lunes, 19 de mayo de 2014

El ascenso

Mañana me ascienden.

Y no ocurre por méritos, si no porque sí. A partir de mañana cobro un poquito más y tengo un grado menos de vigilancia en mi Residencia como Farmacéutico en este Hospital dejado de la mano de Dios en mi esquinada tierrecita. Ya no seré el nuevo, el R1, con lo bueno y lo malo que ello trae. Ha pasado ya un año desde que entré a este lugar a trabajar, después de ganarme unas oposiciones que, tal y como están las cosas, sólo me garantizan el pan durante cuatro años (tres ya) cuando antes eran la puerta de acceso a una vida de estabilidad y solidez. Sigue el tránsito. Ya soy R2.

Ha sido un tiempo intenso con una evolución en mi vida que ha ido desde la alegría de sentirme realizado, de tener un trabajo y un objetivo, a una caída en picado en la rutina y, a veces, en la frustración. Hay días en los que piensas que puedes cambiar las cosas, que puedes dar rienda suelta a tu imaginación, que puedes crecer profesionalmente. Días en los que ves que tus coetáneos te valoran y, si nos ponemos, hasta te quieren. Y otros días en los que parece que todo lo que haces lo haces mal (o eso te dicen). En los que eres una mera presencia entre tanta gente, un fantasmilla a veces molesto que llega, trabaja y se va. Días en los que ves que tus días como farmacéutico clínico están más que contados, y a veces hasta das gracias por ello. Vamos, una mezcolanza extraña de sentimientos que hace que no pueda definir cómo estoy ahora, un año después.

Y encima estás tú, Badajoz. Me has hecho la puñeta desde que llegué. Y lo sabes. Aquí me han dado de lado, me han robado la cartera en mi propio centro de trabajo (una cartera que había estado rodando por toda España, parte de Portugal, hasta por Frankfurt e incluso por Nueva York) y hasta la Policía Local ha llegado a cachearme y a tratarme como un delincuentucho porque al volver del cine una noche se pensaron que le había pasado la llave a mi propio coche. Y no sólo tú, Badajoz. También está tu querido Infanta Cristina. Decepciona que llegues con ganas de hacer amigos entre los demás residentes, que serán en su mayoría médicos, y que topes con el desprecio o el no aprecio de estos. Porque sean todos de Badajoz, por que ya se conozcan, por endiose o porque yo directamente soy un pedorro y a la vista de los acontecimientos no he hecho muchos esfuerzos. Duele llegar de Salamanca con tantas y tantas amistades (esta entrada de hecho va dedicada a tí, mi estimada Kate, por animarme a escribir de nuevo) fruto de tu vida laboral, y ver que aquí me aburro como un cabrón y apenas tengo a nadie con quien divertirme como nos gustaba en aquella ciudad castellano-leonesa. Y a todo esto suma el darte cuenta, poco a poco, que el sentir general del resto del hospital hacia el servicio de farmacia es más bien negativo. Vamos, que nos odia todo el mundo. Para el médico somos unos plastas desacertados, pocos nos valoran y nos toman ya no como una buena herramienta, si no como buenos colegas y buenas personas (que lo somos). Para las enfermeras, los que les robamos las pastillas, unos manirrotos que no sabemos darle a un botoncito para satisfacer sus necesidades. A base de chillidos por el teléfono y de actitudes como esta, uno se desapega, pero también se hace un hombre, aprende a discutir, a utilizar el talante, y a quererse un poco.

No todo iba a ser malo. El sueldo es cojonundo, eso para empezar. Pero no es lo más importante. Están todos mis compañeros de trabajo, que me han acogido estupendamente y me han hecho sentir uno más. Tanto mis adjuntos como mis residentes, pero también el cuerpo de enfermeras y auxiliares de enfermería de nuestro servicio, han calado todos ellos en mí muy positivamente. Son todo humildad y paciencia, porque conmigo y con mis sonadas gilipolleces hay que tenerla. Y luego están los de más allá, como mi querida Toñita PIR, qué maja es! También está el levantarse cada día sabiendo que estarás entretenido unas cuantas horas, que puedes luchar todo lo que puedas para seguir creciendo como profesional (y eso lo he hecho desde el minuto uno). Que cada día puede ser el día en que sigas haciendo amigos, enraizando en ese sitio, conociendo más gente. Y quizás algún día llegue a conocerle a él, al menos creo que es posible y es algo que está cada vez más cerca. Por encima de todo está la ilusión de que luchas por que lo bueno persista y lo malo se de la vuelta, de que emprenderás una actitud proactiva para lograrlo y de tener la certeza de que lo lograrás. Que si este año ha sido regular, igual con tu acción el siguiente no empeora e incluso mejora, y que puede ser apoteósico! Aplícalo en tu vida, hagámoslo juntos! A por todas trabajes en lo que trabajes, busca la mejora!

Mañana ya soy R2. Año nuevo, esperanzas nuevas.