sábado, 21 de abril de 2012

Cien días (y los que te rondaré, morena)


El día 20 de Noviembre, coincidiendo con el aniversario de la muerte de un dictador, los españoles, haciendo uso de su derecho y deber democrático, decidieron que la era Zapatero debía llegar a su fin. La izquierda, brutalmente golpeada en las urnas, se resignaba y reconocía los muchos errores cometidos durante la segunda legislatura socialista, mientras que la derecha afrontaba con ilusión el reto de devolver España a un puesto clave en el desarrollo. Promesas infinitas por cumplir que traían la esperanza a un país severamente castigado por una crisis económica que explotó en la cúspide de la pirámide pero que acabó desmoronando a la base, jodiendo a los de siempre. Subir pensiones. Optimizar la sanidad y la educación sin mermar su presupuesto. Mantener e incrementar derechos. Todo precioso. El programa perfecto, la circunstancia perfecta. Mariano aparecía un mes después en el Congreso para inaugurar la XI legislatura con una holgada mayoría absoluta. Ese 22 de Diciembre nos tocó a todos el Gordo.

Sería la última vez que lo veríamos en semanas, en bastantes semanas. Esperaron a que nos comiésemos el turrón, a que anduviéramos hartos para no aguarnos la fiesta. A principios de año, con Soraya al frente, se ponen todos de acuerdo y nos hacen saber que las cosas están peor de lo que ellos pensaban. Que el gobierno de ZP, el eterno culpable, había maquillado números. Que la casa tenía más mierda de la que habían esperado. ¡Pero tranquis todos! los Sancti Popularii vienen al rescate. La tremenda e inesperada herencia socialista, el huevo que cagó una irreconocible izquierda durante cuatro años, se convierte en el huevo de oro para el nuevo ejecutivo. La piedra angular sobre la que justificarán todo lo que tenían en mente. El pilar encima del que limpiarse el culo con el programa electoral que un mes antes les llevó al gobierno.

Nunca antes un gobierno perdió intención de voto en su primer mes de estancia. La sangría fue escasita. Pero hablar de ocho puntos menos tras solo tres meses de mandato dice mucho – demasiado – sobre lo que los propios votantes del PP opinan de lo que están haciendo. La palabra mágica, el mantra con el que pretenden arreglarlo todo, es recortes. Contener el gasto y ahorrar. ¡Qué hay más lógico que esto! En cualquier casa ajustadita el ahorro es la primera medida que ha de tomarse para salir adelante. Pero, como decía Aristóteles, todo ha de venir en su justa medida, quedar en el término medio. Y esta gente está podando todas las hojas del árbol, no va a dejar ni una, y, sin fotosíntesis, el riesgo de muerte es mayor que nunca. ¡Qué hay más lógico que esto! Marianico el Recorto mete la tijera en Educación. Manolo, profesor, a la puta calle (lo que obliga a Pepita a hacinar alumnos en el aula). Manolo al paro. Le da por llover, y el tejado de Manolo gotea. Manolo prefiere poner un cubo y aguantarse hasta que el Espíritu Santo arregle esto. Manolo no contrata un albañil. El constructor no tiene obras, ya no necesita a sus empleados. Paquito a la puta calle. El niño de Paquito acaba en mala hora el bachillerato y quiere estudiar. ¡Qué coño, si la Universidad está más cara que nunca! Nace un nini a la fuerza. Y unos cuantos profesores de facultad a la puta calle. Y la pescadilla se sigue mordiendo la cola mientras los españolitos se muerden las uñas y se comen los mocos… Caerán educación (-3,000 millones), sanidad (-7,000 millones, ¡hola repago!), I+D+i (-25%) y cooperación internacional (-40%). Pero ni hablar del peluquín de tocar a los aliados: el ejército (-8%) seguirá paseando la cabra sin muchos problemas; la Casa del Rey (-2%) seguirá tapando lo mejor que pueda los viajes a Botswana del Rey, y lo que es peor, seguirán las prédicas de la Iglesia Católica (¡¡-0%!!) sobre ese ser mitológico que es Jesús, y más cómodamente que nunca. ¡A lavar cocos se ha dicho!

Pero no se han conformado con sacar la tijera. En el nuevo gobierno se ha quitado la máscara hasta el señor Gallardón. Un político que me encantaba, un hombre de centro-derecha, moderado de verdad, respetable. Hasta que se ha puesto a decir tonterías y absurdeces sobre la mujer: que si existe una violencia estructural (¿!) que empuja al aborto, que si la mujer sólo es mujer completa cuando pare… Hicieron a ñicos esas máscaras con una reforma laboral que pone a huevo el despido ¿para estimular la contratación? y que nos aleja a los jóvenes del acceso al mundo laboral una vez terminamos la carrera. Una reforma para (que la CEOE consiga) gobernarlos a todos. Y mientras que este huracán de medidas apenas ha sacudido los pocos pelos que le quedan a Emilio Botín en la cabeza, mientras que a los que han estafado a hacienda de gordo se les va a perdonar si traen a España el dinerito que han blanqueado para que los banqueros disfruten de él, se esperan medio millón de parados más para fin de año. Y los impuestos suben, a veces de forma encubierta. Y hasta la Fundación de Cajas de Ahorro de España (FUNCAS) da por hecha una pronta subida del IVA hasta el 25%.

Y como esto no hay quien se lo trague… ¡vamos a controlar mentes lábiles! Y como ni Sálvame ni el enésimo Barça-Madrid resultan suficientes para eclipsar semejante bulto, ¿qué mejor que asaltar la radiotelevisión española? Volvemos al NO-DO. A los tiempos de Urdaci. Se acabó la etapa más espléndida de una TVE que cae en picado desde que llegó Mariano al gobierno. La TVE que, con Lorenzo Milá y Pepa Bueno, ha cosechado el premio internacional a mejor informativo ¡del mundo! en 2009 y ha quedado en segundo puesto en 2010 y 2011, superando, entre otros criterios, el de la imparcialidad. Volvemos a los tiempos de ‘nah, esto son unos hilillos’ y del ‘se han encontrado cintas del Corán al lado de los detonadores y Al-Jazeera ha recibido un vídeo de Ben Laden reclamando la autoría del atentado… ¡pero ha sido ETA!’. La tele pública se convierte en la alternativa a Intereconomía. Quién sabe, lo mismo en Eurovisión 2013 Bertín Osborne se marca una canción sobre lo bello y hermoso que es el arte del toreo…

España está hasta los huevos. Sus políticos no dan la talla. La derecha se mata en las gráficas mientras que una oposición sin rumbo no remonta el vuelo, y en vez de renovarse y proponer nuevas ideas y nuevos líderes punteros, elije a los perdedores de las últimas elecciones (¿qué hacen Vara en Extremadura y Rubalcaba en España al frente del PSOE?). Nadie parece tener lo que hay que tener para aplacar al dragón de la crisis. Aznar sembró el problema con la ley de suelo, Zapatero lo regó y abonó en vez de verter herbicida y arrancar el asunto de raíz, y ahora Mariano usa las tijeras para todo menos para podar la planta carnívora que ha crecido en este jardín y que nos va a roer a todos. Sigue así, Mariano. Aúpa a los curas. Deja sin atención sanitaria al sin-papeles. Priva a las clases media y baja de la educación universitaria. Alimenta al gordo y deja morir al flacucho. Ríele las gracias a la ultraderecha. Sigue así, que España pedirá pronto la cabeza de tu partido. Mucho pronunciaste lo de ‘anticipar elecciones’, pero puede que lo escuches muy pronto (¿en menos de un año en Extremadura?). Y que pase el siguiente, a ver si a la tercera va la vencida…

Se buscan políticos de verdad. De los honestos y buenos. De los que sirven al pueblo. De los que cumplen lo que prometen. De los que explican sus decisiones. De los que dan la cara cuando hay problemas. De los que ya no existen. 

miércoles, 4 de abril de 2012

Día gris


Miércoles santo, amenaza lluvia. España, uno de los últimos bastiones católicos que aún quedan en pie en la vieja Europa, celebra la Semana Santa, esa fiesta en la que las calles se pueblan – con el permiso de Paco Montesdeoca y Mario Picazo – de turistas, de nativos que regresan a sus casas… y de figuritas ensangrentadas, lastimeras o con lágrimas de dolor de tamaño extra grande. Tambores y música enlutada por todos lados. Dicen que celebran la resurrección de su mesías (resurrección que fue ideada centurias después por los concilios para hacer más contundente el relato del Nuevo Testamento), pero para mí que interesa más el tramo que va desde que lo enganchan en el Huerto de los Olivos hasta que lo clavan en una cruz. Vende más la muerte y el dolor.

Mi pueblo está hoy triste, son varias las razones. El tiempo no acompaña, un montón de nubes no nos dejan ver el sol. A las doce de la mañana doblaron, por primera vez hoy, las campanas de luto. Uno puede pensar que se trata de uno de esos rituales en los que se reúnen un montón de viejecitas y se regodean en lo turbio de la historia que estos días se rememora, pero no. Es un funeral por una persona de verdad. A las cuatro y media de la tarde, vuelven a sonar, ya es el segundo. A la vuelta de pasear al perro, cuando me dispongo a entrar en mi casa para estudiar un rato farmacología (ya ando preparando las oposiciones, con permiso de Mariano), me encuentro con que todos mis vecinos están en sus puertas, mirando todos al mismo punto. Me da por asomarme y me encuentro con un cortejo fúnebre de los que ya pocas veces se ven. Una señora de 88 años, vecina nuestra, murió ayer tras unos meses de enfermedad. Cargada la caja en la parte trasera, el coche fúnebre comienza a avanzar, despacito, mientras que unas cien personas caminan detrás, algunas llorando, otras con gafas oscuras para disimular la procesión que llevan por dentro. Así, a las cinco y media tenía lugar el tercer entierro del día. Seis. Me encuentro escribiendo estas líneas y las campanas vuelven a doblar en el mismo plan. Un pueblo lleno de dolor se encamina, por cuarta vez hoy, a la iglesia. Esta vez lloran a alguien que no debería estar allí, un chico muy agradable que no alcanzó la mayoría de edad. Entretanto, yo en casa, inquieto. Imaginando todo el dolor que hoy ha desfilado por ese edificio, no consigo acordarme del nombre de ni uno solo de los antihistamínicos.

La fallecida que ha pasado por delante de mí era María, una vecina de las más agradables, a mi hermana y a mí nos tenía un cariño enorme. Volviendo la vista atrás, recuerdo haberla saludado no hace mucho en la puerta de su casa, de la que hoy salía por última vez. Me he quedado alucinando. Igual con el chaval. Aunque lo conocía de poco, hoy me es difícil asumir que no voy a verlo otra vez bajar por mi calle y saludarme como acostumbraba. Son cosas que nos recuerdan que los que hoy estamos, mañana podemos no estar, sin excepción. Nadie se le escapa, tarde o temprano nos encuentra, y no hay ciencia ni religión que se haya burlado de ella aunque retrasen su llegada o consuelen a los que la han conocido de cerca. Hace que nuestros conocidos pasen a ser un bonito recuerdo del pasado, que cuando viene a nuestra memoria hace que se nos encoja el estómago y nos acordemos de aquello del tempus fugit. Destroza vidas, las de los que se lleva y las de los que quedan. Comete el crimen perfecto: millones y millones de años y todavía nadie conoce qué ocurre con los que se lleva. En días así la muerte nos deja tristes. Si tienes suerte y las campanas no suenan por uno de los tuyos, todavía puedes reflexionar sobre lo que ocurre, sobre el hecho de que estamos aquí de paso, sobre el sentido de todo esto; si no tienes suerte, cuando sales de la espiral de dolor en la que te sume el luto malamente te acuerdas de lo ocurrido en las exequias.

Y es que, si nos ponemos a relativizar, no somos nada. Por la ventana, veo a más gente de negro dirigirse a la iglesia (a ver si algún día establecen el funeral civil en este pueblo). Aún así, en medio de todo, por las nubes aparecen algunos rayitos de sol, y es que después de una tormenta siempre acaba por llegar la calma. Ellos, los que se van, quedarán siempre en nuestros corazones; a fin de cuentas las experiencias que compartimos nos han construido como personas. Y no podemos hacer más que recordarlos, hoy por hoy es imposible cualquier otra cosa. Los que quedamos por aquí tenemos que continuar caminando, disfrutar de cada día no como si fuera el último, sino como si fuera el primero. Cuidarnos y cuidar de los demás para evitar, en todo lo posible, la llegada de la parca. Y seguir buscando un sentido a la vida y a nuestra vida, cada uno en lo que quiera: en las personas, en la ciencia, en las religiones… A fin de cuentas, todos acabaremos conociendo qué hay después, sin excepción.

Hoy ha sido un día gris. Lo mismo mañana sale el sol.