domingo, 20 de noviembre de 2011

Debita nostra

Es culpa de Zapatero.
Y de Rajoy.

También de Aznar, por la ley de suelo.
Y de González, por dejar el país como lo dejó.
Y de Merkel, Sarkozy, Bush y Obama, Barroso y Berlusconi.
De todos los políticos.

Es culpa del especulador, que juega al Monopoly en Wall Street.
Y de los medios, por insuflar miedo.
De la iglesia, porque pasa de Jesús y se junta con el rico.
De Lehman brothers.
De Standard & Poor’s y de Moody’s.
De Iñaki Urdangarín.
De Francisco Camps.
Incluso de Francisco Franco.

Es culpa del egoísta.
Del irresponsable.
Del vago y del maleante.
Del aprovechado y del mentiroso.

Culpa del funcionario adicto al café (o mejor, a la cafetería).
Del estudiante que recibe beca por estudiar y estudia la forma de salir a diario.
De una picaresca nacional que se pierde en la noche de los tiempos.
Del médico que pasa media jornada dándole al palique.
Del farmacéutico que critica los genéricos.
Del ganadero que chupa subvenciones sin necesitarlas.
Del empresario explotador.
Del timador y el vidente.
Del comerciante deshonesto.
Del nini.
Del parado que no busca un trabajo porque está a gustito cobrando por tocársela.
De la maruja que ve Sálvame y pasa del Telediario.
Del que, por presumir, vive por encima de sus posibilidades.

Culpable el ladrillo.
Y los ladrillazos.
El euro y el dólar.
La bolsa.
Las bolas.
La prima.
Los primos.
El exceso.
El defecto.
El alcohol y las drogas.
El ¡viva la pepa!

Es culpa de una sociedad que ha perdido el norte.
Es culpa de España.
Es culpa de todos.

Hoy las urnas se cepillarán a un culpable. Pero alzarán a otro al poder. Y nada harán con los demás factores de riesgo. Unas elecciones no acabarán con la crisis. El comportamiento inadecuado, la deriva de una sociedad, no se cambian votando. El cambio empieza en casa.

Y, como es más fácil cargarle todo el muerto a otro, no parece que estemos por la labor de iniciarlo…