno. Dicho queda: en esta ni concuerdo ni dejo de concordar.

4º: No contaminarás el medio ambiente. Entonces vamos todos de cabeza al infierno. Con cada paso que damos, contaminamos - todos sabemos que el CO2 es una de las causas principales del cambio climático que nuestro planeta está sufriendo. Y nosotros cuando expiramos... no vertemos precisamente oxígeno. Pero no solo queda ahí la cosa. Con la luz que estoy usando ahora, estoy contaminando. Cuando vamos a comprar al supermercado todas esas cosas envueltas en plásticos de colorines, estamos contaminando. Etcétera. Me parece bien que inviten a no contaminar, que se sumen al carro contra el cambio climático. Es lo normal, tenemos que velar por el cumplimiento de nuestro planeta. Pero de ahí a condenarnos a una vida de dolor y suplicio en el infierno (allí irá el que crea en él, yo ya me pintaré mi cielo algún día...) va un trecho...

5º, 6º y 7º: No contribuirás a aumentar la brecha entre ricos y pobres. Evitarás ser excesivamente rico. No generarás pobreza. Con la quinta y la séptima no puedo estar más de acuerdo. Y por segunda vez digo: de hacer tal cosa a condenar al cristiano al infierno por no hacerlo, va un trecho. Además, el hombre de a pie no puede hacer demasiado, pero estamos de acuerdo en que no poner un granito de arena es una cabronada (y además no concuerda con la que ya he dicho es mi norma base, la que rige mi comportamiento). Para la sexta, digo: Benedicto y compañía, Lucifer os espera con su tenedor gigante en la mano. Mejor que lo expliquen las fotos.


Dicho queda todo. Bueno, casi todo: A mi la iglesia no me la da. Ya me gustaría que toda la gente pensase como yo, pero ante todo soy una persona que respeta, aunque con disgusto en ocasiones, el modo de pensar de todo el mundo, especialmente de aquellos que tienen miras más conservadoras. Y muchos dirán ahora, ¡pues menuda falta de respeto acabas de cometer para con la iglesia! Y yo les digo: sólo dije lo que pienso, con las mejores formas que he podido. Si a alguien no le gusta, tendrá que aprender a respetar las opiniones ajenas. Y dirán ahora ¿has respetado tu la del papa? Y digo yo: la diferencia entre lo mio y lo de Ratzinger es que yo no trato de imponerla a nadie. El lo hace. Lo exige. Y eso, no, señores. Nunca lo respetaré, y lo criticaré hasta el fin. Aunque las calles sigan oliendo a cera. A cirios.