domingo, 9 de noviembre de 2008

...y Peter Pan creció

No esperen nada lúcido de mi esta noche. Llevo todo el fin de semana entre apuntes de Química Farmacéutica, Parasitología, Química Orgánica, Bioquímica y Fisiopatología. Todo para no sentirme mal el jueves por irme un fin de semana a mi casa. Por inventarme un puente.

Señores... Si James Matthew Barrie levantara la cabeza...

¿Se acuerdan de Peter Pan? El niño este de la casaca verde caca deshilachada con taparrabos de idéntico aspecto que vivía en el país de Nunca Jamás (quién le iba a decir a Michael Jackson que ponerle Neverland a su latifundio le traería tantos problemas...) junto con otro conjunto de mocosos, luchando contra piratas y viviendo aventuras y desventuras que quitan el sueño por los siglos de los siglos (amen). ¿Recuerdan a campanilla? La enanita de ridículos pechos que vestía de azul celeste y revoloteaba alrededor de la cabeza de Pan como rota la Luna sobre la Tierra. La misma que Disney acabó convirtiendo en un putón verbenero, inflándole las tetas para la saga de sketches virtuales Princesas Disney que esporádicamente emiten en la empalagosa cadena Disney Channel. Ni ella, ni Peter, ni la muggle Wendy, ni el resto de churumbeles que habitaban la anárquica tierra que les he mencionado, querían bajo ningún concepto hacerse mayores (supongo que les traería más cuento estar mamando de la teta por toda la eternidad, lo que no acabo de recordar es de qué teta mamaba esta gente...). Ninguno quería ser adulto. Querían jugar y jugar hasta reventar, disfrutando de un tesoro tan grande como efímero, uno de esos que no se encuentran en la arena de una isla desierta, justo donde un mapa te marca una X. Querían, y con razón - no eran gilipollas los fichas estos - disfrutar de la infancia.

Creo que ya he hablado de lo que significó para mi el ser niño. No se si dije en su momento que es una etapa de la vida, la base de ella, que acaba por determinar tu comportamiento, tu ser. Parece increible que tu día a día en ese mundo de inocencia y protección acabe por decidir cómo será tu yo futuro: un halago de un profesor en la escuela puede hacerte un prepotente o un luchador; una paliza de tu padre, el próximo Hitler. Ser feliz en el patio del colegio, en el que juegas despreocupado con tus amigos (1), puede hacer que seas de mayor una persona risueña y confiada en el ser humano, o un instinto con aires de superioridad que se diviniza al ver que los demás no tienen lo que él. Si de repente viene el matón de turno y te empuja encima de un charco de barro - y más si estas cosas cronifican - puede que estén sembrando en tí la desconfianza por los demás y el odio irracional hacia el resto de seres humanos, o bien que te estén convirtiendo en un luchador seguro y decidido contra la injusticia social por el simple hecho de haberla vivido. Quizás todo esto ocurra por el fuerte impacto emocional que cada cosa que vas descubriendo incide sobre tí. Una infancia feliz, por tanto, causará impactos emocionales beneficiosos en el niño, y este tendrá más papeletas para convertirse en un gran hombre.

Y es que la infancia, sea bien vivida o mal recordada, es algo indescriptible. Hasta yo mismo me lio al intentar explicar lo feliz que fui, con mis alzas y con mis bajas, con mis virtudes y mis defectos, con los amigos y a pesar de los matones, que haberlos haylos como las meigas en Galicia. Como ya dije, cada día que pasaba era una gran experiencia, como vivir doce mil vidas en doce horas. Reíamos por cualquier tontería y llorábamos por cualquier tropezón sin ningún tipo de verguenza. Sonic era Dios. O la barbie, o el Action-man, según el caso. Estudiar te comía media hora cada tarde - y cuando la media se convertía en dos, no veas cómo jodía. Te acostabas con la ilusión de que llegara al día siguiente, lo mismo daba que fuera lunes lluvioso que sábado soleado. En mi caso, y ya lo dije, tuve la ENORME suerte de poder contar con un fragmento de naturaleza con el que conectar con lo más profundo de la esencia de un ser vivo. Y tuve la ENORME suerte de hacerlo en compañía de mis primas, y en alguna puntual ocasión, con algún amigo de los que salían conmigo a jugar a la calle. Porque... ¡SÍ! lo de la calle existía. Una noche de verano sin salir a la calle a jugar era poco menos que... simplemente impensable, inimaginable. El contacto con gente que te quiere, a la que no te importaba abrazar fuera hombre o mujer - el tabú homosexual no existe más allá de que un niño o una niña sepa que la palabra mariquita o marimacho tenía, por huevos, connotaciones negativas. Cualquier cosa a la que jugar era lo más excitante que te había pasado jamás: ¿a la comba? pues a la comba; ¿al escondite? pues eso sea. Y como dicen en el único spam que me ha gustado de verdad - el resto los borro sin abrirlos - todos los problemas de nuestro pequeño mundo se arreglaban con un ¡Ha roto la olla! (expresión referida a la acción de hacer trampa por parte de algún compañero, o bien de cometer infracción en la regla mayor de un juego) o con un ¡Pues volvemos a empezar y yásta! Y muchas veces, entre juego y juego, eramos tan inocentes como para jugar a ser mayores. Y ahora que lo somos, a muchos, a la hora de dormir, se nos pasa por la cabeza una idea: vaya mierda, chaval.

Los niños empiezan hoy, muy pronto, a jugar a ser mayores. El problema es que ellos no se dan cuenta, y están perdiendo lo mejor de su vida. La pelota ha sido sustituída por el ordenador de papá, y la partida esporádica al Sonic que tus padres te controlaban por no más de hora y media semanal se incrementa hasta límites insospechados, hasta el borde del ataque de epilepsia. Lo de jugar en la calle ya no se estila. Soy de San Vicente de Alcántara, en Badajoz, un pueblaco de 5,800 personas a lo sumo, pequeño pero matón. Si en 1998 eramos nosotros los amos de Jovellanos, los parásitos de la fábrica de corcho que en ella había, los Fernando Alonso de la Calle del Resbaladero, hoy el único que ordena y manda en las noches de verano es el silencio. Los niños se quedan en casa como atontados, mirando una pantalla - más grande o más pequeña, con más o menos botones asociados. No tienen ni puta idea de quién fue Peter Pan, y de lo mucho y muy bueno que el monigote representaba. Se están perdiendo lo mejor, y lo peor es que no lo saben, no me canso de decirlo.

Y lo peor no es esto... A veces pienso - y a veces lo digo en voz alta, le pese a quien le pese - que de aquí a un par de años los niños, más que venir con un pan debajo del brazo, se traerán la última edición de Playboy, para empezar suave en la vida - el porno hardcore lo dejaremos para el sexto cumpleaños. Y las niñas saldrán pidiendo un aumento de pecho. Porque uno de los peores problemas es el hecho de que los niños saben más de sexo de lo que por edad les corresponde. No con esto quiero decir que el sexo sea malo/obsceno/guarro/promiscuo/etcétera - que luego los hay que me llaman cerrado, y lo bueno es que lo hacen sin conocerme lo más mínimo. Lo que quiero decir es que en esta vida hay tiempo para todo, y antes de la pubertad lo que menos debería llamarte la atención es, precisamente, el sumum de las cosas de mayores. Bajaba yo el otro día la cuesta del colegio de los Maristas en dirección a unas prácticas de Fisiopatología en la facultad de farmacia, cuando escucho muy brevemente, de forma inevitable, una curiosa conversación:

-Hijo, hazme el favor de ponerte la chaqueta, que hace frío...
-Méteme la manga papá... mete-mete-metelá... métemela ¡por el culo!

Juro por todo lo que amo que esto es tan verdad como lo de que el sol sale por el Este y se pone por el Oeste. El padre no se lo tomó muy en cuenta porque, seamos sinceros, dudo que el niño hiciera la más mínima alusión al acto sexual cristianamente (y musulmanamente, etc) inaceptado para relaciones tanto heterosexuales como homosexuales also known as penetración anal. Pero, ¿cuánto tendría? ¿4 años, 5 a lo sumo? ¿Un Shin-chan salmantino? Fue tremendo, pero no es más que un difuso ejemplo, de estos de los que dices, puede ser, puede no ser. Lo peor está en los límites de la pubertad. Cuando ves a niños - porque con 10 años no se puede decir que hayan dejado de ser niños - que hablan de condones con una naturalidad asombrosa, o tienen la palabra polla en su vocabulario diario, y no precisamente para referirse a una cría de Gallus gallus. Muchos sabrían decirte qué otra cosa significa sesenta y nueve a parte de seis decenas y nueve unidades. Y lo más sorprendente, alguno que otro afirma ya - miedo da saber si con o sin razón - el haberse zumbado a otra nena. Si ya pasamos de la pubertad, aunque sea por poco, podremos comprobar como hay cierta gana de dejar a un lado la infancia, como si fuera una carga que te quitas de encima sin saber que, en realidad, la cruz la estás cogiendo ahora. Cuando yo me moceaba - Dani, no olvides que todavía te moceas, ¡si ni siquiera tienes pelo en pecho chaval!, me dicen algunos cuando digo esta frase - los botellones se hacían comunes en tu vida a partir de los 15 o 16 años, y el que se cogía las borracheras estaba mal visto - imposiciones que nos llevabamos de casa. La que se tiraba al chulo del pueblo en los servicios del instituto era una puta - más imposiciones machistas que nos llevábamos de casa. Cuando dichos servicios olían rarito, había que avisar al director rápidamente porque alguien había hecho algo muy malo allí, y no precisamente depositar un zurullo (Noemí, si algún día lees esto, te dedico este párrafo, por tu finura manifiesta y divertida). Y de un año para otro que es lo que pasa... pues que ves en fotos de botellones a niños y niñas de 12 o 13 años con pedales del quince y medio, a niñas vestidas de fulana con chulazos preocupados - repito, de no más de 12 o 13 años - en las puertas de Planificación Familiar para pedir una pastillita, excursiones de campo que no tendrían fundamento sin un enorme vaso de kalimotxo en la mano... Física o Química (Antena 3 de Televisión) se convierte - o al menos eso dicen - en el mejor reflejo de la realidad estudiantil de niños - sí, niños, aunque los actores que hagan de ellos tengan un mínimo de 25 años - de ESO. En resumen, que las cosas han cambiado muchísimo. Demasiado.

Si en el país de Socielandia viviera Peter Pan, podríamos decir que ha crecido. O que ha muerto, que para el caso sería poco mas o menos lo mismo. Yo ya no se si es que cuando tenía 12 años y jugaba con mi prima y mi amigo Floren a los tazos de Pokemon eramos los tres - y otros tantos más - rematadamente gilipollas, raros y retrasados; o es que algo se está acelerando. Muchos por este comentario me llamarían retrógrado, cerrado de mente - me ha pasado en alguna ocasión a lo largo de las últimas semanas por razones que no vienen al caso, y me duele que esto venga dicho por gente que ni me conoce ni hace lo más mínimo por conocerme (si no les interesa conocerme, sencillamente que no juzguen). Aclarar que toda práctica amorosa y sexual aceptada de mutuo acuerdo y, a ser posible, en la que haya un mínimo de respeto y amor por la otra persona, me parece estupenda, y no solo por la evidente liberación de endorfinas. Sin embargo, lo que me parece injusto e innecesario es que los niños no sean hoy eso, niños. Que quieran adelantarse a este mundo de desencanto que es la adultez saltándose a la torera algo que, al que más y al que menos, nos pareció un momento inolvidable de felicidad que, queramos que si o que no, jamás volverá a repetirse. Es muy triste que no podamos ayudar a estos serecillos inquietos a darse cuenta del gran error que cometen. Pobres, quizás sea culpa de la sociedad. El caso es que se está perdiendo algo precioso, algo que debe ser vivido como una experiencia más de la vida y que, al contrario que otras, tiene una clarísima fecha de caducidad: el día en el que te masturbas por primera vez sin darte apenas cuenta de lo que estas haciendo, o el día en el que ves como algo más que a una persona a alguien del sexo contrario.

Qué triste es preguntarse cómo será la gente del mañana. Sin infancia, no serán gran cosa.

(1) ¿Se dan cuenta? Entonces eran amigos incondicionales. Hoy tienes que andarte con un ojo que no veas... ¿No les ha pasado? Si señores, sí señoras, lo de pensar que tienes un amigo, cogerle cariño, y al cabo de X tiempo, pongamos un año, te das cuenta de que sólo te utilizaba para lo que le daba la gana y que te tenía el mismo aprecio que a un chicle del suelo... A mi sí, y recientemente (desagradable, pero superable). Esta es otra de las cosas que, de crío, no te pasaban.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Vuelva usted mañana

España está llena de tradiciones. Ayer mismo, en Tordesillas, Valladolid, se llevaba a cabo por enésima vez el asesinato de un animal a base de disparos de dardos por el simple ocio del pueblo. Es la primera de las muchas de nuestro país que ahora se me vienen a la cabeza. Como esta, otras tantas son muy conocidas, pero hay otras que, más que tradiciones, son malas costumbres que la gente hace suyas y que pasan desapercibidas ya para los ciudadanos, tal que si faltara te extrañaría tanto como el ver una foto de una playa del caribe sin el cocotero de turno. El caso es que una de esas costumbres debía ya existir a principios del siglo XIX, porque Mariano José de Larra la ejemplificaba con un ensayo que nos hicieron ver en Bachillerato y que, al parecer, fue publicado en 1833, cinco años antes de su muerte. El título, Vuelva usted mañana, reflejó en su momento la realidad de un sistema burocrático lento y penoso, que hace de un papel por rellenar una verdadera cruz que cargar a las espaldas durante un periodo de tiempo exagerado. Desgraciadamente, un nutrido porcentaje de los funcionarios de nuestro país (no todos, no se puede generalizar nunca) ha conservado esa costumbre tan mala de desesperar al personal, y aún hoy, en pleno siglo XXI, los ciudadanos sufrimos la incompetencia de muchos de estos serecillos que, al ver un papel, parecen acordarse de que tienen que ir mismamente a cambiarle los dodotis al perro; lo que sea con tal de darte por culo y no hacer su trabajo.

Y es que muchos funcionarios que maman de la teta del Estado o de las Autonomías (nada más y nada menos que un 28% aquí en Extremadura, porcentaje realmente alto, un índice más de la pobreza de la región) se ajustan a un perfil muy típico y característico: este animal, al que se ve la mayor parte del día desperezándose o socializando a carcajadas con sus semejantes, tiene la costumbre de desayunar tres o cuatro veces al día, prolongando las tres o cuatro tazas de café en el tiempo durante media hora cada una. Y es que, precisamente, otra característica de estos individuos es la de jugar con el tiempo de los demás como si fuera chicle: cuando te digan ''media hora'', en realidad te están queriendo decir ''media semana''; y cuando te digan que vuelven en un segundo... Su deporte favorito, tocarse las pelotas; y en el descanso de tan agotadora actividad, tocarle las narices a los pobrecitos que, ahogados en mareas de papeles inútiles que rellenar, se presentan en vano en las oficinas de atención al público a la hora a la que les han pedido, sin saber que, por regla general, su actividad lleva un retraso colosal. Visten bien, viven bien, cobran mejor: todo un especímen que lejos está de quedar en peligro de extinción. Y es que, por si fuera poco, son completamente invulnerables. No tienen luz verde para comportarse como koalas, pero lo hacen porque les sale de los cataplines, y no hay quien pueda con ellos.

Cuando cumples los 18, aquí entre amigos, solemos decirnos unos a otros: ''Bienvenido/a al mundo burocrático''. Y es que es el momento en que tu firma ya vale lo que tiene que valer para esta gente, pasando automáticamente a ser una de sus nuevas presas. Efectivamente, así fue para un servidor, que se tomó a cachondeo la frase cuando se la dijeron el 8 de Julio del año pasado. Mi despertar a este mundo tan emocionante tuvo lugar este verano. Me examinaba por tercera vez del carné de conducir. Diez de la mañana, una ciudad de Extremadura. El examinador se retrasa media hora (llega a las diez y media). Nervioso, entra en el coche y me pide que eche a andar. Me da unas cuantas indicaciones y se pone a hablar por telefono de un negocio de tarde que tendría algo que ver con las ovejas. Gira a la derecha (giro a la derecha). Continúa prestándome de todo menos atención, hasta que de repente suelta: me estoy empezando a cansar de su falta de velocidad caballero, le advierto que no le aviso más. Menos mal que llego a un semáforo que está en rojo. A partir de ahí, autovía unos metros, cojo velocidad (el tío me pone falta por acelerar demasiado ahora). Salida a la derecha, fin de la prueba. Le pregunto que si he aprobado, y con muy malas maneras me manda a tomar un café, a ver si espabilo. Me aprobó con seis faltas: tres de velocidad, una calada, un problema con la caja de cambios y un intermitente. Al volver a casa, el profesor de autoescuela me dijo: ¿te acuerdas de cuando te pidió que fueras más rápido? Sí, cuando un camión invadía medio carril derecho y venía un coche por el izquierdo... Si llegas a acelerar, te piso yo el freno (se entiende que hubiera sonado un pitidito que indicaría la ayuda del profesor y por tanto el suspenso directo) y se te acaba el examen. Al parecer, me explicó que el señor venía cabreado, y que solía hacerlo. Y desde luego, no hizo falta corroborar el asunto: a las dos compañeras que vinieron conmigo las suspendió tras ponerle el examen peor imposible. Fue la primera vez que la idea de hoja de reclamación pasó por mi cabeza volando... Mas que nada, por mandarme a tomar un café.

No mucho después, me presento en la comisaría de Policía para la renovación del DNI, teniendo estos que darme ya el electrónico. Eso si, llamo dos días antes para pedir cita y me sale una máquina (que trabajen ellas, verdad...) diciéndome que va a darme como opciones dos fechas como posibles para presentarme, después de tenerme cinco minutos dándole a botoncitos para indicarle de todo. La primera, para las dos menos cuarto de la tarde del viernes (cinco días después); y la segunda, para las once de la mañana del último día de Julio. Mandé a la máquina a tomar por culo después de cinco llamadas (a veces la muy puta se colgaba sola o le daba por no entender lo que le ponías) y me presenté a las siete de la mañana el día que digo, al reparto de números. Al entrar, un señor calvo y bajito me mira con cara de asco. La cosa fue la siguiente.

- Para cuando quieres... - dice mirándome por encima del hombro
- Cuanto antes si no le importa - digo yo, un poco extrañado - mi autobús sale a las doce y media y no me puedo quedar hasta más tarde.
- Número 040, a las doce... - concluye - ¡Siguiente!

Si bien mentí como un cochino (no volvería al pueblo en autobús, sino con el profesor de la autoescuela con el que damos prácticas, pero no era plan de hacerlo esperar hasta tarde ya que vuelve siempre a la una) el tío me quedó jodido como nada. No solo por eso, sino porque detrás mía pasó una rubia mas o menos mona y joven y le dió el 012, citada para las nueve y media de la mañana. Llegada la hora de autos, como no, diez minutos más tarde de lo que me avisaron, me sientan delante de un tio gordo con cara de bóxer que empieza a marearme con datos. Mientras busco las fotos, critica mi tardanza (a los cinco segundos de empezar a buscarlas me dijo que por qué no las traía ya preparadas... se tendría que ir a por el cuarto café de la mañana, o a echar la undécima meada), y me hace firmar en un papel, que me retira de enfrente antes de que acabase de echar el garabato (tendré un DNI con una firma incompleta durante los próximos diez años por culpa de un inútil sin vocación para tratar al público). Me pide poner el dedo en una pantallita con luz roja y que lo resbale de izquierda a derecha (¿Qué dedo? ¿De qué mano? ¿Cómo que lo resbale?). Al ver que no reaccionaba, se permitió el lujazo de arrearme un golpe en la mano como quien da a un niño pequeño un escarmiento para que no recoja mierdas del suelo. Golpe leve, pero que dejó patente su mala educación. Escaneó mi foto, la puso microscópica y a los diez minutos (si, sólo diez esta vez) ya me tenía el carné hecho. Éste no dijo ¡Siguiente! de momento, si no que se puso a conversar animadamente con la pava que tenía al lado. Ya de camino al pueblo, el profesor de autoescuela me pregunta que si he cambiado la clave, que la que me dan es muy larga. Qué clave, pregunto inmediatamente. Y me responde que la del DNI. Si es electrónico, tendrás que tener una clave para votar por correo y eso... ¿no te has leído el folleto? Vamos, que al buen hombre se le olvidó algo tan esencial como darme la clave del DNI e informarme de tal cosa con un folleto. Todo un incompetente.

Y lo mejor de todo viene ahora, y cuando digo ahora es porque a estas horas sigo batallando por terminar de mover ficha. Estoy sumergido en un mar de papeles que me piden para matricularme en la universidad. Y hay momentos en los que ya pienso que directamente me ahogo, porque es tal la impotencia que me invade ahora que si tuviera delante a quien ha hecho que lleve peleando desde el lunes para coger plaza me liaba a guantazos limpios con el, y eso que no me caracterizo por violento. Me dicen el viernes - una amiga - que el trámite lo puedo hacer por internet, ahorrándome así irme antes de tiempo a la ciudad. Que es fácil y rápido, y que solamente tienes que enviar un fax con los datos de la beca y tal, para que a las dos horas te den vía libre para tramitar el asunto por internet. Como el viernes ya era tarde y no me pillaba en casa - estaba en Guadalajara - envío el fax el lunes con los datos de la beca, claro está, después de asegurarme de que así tenía que hacerlo. Llamo al centro y me dicen que efectivamente, que con el fax me abren la vía para tramitar la matrícula. Envío el fax lo más rápido que puedo, pero pasan las horas, el incluso el día (llega el martes) y sigo sin poder acceder a la zona de matrícula. Llamo y la de la centralita me dice que no puede ser, que si han recibido el fax ya debería poder entrar. Te paso con Secretaría, dice la señorita (después de haberla llamado yo cinco veces, con resultado de tres veces comunicando y dos descolgando el teléfono pero no contestando, tal que yo sólo oía la juerga que se traían entre manos); y Secretaría me pasa con Administración. Me sale un señor con voz de ultratumba y me dice que me he tenido que inventar lo del fax. Que con el fax no vale. Que quién me ha dicho eso (secretaría, respondo) y que eso no puede ser. Que se necesitan los originales. Total, que dos euros de fax a hacer puñetas, y siete ochenta menos para enviar el asunto por correo urgente al poco rato (previa rellamada a secretaría para preguntar la dirección, después de que la centralita me cogiera el teléfono y me dijeran que cómo me habían dicho que con el fax no podía... Me están mareando, señorita, acerté a decir). Total, que la batalla concluye y hay descanso hasta esta mañana, cuando, después de horas de espera (y siete llamadas, con resultado de seis veces comunicando y una en la que, después de treinta segundos de tonos de llamada, van, descuelgan el teléfono y lo vuelven a colgar), llamo a la una para ver si los de Correos me habían estafado y la carta no había llegado. Se escucha preguntar por detrás por si ha llegado el correo, dicen que si, que ya tienen el mío. Te damos paso en media hora, me confirman, y un extraño alivio me hace suspirar.

Total, que cuando son las seis y media de la tarde, podemos afirmar que la media hora (que concluía a las 13:40 de la tarde) se ha estirado como un chicle, porque, ¿a que no lo adivinan? Sigo sin poder realizar la matrícula. ¿Qué me dirán mañana, cuando vuelva a llamar por enésima vez? Posibles opciones:

A. No te valen los papeles, y ayer estábamos borrachas y no nos dimos cuenta.
B. Perdona majo, pero se me olvidó darle al botoncito.
C. Es que hubo una catástrofe nuclear ocasionada por la ineptitud de Homer Simpson, y se quedó la ciudad sin internet.
D. ¡Ay!, disculpa. En media hora lo tienes...
E. Vete a la mierda, pesado, y déjame desayunar.

Cualquiera de las cinco me vale, y de corazón espero que me digan mañana. La guerra continúa.

Con todo esto, quede claro ya para terminar, no quiero decir que todos los funcionarios de nuestro país - por suerte - sean unos vagos desgraciados. Esto de lo que yo hablo pasa especialmente en aquellos sectores dedicados al papeleo, y sobre todo en el campo de lo legal. Los funcionarios de salud, por ejemplo, médicos y enfermeros, no están tan aferrados a este tópico (aunque hay excepciones, desgraciadamente, y muchas, de médicos sin vocación que se metieron en la carrera para forrarse a pasta). Con esto quiero señalar, a modo de denuncia que no va a leer ni el gato Garfield, que esta gente se cree con poder para hacer lo que les dé la gana, y que nadie hace nada por detener esta tiranía. Que ellos son el más vivo ejemplo de pandereteo que hay en este país de la pandereta, en el que parece que todo vale. Que muchos de ellos no conocen ni de lejos ese estrés del que hablan de vez en cuando. Que tenemos que evitar que esto pase, porque a veces queda todo en un descalabro de papeles, pero en algunas ocasiones puntuales ocurren verdaderas desgracias derivadas de la incompentencia e ineptitud de algún gilipollas chulo (véase el juez(*) que se limpió el culo con los papeles en los que debió condenar a cárcel a un pedófilo, dejándolo en la calle y convirtiéndolo automáticamente en el asesino de Mari Luz Cortés). Que no hay mayor satisfacción que la de llegar al acabar la jornada a casa o al punto de reunión con familia o amigos, y sentir que has hecho bien tu trabajo, que lo has hecho lo mejor que has podido. Que te has ganado el sueldo.

Las fuerzas del bien me libren de ser unos de estos gañanes, porque el día que me diera cuenta de mi inutilidad se me caería la cara a pedazos de la vergüenza. No es lo mio tratar a la gente como si fuera una puta mierda, llevarme un sueldazo para los tiempos que corren que no me corresponde, habiendo personas mucho más cualificadas en la cola del INEM. Por lo demás, la próxima vez que vayan a un centro burocrático, encomiéndense a quien haga falta, por lo que pueda pasar.

(*) No hay mejor ejemplificación de la vulnerabilidad de estos sinvergüenzas que la condenilla de pacotilla que le han puesto al tal juez Rafael Tirado. 1500 € por la citada limpiada de culo. No creo que la vida de esa pobre niña valga sólo eso.

sábado, 30 de agosto de 2008

Drácula debió ser español

Vlad III. Vlad Tepes de Valaquia, en lo que hoy es Rumanía. Figura histórica que habitó los salvajes bosques plagados de lobos de esta región de los cárpatos durante mediados-finales del siglo XV. Heredó de su padre, Vlad II, miembro de la orden del dragón (fundada por Segismundo I de Hungría con el fin de defender el catolicismo frente a la ofensiva otomana que se alzaba desde Turquía), el citado principado tras una infancia traumática en la cual ya demostraba pasión por la parte más profunda del castillo de su padre: las mazmorras. Fiero tanto contra el enemigo como contra los súbditos que le seguían desde su reino: comenzaba el día empalando (insertando estacas por el ano de cualquier desgraciado para después anclarlas en el suelo y dejar que la puntita del madero se deslizase por acción de la gravedad desde allí hasta el hombro, reventando todo órgano que se cruzase en su camino, excepto el corazón, que para eso se orientaba debidamente, posibilitando así que el individuo no perdiese la vida demasiado pronto como para no sufrir lo suficiente) y se acostaba mojando el pan de la cena en un cuenco que recogía la sangre fresca de los que habían caído ese día. Por cualquier detalle sin importancia trinchaba como un pavo a cualquiera: se cuenta que paseando por la zona de empalamientos con un monje, este se mofó del olor a muerte que desprendían los cadáveres, los cuales se tenían durante semanas en su posición para acojonar al enemigo. Eso le mereció ser empalado en la más alta de las estacas. Antes de morir, Vlad le preguntó que si ahora su delicado olfato seguía percibiendo la pestilencia. Sin duda, este hombre de cara amarilla como la cera, de nariz larga y pelos de barbie princesa rizada se ha ganado en la historia el título de sádico, morboso y sangriento, ávido de desgracias.

Pasan los años, y muchos no aprenden de los errores. Por suerte, hoy ya no se empala a la gente, ni una broma puede costarte la vida (a menos que no des con un yonki desgraciado que tenga un mal día, o cosa por el estilo). El tiempo ha hecho que el ser humano se civilice más, que se preocupe de sus problemas cotidianos y se olvide de los ajenos. Las religiones, que permitieron (y en paises subdesarrollados, permiten) cosas como esta, van desinflándose muy lentamente, y poco a poco dejan paso (por bueno o malo que eso sea) a una sociedad más hedonista, más comodona y que busca divertirse y ser felices en la vida (que parece ser que solo hay una). Por suerte, las cosas comienzan a ser así. Pero todavía queda en nosotros un resto del pasado. En muchos, parece que la tragedia despierta un interés morboso. Más de dos y más de tres disfrutan con cada detalle, por milimétrico e insignificante que sea, que se ofrece sobre una catástrofe. Algunos siguen disfrutando internamente, aunque por fuera aparenten, y en cierto grado sientan, pena por una familia que sale llorando la muerte de un hijo. Y eso, en España y en otros países, parece que gusta un rato. Nos mola la sangre, quizás seamos descendientes de drácula.

A lo que vamos: el pasado día 20 de Agosto un avión sufrió x fallo (humano o mecánico, dejémoslo en manos de los expertos, que bastante tiene uno ya con la botánica) y, cuando estaba a punto de despegar, para llevarse a Canarias a turistas y residentes, cayó en un descampado y estallo, llevándose por delante la vida de 154 personas. Hasta aquí los hechos, y a posteriori, las imágenes de la desgracia que los medios de comunicación no dejaban de emitir. En principio, esto me resulta normal, porque no pasa todos los días (por suerte), y por lo tanto merece un especial informativo de unas horitas de duración en la que se informe al personal de lo ocurrido, dando los detalles de la forma más clara y correcta sobre lo sucedido para que el ciudadano, entre otras cosas, comprenda que se trata de una situación puntual, que no ocurría desde hacía más de 25 años, y que no es normal tener miedo a un avión. También se debe informar para que, entre todos, y en la medida de lo posible, podamos evitar que esto vuelva a suceder (extremando las precauciones en nuestras propias labores para no ser negligentes con aquellos a los que tendríamos que atender, seamos de la profesión que seamos), o bien acompañar espiritualmente (quienes recen a su dios) o personalmente (en minutos de silencio y respeto) a los familiares y amigos de los fallecidos. En un país perfecto, ese informativo acabaría a las dos horas de haber empezado, y sólo los medios serios y especializados como ellos deberían seguir informando al espectador de los avances de la investigación, labores de identificación, etcétera.

Pero, no se otros, pero España no es un país perfecto. En España hay que ir más allá, para saciar la curiosidad total del espectador, sobre todo de aquel que cuando viene un amigo del entierro de otro que se accidentó en una carretera, le pregunta algo del estilo de ''¿y la madre lloraba mucho?'' (esperando una respuesta del tipo: ¡ay! si, si hasta vomitó de la pena delante del altar de la iglesia...). Resulta vergonzoso ver como los periodistas de programas de la prensa rosa atacuñan la alcachofa en la boca a algún nervioso individuo para preguntarle que a quién llevaba en el avión, y que si saben si ha muerto. Sinceramente, no se qué coño pintaba Gonzo, el mismo que hace nada se cachondeaba de unos y otros con unas gafas negras en los ojos y otro par en la mano, haciendo conexiones en directo con la típica reportera que en otras estaría cubriendo la posibilidad de matrimonio de la cascada Duquesa de Alba (¿qué dice esta señora cuando se quita el sujetador en le cuarto de baño? ¡¡Que fríiiiio está el sue-e-e-e-elo!!...), poniendo cara de circunstancias para subir la audiencia. No se preocupaba el señor presentador de El método Gonzo mucho de las labores de rescate de los bomberos, o de las declaraciones primeras de Spanair; sino más bien de arrimar la alcachofa las personas que, sin poder creer lo ocurrido, y seguramente con cosas mejores que hacer que hablar con él (como enterarse de la suerte o desgracia de su familiar), vagaban como zombies por el aeropuerto sin explicarse lo que pasaba. Ya era lunes ¡¡25!!, cinco días después del accidente de marras, cuando todavía los señores del programa Visto y oido (ese programa de cuatroº que se nutre de la desgracia humana - pronto comentarán como la Pepi la del 1ºA de sabe dios qué edificio de qué calle de qué pueblo se hizo un corte pelando cebollas), corrían con sus cámaras y sus pseudo-reporteros a las puertas de las iglesias para robar a las familias un momento en el que lo que menos desean (seguro) es salir en televisión. Buscaban con la cámara los ataudes, los comentarios más desagradables (la cadena de oro de mi hija estaba derretida, decía una madre con un huerto de estos simpáticos vegetales delante en Barajas), los que más se revolvían en la parte más despreciable de la desgracia (es que están desfigurados completamente, hechos carbón, dice otra), las caras más llorosas o extrañamente serenas (como la de un padre que había perdido a su hija y a su nieta, y los de la tele no se cortaron en sacar). Y hasta los de España Directo, el programa de tve1 que se dedica a contar las aventuras y desventuras de nuestros mayores, llevando a los pobres reporteros al quinto coño para contar simplemente cosas como Este pueblo se disputa con el de más allá ser el de mayor altitud sobre el nivel del mar de todo el país, desempolva hasta la última de sus cámaras y se las lleva al acoso y derribo de los habitantes repentinos del aeropuerto madrileño. Y el remate de los tomates (y es que la palabra tomate recuerda ya mucho, por el hediondo olor que despide, a este programa que ahora menciono) lo tiene ya Está pasando, el programa que presenta el tío más morboso del panorama televisivo (en compañía de una mujer florero), aquel que pone la misma cara para presentar al plasta vividor del Peñafiel para que hable de lo delgada que está Leticia Ortiz que para comentar la desaparición de Maddeleine McCann. Estos ya, sencillamente se cortaron poco, y juntaron todos los defectos que he mencionado de los programas anteriores. Telecinco, el canal que inventó, desarrolló y potenció la telebasura (telemierda, telerrepugnancia, teletruño, telemorbo...) tenía que estar a la cabeza del acontecimiento. Sólo falto que tve2 dejase los deportes y pusiera a los lunnis explicando el mecanismo de frenado de emergencia de un MD82.

En resumen, que la tele ha vuelto a dar ejemplo de lo que no se debe hacer, de cómo no se debe ser si se quiere llegar mentalmente sano a viejo. Hasta un juez tuvo que pedir a estos dráculas de la era moderna que se limitaran a tratar tan seria información simplemente en espacios especializados para ello, como un telediario o un programa cuyo debate no se base generalmente en la medida del único atributo que dicen que posee Dinio García. A pesar de todo, parece que la gente ya empieza a huir de semejantes esperpentos televisivos, y al final fue el especial informativo de tve1 quien se impuso con un 27.4% al morbo y a la sangre. Parece ser que el panorama televisivo va a cambiar: No solo han desaparecido en cosa de un año programas sensacionalistas (= mierda) como Aqui hay tomate, A tu lado (que llegó a una situación de frenazo puro en la que ya se hizo ''famosilla'' hasta la prima del amigo del sobrino de Kiko Hernandez, el que quedó tercero o cuarto en uno de los GH), Salsa Rosa o A tres bandas; sino que, después de casi dos años metiéndose al público en el bolsillo a base de truños del tamaño de Gran Hermano o La isla de los famosos, telecinco no solo no se va a llevar el primer puesto de audiencias (sistema aparte poco fiable, pues 10,000 audímetros representan a cuarenta y seis millones de españoles), sino que va a caer al tercero.

Es bueno saber que, al menos, vamos avanzando.

miércoles, 30 de julio de 2008

¡Que te den, Sunyé!

Este hombre, cuando son las siete de la tarde del penúltimo día del mes de julio de 2008, no sabe en el berenjenal en el que se ha metido.

Siempre, amigos, hay alguien que está por fastidiar, pase lo que pase. Siempre nos encontraremos con algún volado que no sepa expresar su opinión de la forma más correcta. Y, tratándose de la relación amor-odio existente entre ciertos sectores del binomio Cataluña-Extremadura, siempre habrá quien vierta su odio nacionalista sobre aquella de las dos regiones en la que no vive. Hoy no le ha tocado a ningún extremeño españolista o regionalista soltar alguna perla sobre Cataluña. Eso, quizás otro día. Hoy le ha tocado a un independentista radical catalán tocar las narices al común de los extremeños. De lo que no se acordará este señor - o de lo que no se habrá dado cuenta - es de que Extremadura es un tema intocable para los extremeños. La queremos como si fuera nuestra madre, y, como hijos, salimos en su defensa cuando se la ataca de semejante forma.

Les pongo en situación, por si todavía no se han enterado de lo que se ha montado: El señor Lluis Sunyé, cabeza visible del binomio político Iniciativa per Catalunya Verds - Esquerra Unida i Alternativa en su candidatura para las elecciones del pasado nueve de Marzo por la provincia de Tarragona, así como concejal de Torredembarra, dentro de esta provincia; ha hecho público en su blog, donde hace amago continuamente de una ideología respetable como cualquiera - el independentismo catalán - pero despreciable cuando se convierte en representación viva de violencia callejera y ataques verbales a personas y grupos, la imagen que ustedes ven en la cabecera de este post. En ella invita a la población catalana a apadrinar a un niño extremeño, imagen que asocia a los harapientos y desaseados bebés que aparecen en el cartel, por 1,000 euros al mes, ya que, siempre según este señor, no nos basta con el 8.7% del PIB, porcentaje que, según las balanzas fiscales publicadas recientemente por el Gobierno de España, es el que pierde cataluña, aportándolo al Estado (y por obra y gracia del Espíritu santo, según el sujeto, recibiría íntegramente Extremadura, como si ésta se lo arrancara literalmente de las manos céntimo a céntimo). Extremadura sale como la gran beneficiaria de las arcas nacionales, ya que, debido a las dificultades que tiene para avanzar en el terreno económico, recibe un 15.5% de su PIB del estado, lo que significaría que recibe más de lo que aporta. Un eslogan, Extremadura needs you (te necesita) completa la monstruosa pancarta, que ha levantado en la tarde de hoy una fuerte polémica mediática que ha hecho que este señor haya eliminado de su blog, Articles i reflexions, el comentario, en el que aducía que, con semejante acción de apadrinamiento, Cataluña se quitaría el sambenito de tacaña e insolidaria. Quizás debiera tener en cuenta este señor el hecho de que se trata de un descendiente de charnego (nombre ¿cariñoso? que se dedica en Cataluña a las personas andaluzas, extremeñas o de otra región española en menor grado que van a vivir allí), concretamente de su madre o abuelo paterno, apellidado Morales, que al parecer era de Lorca, Murcia.

Las balanzas fiscales arrojan, quizás, la certeza evidente de que Extremadura recibe más del Estado español de lo que ella misma le aporta. Esto es así por las evidentes dificultades económicas que arrastra nuestra región durante la Historia, especialmente desde que Franco se olvidó de ella - bastante tuvo el sujeto este con venir a inagurar algún pantano, embalse, etcétera; o con realizar un discutible Plan Badajoz para repoblar esta provincia - para favorecer otros núcleos industriales como Huelva, Cataluña, Madrid, el País Vasco o Galicia. Desde los inicios de la democracia, la región ha hecho un enorme esfuerzo para que la imagen de Extremadura, matizada con unos toques de pobreza y destrucción con ligeros repuntes de despoblación, desindustrialización, salvajismo y retraso, desaparezca para siempre de las retinas de los españoles y los ciudadanos del mundo. Y el que viene a nuestra tierra, desde luego, se va con una agradable sorpresa al comparar el lugar con esa imagen que traía, a modo de triste predisposición, cuando nos hizo la visita. También, lo que esas balanzas no cuentan y omiten, por tanto, es que muchas empresas ubicadas en extremadura, empresas que utilizan recursos extremeños y que están movidas por trabajadores extremeños, no cotizan para la región al ser pertenecientes a empresarios afincados en otras regiones. Sin ir más lejos, tres ejemplos: La empresa de conservas vegetales APIS se vale de fábricas ubicadas en las Vegas del Guadiana y de trabajadores de los pueblos anexos para obtener la materia prima, principalmente tomates, para elaborar sus productos dentro de la provincia de Badajoz. Sin embargo, como la empresa fue comprada por empresarios catalanes en su dia, cotiza hoy en Cataluña, con lo cual esa riqueza, generada realmente por extremeños y por materia prima extremeña, no cuenta como propia de nuestra tierra sino de Cataluña. El segundo ejemplo se basa en el hecho de que tan solo un bajo porcentaje, quizás cercano al 10%, de la energía que se origina en la central nuclear de Almaraz (concretamente en los complejos denominados Almaraz I y Almaraz II) es utilizado en Extremadura. El resto, aunque producido aquí con maquinaria, empleados y empresas extremeñas, se consume fuera exportado por empresas eléctricas nacionales que cotizarán en los lugares donde tienen su sede máxima. Finalmente, y a mi pueblo me remito, las decenas de fábricas de corcho que se nutren de la corteza de alcornoques extremeños, de maquinaria ubicada en las afueras de San Vicente de Alcántara, Mérida, etcétera; y que se transforma gracias a las manos de trabajadores extremeños, cotizan de nuevo fuera. ¿Qué le queda a Extremadura? evidentemente, poco. Luego esto de las balanzas fiscales, si tuvieran en cuenta algunas cositas, se verían un poco más apretadas, quizás, de lo que han salido.

En resumidas cuentas, si los extremeños nos caracterizamos por algo será no tanto por sucios, harapientos, necesitados o pobres - que en el 99.99% de los casos no es así - sino por el orgullo que sentimos todos por nuestra tierra, por un lugar vulnerable en todos los sentidos - político, ecológico, etcétera - al que debemos proteger. Es normal, señor Sunyé, que haya recibido usted hoy semejante oleada de reprobaciones. Y merecidas se las tiene. Queme usted todas las banderas que quiera. Haga arder fotos del rey y de toda su jarca. Salga a manifestaciones catalanistas, defienda la existencia de los paises catalanes. Haga lo que quiera, pero sería tonto si volviera a atentar de semejante forma contra un pueblo tan numeroso y defensivo como el de Extremadura. No necesitamos que nos apadrinen, creame. Y ojalá sigan viviendo muchos niños en esta tierra, y crezcan con la magia de sus campos, de alcornoques e inocencia. Ojalá muchos se ensucien jugando con la arena de las dehesas a construir edificios cargados de progreso, sueños e ilusiones. Y ojalá, si emigran a Cataluña, para hacer avanzar una tierra que no es la suya, pero que les garantiza una estabilidad económica quizás fruto a su vez de aquellos que se fueron en su tiempo de este y otros lugares a moverla; si lo hacen, digo, recuerden con alegría los días en los que jugaron con sus amigos en las calles y parques de la región; o los que tuvieron la suerte de salir al campo para tomar contacto con la naturaleza, sus raíces, y crecer como personas. Ojalá lleven siempre su tierra en el corazón. Y se lancen, como hago yo hoy, emigrante parcial a Salamanca, contra gente que hace el ridículo de semejante manera como lo ha hecho usted con su comentario.

sábado, 26 de julio de 2008

El dinero y la felicidad

Hoy me apetece hablar del dinero.

Tiene, quizás, tantos sinónimos como el miembro viril - véase la poética canción del pene de Leonardo Dantés. Pues si, tiene nombres varios (imagínenselo, si quieren, con la misma melodía de la cancioncilla): pasta, plata, perras, guita; money, pavos, blanca, chavos... Todo nombres para designar a uno de los motores del mundo, causante de muchas de las guerras que vive actualmente nuestro mundo; culpable silencioso de otras que tuvieron lugar en el pasado siglo XX y que es mejor olvidar; y elemento presente en aquellas otras en las que, a lo largo de la historia, formó un cóctel mortífero en conjunto con otra de las musas de la desgracia que han llevado al hombre a hacer barbaridades (la religión) como, por suerte, pocas veces se ve. Si lo pensamos bien, se ha convertido hasta tal punto en un referente de la especie humana que, en todo momento, lo estamos gastando: yo ahora mismo estoy utilizando una energía eléctrica que cuesta cierto dinero. La conexión a internet, incluido el aparatito wifi que me la trae al patio donde estoy sentado con este ordenador de dos años y medio que también costó lo suyo, también consume. La ropa que llevo puesta cotiza al desgaste, a milésimas o diezmilésimas de céntimo por cada segundo que la llevo puesta (eso se evaluaría el día que cumpla su ciclo vital, si se conociese lo que costó mi pantalón corto de pijama y la camiseta de la Universidad de Salamanca que llevo para dormir y el tiempo exacto que la he tenido encima). Y, como me apetece un vaso de leche, vamos a continuar gastando. Si lo piensan, hasta en lo más mínimo derrochamos: al andar por la calle gastamos la suela del zapato, y de nuevo perdemos dinero (milésimas de céntimo, diezmilésimas... según lo que nos duren las botas). Cuando dormimos, utilizamos colchón y mantas que están cumpliendo un periodo de vida útil que para nosotros comenzó cuando abonamos la cantidad que pedían por ellos. Quizás la única forma en la que un ser humano dejaría de gastar dinero sería irse a lo mas profundo de un bosque, desnudarse completamente, sentarse en una roca y esperar a que entren ganas de gastar dinero. Y cuidado no vengan los del SEPRONA y les de por multarte por imitar a los animales. Con esto quiero hacer entender a la gente que somos máquinas de gastar dinero, no en potencia; si no en acto. Ahora mismo, mirando esto, usted está gastando dinero. Bajo ningún concepto quiero representar mi tacañería, pues no tengo ese defecto.

Y es que, amigos y amigas, no podría tenerlo. No al menos por ahora, porque como en edad universitaria que estoy - y dado que no trabajo ni en verano, algo que intentaré corregir cuando no me persigan cosas del tipo de los ascomas de tipo apotecio, peritecio y cleistotecio (recuerden que abandoné la asignatura de Botánica en su momento para retomarla en verano) - soy un parásito obligado de mis padres, esos seres que, gracias a instintos animales de amor exagerado hacia sus hijos, mezclados con la luz de la razón, me permiten estar gastando ese dinero que les he mencionado. Son ellos los que me proporcionan la comodidad que necesito - incluso más; los que me tienen, en muchos casos, hecho un señorito. Son los que hoy permiten que hable del dinero como espectador y usuario, no como individuo a quien cueste ganarlo. Y eso no es un punto a mi favor, en principio. Pero como estudiante - de Farmacia, en mi caso - que soy, me preparo con cada segundo que miro esos apotecios en los apuntes para ser uno de esos individuos. Y puedo permitirme, si me dan licencia, mirar el futuro con ciertas ideas. Se las cuento.

La prosperidad de un farmacéutico recien licenciado, según es bien sabido, está en tela de juicio y depende de muchos factores. Se habla de que las notas aventajarán a unos y llevarán a otros al montón, aunque eso se dice en todas las carreras, y probablemente en todas sea una brutal y decorosa mentira. Y más en Farmacia, donde unos ya se llevan la oficina de venta del padre o la madre como lote de herencia (y no se los puede culpar, en absoluto, de querer seguir con el que sin duda es uno de los negocios más caros a pie de calle de este país, pero uno de los que más dinero y estabilidad, por eso de que a la farmacia vamos sí o sí, para el que la posee). Para muestra, el caso de dos personas a las que no voy a mencionar, por el debido respeto; ambas licenciadas en Farmacia. La primera acabó de estudiar la carrera catorce (si, han leido bien) años después de comenzarla; y la segunda la terminó en el tiempo de rigor, los cinco años de la titulación. Sin embargo, la de la casi década y media ganará, al mes, a saber si catorce veces más que la persona que la obtuvo en el tiempo estimado. Todo porque heredó de su padre una oficina de farmacia que a la vez, su padre (al que la hija quitó el record de años en la estirpe de boticarios), heredó de sus ancestros. De la segunda persona hay que decir que acabó como farmacéutica adjunta, cobrando relativamente poco. Es, sin duda, una carrera en la que queda de manifiesto que no siempre gana la partida el que más se esfuerza y el que más sabe. Pero repito, no pretendo culpar a las personas que tienen el negocio asegurado, porque muchas de ellas son personas de gran calidad. Simplemente, y aunque les parezca mentira, es hora de decirles a todos que no les tengo envidia.

Me paran por la calle y me dicen: ¡cuando pongas la farmacia, acuerdate de tu vecina eh! No me queda más remedio que reirme y, dada mi sinceridad absoluta, decir la verdad en dos frases: Señora, esos negocios valen un ojo de la cara y no estoy para saquear a mis padres. Y, además, no estoy por amargarme la vida. Y es que solo basta con imaginar la vida de una persona que, día tras día, se coloque tras un mostrador a expender medicamentos. Seguramente, y así es como me la imagino yo, trabajará sola o casi sola. Posiblemente sin nadie alrededor con quien hablar sobre cosas verdaderamente importantes en la vida; sin alguien a quien invitar a cenar o a salir al cine, o quien compartir experiencias. Solo con la gente de la calle, que vendría, haría un comentario rutinario sobre el tiempo o sobre el bombo de la hija de Paqui, la hija de la coneja y del menguao, y su origen paternal; y se marcharía. Que quieren que le diga: el dinero para ellos. Yo prefiero trabajar en un lugar donde todo mi conocimiento se aproveche, como jefe o, mejor, como empleado, con iguales en corazón y en mentalidad, con gente con la que reir mientras que prepara una emulsión o con la que descansar, en el cine o en el Japón, cuando se cuelguen las batas blancas en la percha de la entrada del laboratorio. Prefiero ser rico en ese sentido, ya lo he mencionado muchas veces. Quiero que en un sitio así concluya, en principio, mi búsqueda de amigos y de alguien con quien compartir mi vida, búsqueda que hasta el momento es poco fructífera y dudosa pero que continuará, ahora y en septiembre. Prefiero buscar hasta hartarme gente a la que le guste mirar las estrellas, o estar juntos por estar juntos, viajar y disfrutar de la compañía de los demás aprendiendo y caminando en la vida; buscarlos y encontrarlos, aunque acabe cobrando dos mil euros (o tres mil, que uno tampoco es gilipollas como para dejarse explotar). No quiero ser pobre, es uno de mis mayores miedos. No quiero ser tan pobre que solamente tenga dinero.

Por eso es por lo que, para mi, el dinero no da la felicidad. No me hartaré de repetir que los ratos más felices de mi vidas me los han proporcionado mis amigos, aquellos que nos queríamos sin más - sentimiento que no acabo de recuperar ahora de adulto - y cuyo corazón estaba lleno de canicas, barajas de cartas, videojuegos de la vieja Sega Master System, pelotas de goma, globos de agua, edificios estáticos con portales oscuros en plena madrugada para esconderse y no dejar que te encontraran, una imaginación a prueba de bombas (pero no a prueba de Tiempo), inocencia y ganas de ser feliz. Son los ratos en los que menos dinero he gastado, y, sin embargo, los que echo de menos en noches como esta, en las que te asusta lo solo que puedas estar en el futuro. Me dan pena esas personas que lo dan todo por un poco más de dinero. Las que hunden negocios enteros y familias inocentes por haber especulado en su tiempo, o por haber movido fichas que creyeron les traerían un yate nuevo al puerto. Las que son tan pobres que solo tienen dinero, como ya he dicho. No quiero ser como ellos. Y si tengo exceso de dinero, todo sea en que el que les escribe mantenga una promesa que hizo de donarlo a ONG's. Ya saben, solo quiero un sitio en el campo, en una finca no muy grande, ni mucho menos un latifundio; una piscinita mona, un trabajo estable como farmacéutico (tan estable como interesante, que ponga a mi imaginación nuevos retos y posibilidades para ayudar a los demás con mi acción), y gente que me quiera a mi alrededor, a todas horas del día. Y, claro, a la que querer.

Y ojalá que a ellos les importe el dinero lo mismo que a mí: lo justo y lo necesario. Seguiremos buscando. Háganlo también si quieren.

jueves, 26 de junio de 2008

De la validez de la tradición

Otra vez, buenas noches.

Hablaba yo ya el otro día de que llegan tiempos de alegría y de sol para todos: la oscura noche se acorta para dejar paso a un día más largo y aprovechable, aunque también de mayor temperatura. Y eso parece que nos conforta, al que más y al que menos, especialmente en momentos de ocio. Seguramente, también el que mas y el que menos, estemos esperando alguna fiesta concreta, algún evento social con el que abstraerse, o simplemente, escapar de lo común. Saltan al ruedo multitud de tradiciones, comenzando con las hogueras de San Juan, celebradas en casi toda España el pasado lunes por la noche; hasta el realizar el camino de Santiago para culminarlo el 25 de Agosto. Pero sin duda alguna - y dejando a un lado el indigesto Grand Prix del Verano, que vuelve a las autonómicas, entre ellas la extremeña, para abrasar neuronas un año más - abundarán en estas fechas las fiestas en las que los toros son en mayor o menor medida protagonistas. El rito del que hablaba en el comentario de hace unos días volverá a consumarse, y, un año más, muchos no se paran a pensar en qué es lo que se ha hecho. Se dirá, entonces, que se ha cumplido la tradición.

Y es que, sea verano o sea invierno, el mundo del toreo es algo que, aunque a veces desapercibido, sigue con nosotros desde el siglo XII (según Wikipedia). De cuando en cuando, con menos frecuencia seguro que hace muchos años, un hombre vestido con un traje que, aunque yo esté claramente en contra de criticar las vestimentas de nadie, es verdaderamente hortera y feo; un tio que con esas fachas parece un chorizo embutido, sale a un circo de arena saludando al personal, que aplaude mientras aquel se pavonea. Se sitúa en su sitio, se arma de un par de pinchos y espera a que salga un toro para asesinarlo lentamente, eso si, haciendo alguna filigrana con un trapo rojo con el que llama la atención del animal mientras intenta clavarle las banderillas, enfilándolo hacia la muerte. Sin duda, todo un espectáculo.

Han sido muchos años los que han estado teñidos de sangre o de arte, de muerte o de vida, de rojo o de oros, según se mire, en esos circos llamados plazas de toros. El hombre del que les hablo, el torero. Valiente para unos, si se tiene en cuenta que se enfrenta a un animal mucho más pesado que el y con instintos incontrolables para defenderse y controlar su vida; cobarde para el resto, si se tiene en cuenta que la lucha es clarísimamente desigual, ya que el valiente encara al animal protegido con mayas metálicas propias del traje y vigilado por asistentes que, muy valientemente, se esconden tras unas tablas rojas con numeritos. El juego, dulce para unos, si se tiene como un baile con la muerte que el toreo ejecuta a golpe de verónicas y pases maestros de gran vistosidad. Cruel para el resto, que ven como un animal es asesinado con lentitud, dolor y alevosía, desde las primeras banderillas hasta la estocada final, momento en que una espada fría atraviesa la médula de un ser que nació para morir. En resumidas cuentas, toda una controversia.

Mi posición con respecto a esto de los toros, a esta tradición que no tengo ni la más remota idea acerca de cuál es su procedencia, ni mucho menos su significado, es totalmente negativa. Me parece algo sangriento, cruel, asqueroso y, desde luego, innecesario en estos tiempos en los que para divertirnos podemos hacer de todo. ¿Que te apetece ver sangre, por algún transtorno psicológico grave? Te vas al cine, pagas esos 5 pedazos de euros que duelen (4 si vas con carné universitario) y ves REC (la de más actualidad así sonada) o Saw (1, 2, 3... y las que queden). ¿Que te apetece ver gente haciendo filigranas? Te pones el telediario, a ver si sale Fraga moviendo la pelvis mientras intenta andar. ¿Que te gustaría ver gente pegándose porrazos? Jackass, ya que lo hacen para que la gente se entretenga, palos con gusto no duelen. Y en ninguno de los casos se hará daño de forma repugnante a un animal, a un ser vivo que, como dotado de un sistema nervioso corriente y moliente que está y, quizás, de sentimientos (casi que no lo dudo), sufre una tortura que pone fin a su vida a las cinco y media de la tarde tras un largo rato de calvario.

Cuando critico esto, me dicen que hay que mantener la tradición. Y es que hay muchas cosas que se llaman tradición, y que son claramente negativas para el desarrollo de una sociedad sana. Es tradición en Filipinas, como ya cité en el comentario de esta Semana Santa (Tiempo de Cirios), crucificar a tres o cuatro presos todos los años a cambio de la libertad el Viernes Santo. Volviendo a mi regla, me pregunto: ¿Me gustaría que me crucificaran? La respuesta, obvia, me lleva a ponerme claramente en contra de algo así, y menos si se pone esto como condición para la libertad de una persona, haya cometido el delito que haya cometido. Es tradición en no se cuál religión derivada del islamismo el golpearse la cabeza con el filo de un cuchillo durante una procesión en honor a no se qué militar o líder religioso muerto en combate cuando se cumple el aniversario de su muerte. Desde luego, esto no tiene parangón (la fe mueve montañas, pero sobre las religiones ya hemos hablado y hablaremos), y desde luego no hace falta que meditemos mucho acerca de si esta tradición debería seguir en activo. En algunas tradiciones, como verán, unos ganan (los católicos sádicos filipinos que dirigen tal evento; los mandatarios religiosos de esa variante que digo no conocer, que observan cómo sus fieles están completísimamente sometidos y disponibles para ser manejados), y otros pierden (aquellos a cuya libertad se puso ese morboso precio; y a los que se les arrancó de cuajo cuando desde pequeños les inculcaron en la cabeza un cuento chiíno que, aunque ellos no lo vean, les ha privado de muchas cosas). Y en la tradición de los toros, volvemos a lo mismo. Gana el torero: fama, dinero, mujeres... Pierde el toro. El quid de la cuestión estaría, quizás, en que el animal es precisamente eso. Un animal. Un ser al que, efectivamente, se causa dolor. Y no se puede negar que lo sienta. Y de cuestión a cuestión, interesaría tratar hasta que punto siente, se relaciona con su entorno, y, en resumidas cuentas, merece el sacrificio.

¿Tienen perro? ¿Si? Si es así, mírenlo. Llámenlo, por su nombre, como seguro acostumbran. Chocheenló, como casi afirmaría que hacen de cuando en cuando. Mírenlo a los ojos. Es un ser vivo que menea la cola porque le ha visto. Sí, usted es la mano que le da de comer, pero incluso cuando está satisfecho y le ve, el animal mueve la cola en señal de alegría. Yo tengo un perro y les aseguro que no soy la mano que le da de comer. Cuando he vuelto a casa después de dos meses en Salamanca, no solo se acordaba de mi sin perder detalle, sino que saltaba de alegría y se me tiraba encima, moviendo la cola y queriendo jugar. Para mi que algo sienten por nosotros. Bien, ahora piensen que El Fandi llama a su puerta con su traje huertero, les da las buenas tardes, sale a su salón y, con un capote rojo, empieza a clavarle banderillas. El perro, que puede hacerlo y además en alto, chilla. Pero el espectáculo no se detiene. Usted oye aplausos, y nuestro amigo Fandi sigue con la idea de pinchar al perro como si fuera una aceituna. Recuerde que no puede hacer nada. Otra, y otra, y otra. Las lágrimas caen por la peluda cara de su perro, quien le mira con terrible cara de pena como diciendo ¿por qué me haces esto? Y, después de unos clarines y timbales, llega el auge. Su perro agacha la cabeza y ya no se defiende del cansancio. Vencido, acepta su destino. Fandito coge el estoque y...

Aplicado a un perro es fácil de ver lo dañino que resulta un espectáculo de esta índole. Quizás piensen ustedes: este tío tiene más salidas que una plaza de toros (nunca mejor dicho). Pero es así. Perro y toro son animales. Si del perro nos da una terrible pena ¿por qué del toro no? Imaginen que una especie extraterrestre evolutivamente superior viene y hace lo mismo con nosotros... Todo está en ponerse en el lugar del otro, aunque sea un animal. Algún día, por cierto, hablaremos de una idea que pienso yo acerca de eso a lo que llamamos alma, y de cuya naturaleza sabemos lo mismo que de la muerte. Un adelanto: lo que llamamos corazón quizás sea algo más mental, y que dependa mucho del grado de desarrollo del encéfalo. Y ahora alguno tendría ganas de decirle a un servidor: ¿eso justificaría el matar a una hormiga, por ejemplo? Le respondería primero que, en base a esa idea mia, la hormiga no sufriría tanto, y desde luego no habría ese abanico de posibilidades de tortura. Segundo, que si se matan hormigas es porque molestan al ser humano donde están, y no creo que los toros molesten subiéndosete en las piernas y dándote mordisquitos minúsculos. Tercero, si cada vez que ves una hormiga, sea donde sea, te da por pisarla, quizás tengas algún problemilla psicológico. No sé donde recuerdo haber oído que eso de matar animalitos pequeños por placer no es nada sano...

Otros, en esas discusiones, me alegan (ya acabo, en serio), las siguientes razones:

1. La gente va a ver los toros para disfrutar de los pases maestros, verónicas y filigranas del maestro torero. Puede ser que sí, pero esas filigranas se realizan con el fin de aumentar la tortura del animal y llevarlo con ''elegancia'' a la muerte. Puede resultar bonito ver a ese señor haciendo esas cosas con el trapo rojo, pero estoy casi seguro de que si el mismo movimiento lo realizara, milímetro a milímetro, sin toro delante, o con un animal mecánico o estos carritos con cuernos que dirige un asistente, la gente no iría a las plazas a torrarse durante el espectáculo, y el ''maestro'' tendría que ponerse a barrer calles o pintar paredes a la que salta (o de albañil, o a estudiar...), como el resto de la gente decente. Por otro lado, decir que el daño es el mismo. El toro muere, y lo mismo da romper un billete de 500 euros uno mismo o que te lo rompa pozí vestido de sevillanas zapateando Al Rocío por bulerías. El billete se ha roto igual, el daño se ha hecho igual, he perdido ochenta y dos mil pesetas igual.

2. De no ser por el toreo, el toro bravo se extinguiría. Es muy probable, pero creo que el toro preferiría extinguirse. Y si mal no voy, el toro de lidia no es siquiera una especie como tal, sino una raza perteneciente de la especie Bos taurus, y razas de toros, siempre según wikipedia, hay muchas. Además, seguro que podía encontrarse utilidades a la raza que evitarían que algo que, verdaderamente, es único, se echara a perder; o si no, utilizar reservas naturales como se hace para gran cantidad de aves. Aunque si nos ponemos así, quizás fuera mejor la extinción.

3. El toro no siente dolor en el ruedo, que lo ha dicho un veterinario de la Complutense de Madrid. Parece mentira que haya gente que pueda creerse la traca que mete este señor, para el cual existiría una diferencia abismal entre la fisiología del toro y la del propio ser humano. Según el lumbreras, el toro segrega endorfinas que hacen que disminuya su estrés en la plaza hasta límites situados muy por debajo de lo que podemos pensar. El péptido opioide (la endorfina) también es segregado por el sistema nervioso del ser humano en situaciones de dolor, aunque también se estimula por actividades placenteras como el simple hecho de reirse. Según esto, e imaginándome que este tío será, seguramente, cristiano hasta la médula, podría el caballero afirmar que Jesucristo no sufrió tanto como la gente se piensa en la cruz. Pues ahí rompo una estaca en favor de Jesucristo y le rogaría a este acérrimo defensor (basta con ver la foto que le han puesto en El Mundo) de la desgraciadamente llamada ''fiesta nacional'' (que se nos conozca en el mundo por algo así, véase la postal que nos metieron en eurovisión antes de salir al ruedo Chikilicuatre, es algo bastante triste), que se ponga en el lugar del toro. Seguro que ve una aguja un poco grande y se caga de miedo, cuanto mas unas banderillas. Seguro, caballero mio, que ni con todas las endorfinas que su sistema nervioso pudiera secretar en el momento en el que le clavasen un estoque en la médula (no le reserve el destino algo tan cruel), evitaría mearse en los pantalones del miedo y del dolor, y de la sensación psicológica de sentirse humillado delante del personal. Su ''estudio'' me lo paso yo y mucha gente por el mismísmo orificio anal.

Es solo una de muchas tradiciones que deberían ser revisadas para crear un mundo mejor. En esta vida tenemos que tender al bien, y las tradiciones son algo que se presentan como inmutables en el tiempo. Y habrá tradiciones buenas, como el reunirse en la mesa con la familia por Navidad (que bien podría hacerse esto sin motivos religiosos en esa misma fecha); y otras malas. Las buenas, conservarlas y protegerlas; las malas, erradicarlas o modificarlas. Pero la gente está tan dormida, tiene los ojos tan cerrados, que muchos se han comido lo que sus padres y su entorno infantil o adolescente le han endosado con cuchara y tenedor haciéndole ver que es lo bueno y lo normal, y no son capaces de reflexionar sobre lo que le rodea. Es algo psicológico.

En fin, disfruten de San Fermín si es que les gusta, que al menos es una fiesta en la que la lucha hombre-toro es igualitaria (los corredores no van armados hasta las piezas dentales) y el toro no sufre daños siempre que no haya ningún gilipollas de por medio. Y si el hombre los sufre, dado que al estar dotado de razón se entiende que si asiste al evento lo ha hecho por voluntad propia, que se joda...

De nuevo, palos con gusto no duelen. Buenas noches...

viernes, 20 de junio de 2008

Cambios

Buenas noches, y feliz verano.

Es el primer cambio que va a traerme la vida en los próximos diez días. El calor, las canciones chiringuiteras fruto de un cruel asesinato neuronal pandémico, las mangas cortas y la gente en bañador por las calles, la necesidad imperiosa de cubrirse completamente con un volumen de agua dulce o salada... El ciclo de vida se cumple un año más, y el sol vuelve a hacernos salir de casa como lagartos... o a quedarnos refugiados en ella para evitarlo. El rito comienza de nuevo.

Si les soy sincero esta noche, cuando pongo punto y final - o casi - a mi primer año de estancia en Salamanca como estudiante de Farmacia, hasta la fecha frustrado simplemente como botánico (ya nos veremos en Septiembre, mala pécora...), les puedo reconocer que me apabullan un poco los cambios. Sobre todo si la cosa está bien y corre el riesgo de escorar a mal, porque ya se sabe que mejor lo malo conocido... Cuando no tienes nada que perder, cuando la situación no puede ir a peor, cualquier cambio podría ser satisfactorio y te lanzas sin ninguna valentía y con facilidad a la aventura que es la vida, y a ver que pasa; pero cuando has conseguido, como es mi caso, cierta estabilidad mental, física y social después de años buscándola, parece lógico tragar saliva con dureza ante lo que venga. Y es que el principio puede plantearse dulce: vuelves a casa después de dos meses sin pisarla y sin ver a los tuyos, y sabiendo que es verano, habrá más tuyos que de costumbre allí (que si el primo de Azuqueca por aquí, que si la tía de Madrid por allá... vamos, el típico fenómeno de vuelta a casa del inmigrante extremeño), has acabado las clases y sólo te queda estudiarte botánica y, si acaso, trabajar como profesor particular de química... Pero lo peor vendrá después: tus amigos se olvidan de tu cumpleaños (que no se de qué me quejo, si soy yo el primero al que se le pasan esas cosas) y, básicamente, se olvidan de que existes. Además, es evidente que, con el fin de curso, habrá movimiento de masas: unos se van para no volver porque acaban la carrera o les queda poco. Otros repiten asignaturas y el tiempo que pasarás con ellos se reduce drásticamente. Los de más allá se mudan de ciudad, de carrera, de piso... etcétera. Y lo que está claro, y quizá me deja un poco inquieto, es que al volver en Septiembre las cosas no serán iguales.

Visto lo visto, cabe preguntarse si resulta positivo que en la vida se experimenten cambios. A priori, tal y como lo he planteado resulta un poco deprimente pensar en cambios, especialmente cuando se está a gusto con uno mismo y con los que te rodean. Puede ser desolador pararse a pensar en lo que perdemos: el que se va, el que repite, el que se muda de X a Y... comprobar como, irremediablemente, no volveremos a reir de la misma manera, o a hablar como lo hacíamos antes. Y es en ese momento, cuando lo ves así, cuando se te viene todo abajo, y el volver al pueblo no te resulta tan atractivo como cuando estabas sometido a una fuerte presión en plena época de exámenes, periodo que para mi acabó ayer, con mayor o menor fortuna, a las 12.15 de la mañana, tras el examen de Fisiología Humana (quizás antes de que acabe el mes o a principios del siguiente les haga un top ten de las curiosidades que me he ido encontrando en mis largas horas de pasar apuntes para posterior empollado). Si les vuelvo a ser sincero, en mi pueblo me aburro como nada porque las amistades que he dejado allí son poquitas y mal avenidas. He comenzado una nueva etapa en este camino que es mi vida, y he tenido la gran suerte de empezarlo desde cero. Y creo que he movido bien las cartas.

Estoy muy cómodo aquí. Y esa comodidad es la que me lleva a tener miedo al cambio, a lo que puede pasar el año que viene respecto a mi esfera académica y social. Pero la comodidad no nos lleva a ninguna parte. Quizás el miedo al cambio está en pensar que somos sometidos, desde la comodidad que representa la pasividad, a los designios de un ser superior al que unos llaman Dios, otros los llaman Destino, otros Vida... Pensar en que la Ruleta de la Fortuna va a girar, porque gira y siempre lo hace ya que, efectivamente, no podemos controlar todo lo que nos rodea; y que pueda caernos un premio trampa que nos lleve a la perdición. Quiero - y tengo que - decirme a mi mismo y compartir con todos vosotros la idea de que en ningún libro (ni Libro, no se si me entienden) está escrito que no podamos influenciar dónde va a parar esa ruleta. En ningún manual pone que la vida tenga que manejarnos a voluntad de forma total. Yo considero que ella pone la base, pero somos nosotros, cada uno, los que podemos decidir nuestro camino. ¿Y para qué estar mal, pudiendo estar bien o al menos intentarlo? Hemos de devolvernos la ilusión en la vida, ponernos en guardia, ojos de deseo... y a comernos el cambio. A movernos. Tenemos que ser los dueños de nuestra propia vida: ¿Que se va uno y puede que no lo volvamos a ver? Lo echaremos de menos y haremos todo lo posible por mantener contacto con él, pero otro vendrá que nos de buenos momentos a su manera, creando una situación nueva y emocionante en la vida, dándole salsa. ¿Que te falla un amigo? pues sigue buscando (moviéndote, claro está) donde sea para encontrarlo (una de mis mayores ilusiones es intentar estar más cerca cada día de ese Amigo del que yo les he hablado ya hace ya tiempo, continuando mi búsqueda para encontrarlo donde sea, y a ser posible pronto) y ser feliz con él/ella. ¿Que se muda algún compañero o repite el de más allá? En la nueva clase que se te asigne intenta buscar nuevas afinidades, y si no las encuentras, ya habrá otros ambientes en los que lograrlos. ¿Que la vida le da limones? pues hágase con un kilo de azúcar y tómese una limonada, que verá que buena que le sabe.

La vida hay que exprimirla, que es una y no podemos afirmar (agnósticamente lo digo) que haya otra después de la última espiración (según el libro de Fisiología, también denominada expiración). Tenemos que buscar crecer como personas, y para crecer (aparte de hormona del crecimiento, GH, aunque creo que por ahí no van los tiros) es necesario experimentar nuevas cosas y no rebozarse en las mismas, dando vueltas en círculos hasta que en uno de esos ciclos, cada vez más tediosos, venga el Señor Huesos con su segadora manual y te arranque el aliento. Tenemos que aceptar los cambios, y más que aceptarlos, abrirles los brazos, ponerles cara de malote y decirles: ¡¡Aquí estoy, ven a enseñarme!! Y poco a poco iremos conociendo piezas del puzzle que es nuestro ser, nuestro espíritu, lo que somos, pues los cambios nos aportan esos fragmentos: los que encajan los cogemos; y los que no los descartamos. Y si por algún casual alguna pieza se va de vacaciones... otra vendrá que situar en su sitio con igual o mejor eficacia.

Así las cosas, he decidido seguir caminando. Este verano tengo pensadas algunas cosas. Aparte de hablar con vosotros con más frecuencia de cosas como esta, buscaré dar consecución a otras tareas más bien formales como el llamado Asunto Botánica, sacarme el carné de conducir y engordar algo para alcanzar el Término Medio también a nivel físico (haré ejercicio para que mi corpore también esté sano, que la mente de lo ejercitada que está va a coger agujetas). Y cuando llegue Septiembre y me reinserte de nuevo en esta nueva vida que se congela a lo bestia en menos de diez días, retomaré los asuntos que dejo: cultivaré las amistades que aquí dejo y, ojalá, siembre otras entre las cuales se encuentre la de la mayúscula. Y los cambios, ¡a mí con ellos! Que ya afrontaré lo que tenga que venir, y lucharé por un futuro social, físico y mental para mi; y por hacer algo por el mundo que me rodea, primero por los más cercanos, y si cabe ganarme un premio Nobel por algo maravilloso.

¿No les gustaría hacer lo mismo?

Un pequeño inciso, tómenselo como quieran: Si luchan, pueden perder; pero si no luchan, están perdidos.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Las rosas tienen espinas

Buenas noches a todos. Especialmente a aquellos que atraviesan un mal momento. Esta noche, el comentario se dirige para todos aquellos que miran al suelo, quizás con lágrimas en los ojos. Impotentes porque no pueden hacer nada ante lo que la vida, lo que les es externo, les propone. Llevo unos días de auténtica desgracia. Unas semanas en las que estoy más triste de lo común. Y no por cosas que me pasan a mi, que gracias he de dar porque todo el problema que tengo, cuando son las doce y media de un recién inagurado día 21 de Mayo, es el gran agobio de tener que superar cuatro asignaturas (tres y media ya) a lo largo de los próximos treinta y dos días, saliendo lo más ileso posible de ello. Son los demás, amigos. Y quizás, cuando ves que alguien sufre, sufres tu más que cuando algo te pasa a ti. Quizás es porque cuando le ocurre a uno, sabe qué hacer para arreglarlo, si es que se puede. Pero cuando le ocurre a otros, ni siquiera puedes bucear en su mente a ver que piensan, a ver cuál es la mejor ayuda que puedes prestar... O si la mejor ayuda es callarse.

No se que tiene la primavera. Para mi, además de ser una época en la que salir al campo es verdaderamente agradable, es el tiempo de ponerme mohino (enfadarse según Wyoming) por cualquier cosa. Será el polen de gramineas, que me causa una alergia jamás diagnosticada. La gente se vuelve rara. Unos se calientan por un lado, en el peor de los sentidos; otros comienzan a ponerse más nerviosos que en época de frío (será la operación Bikini, que ya está aquí), los de más allá se olvidan de lo que es la amistad... Y como si de una vorágine de sucesos verdaderamente improbables se tratase, ocurren cosas malas. Me llegan desde mi pueblo, esta noche, noticias verdaderamente trágicas acerca de un amigo, de una persona maravillosa, de aquellas que mencioné en el comentario de una decepción que no se me va, sino que se nutre (véase entrada del día 10 de Mayo), pero a la que me he sobrepuesto (porque yo lo valgo, mire usté). Alguien a quien tengo mucho aprecio ha perdido a un padre a una edad atípica, por una enfermedad innombrable, el cólera del siglo XXI, la lotería macabra. Y cuando intento ponerme en su lugar en una noche tan dramática, no puedo hacer otra cosa más que apagar las ganas de llorar. Para todos los que estén como él, me gustaría comunicar mi deseo de que tengan esperanzas. Hay que levantarse de las caídas por difíciles que éstas sean, intentar salir adelante nos pase lo que nos pase. Intentar sonreir a la vida, que es una rosa, y como tal es algo indescriptible (cómo puñetas pueden formarse esos pétalos tan coloridos, todos ellos agrupaditos en una cosa tan pequeña, y nada delicados... Con sus estambres, su gineceo, su cáliz... sin duda, el fruto de años de evolución y perfección, para que digan que todo tiende al caos). A la vida hay que cogerla por los cuernos, asirla con todas las fuerzas del mundo, como si la quisieramos engullir en un ataque de gula incuantificable. Tenemos que quererla porque, posiblemente, lo sea todo. Pero tenemos que saber que nos pincharemos, porque la vida es una rosa con espinas. Y quizás sin esas espinas no tendría más gracia que la peor broma que se te pueda ocurrir (el no tener nada por lo que levantarse cada mañana debe empujar a uno al suicidio cuanto menos, digo yo). Nos pincharemos. ¿Saben por qué? Porque no se puede ser totalmente feliz en este mundo. Imagínense una gráfica con un máximo. Es tan agudo, que avanzando desde ese punto tanto a la izquierda como a la derecha se produce un bajón exagerado hasta un nivel normal. En ese máximo está el momento en el que lo tienes todo, y todo cumplido en esta vida. Si no lo tienes, obviamente no eres totalmente feliz; pero si es así, no tendrás nada por lo que luchar cada mañana, la vida será una rutina y la felicidad, por tanto, incompleta.

Les invito a que se pinchen de cuando en cuando. A que valoren lo que tienen y no esperen a perderlo. Y a que luchen con total valentía para conseguir los objetivos que se proponen, siempre evaluándolos previamente, sopesando los medios que se deben (y que se pueden, obviamente, dentro de unos límites morales que para mi marca la regla que ya cité en otro comentario) utilizar para lograrlos. Comprobando si el conseguirlos nos va a compensar el esfuerzo, y viendo si lo que perdemos en el camino no es mucho más valioso que lo que pretendemos conseguir. Si están con el pijama ya puesto (si es que duermen con pijama), acuéstense pensando en lo que van a hacer mañana. Sueñen con ello. Aunque sea la cosa más tonta del mundo, como hacer una comida, o salir al campo con los amigos. Piensen en hacerlo lo mejor posible, sacando un mayor provecho de ello. Y si no se conforman, inventen más cosas. Invéntense sueños, no dejen que Morfeo se los imponga esta noche. Deséenlo con todas sus fuerzas. Pídanle a Cristo, a Buda, a Alá, o, como yo, a todas las fuerzas del bien que fueron, son y serán, para que sus amigos sigan a su lado, para ser el mejor amigo de ellos. Sueñen.

Y pásense las espinas por el Arco del Triunfo.

lunes, 7 de abril de 2008

Involución implícita

Hola de nuevo: a todos los que llegueis aquí porque quereis, y a los que dais de bruces con el blog sin quererlo, como el que para de paso en Madrid para ir a Barcelona. Estos días observamos asqueados como, todavía, existen personas de esas que digo yo que no tienen alma, a las que más que odio hay que tener pena y lástima, porque seguramente están enfermas - es la única conclusión que saco al intentar ponerme en el lugar de alguien que es capaz de pedirle a una niña que le masturbe. Podríamos hablar ahora de los errores judiciales que se han cometido en materia de pederastia en los últimos años en nuestro país, y que finalmente derivaron en la triste muerte de una niña onubense. Podríamos echarle las culpas a la incompetencia de las gentes que están en Justicia porque sus adinerados papás les forzaron a ser jueces, a que estudiaran algo que no les llama la atención y por lo que no tienen vocación. A gente que prefiere dar el menor golpe posible durante la jornada laboral, caiga quien caiga y muera quien muera, y llevarse a fin de mes la misma cantidad de dinero, por que es la base de sus míseras vidas. Pero no. Hoy hablaremos de la infancia. Lo que le arrebataron a esa niña cuando le quitaron la vida sabe quién cómo.

Puedo dar las gracias a la vida, al azar, de haber nacido en un lugar extraordinario para ser niño. Estudio en Salamanca, una provincia que queda por encima de Cáceres, que está por encima de Badajoz, mi tierra. A pesar de las muchas cosas que comparte Extremadura con Salamanca (no olviden que las divisiones son, en la mayoría de los casos, líneas imaginarias), todavía hay algún salmantino (ni mucho menos todos, hay gente simpatiquísima y estupenda con la que me alegro haberme topado) que, cuando escucha la palabra bellota en la facultad, se vuelve con desdén y te mira con una sonrisilla de desprecio como diciéndote: extremeño y feo, luego inferior a mi. ¡ Humíllate escoria !. Y, más que sentirme molesto, me da tanta lástima... Nunca sabrán lo inmensamente feliz que se es viviendo en un sitio tan puro cuando se es niño. Salir al campo - algo fácil en Extremadura - era el pan nuestro de cada sábado. Te pasabas la semana esperando a que llegara ese día para juntarte con tus amigos - en mi caso, con mis tres primas, Lucía, Irene y Rosalía, y con mi hermana Gloria - para pasarte la tarde jugando al sol, o, si llovía, meterte en el cobertizo de la paja y contar historias de miedo. Con nueve años, una bellota puede ser un alimento de gourmet. Muchas bellotas y unas cuantas tablas, un puesto de venta de bellotas. Dos montones de bellotas y dos conjuntos de tablas, una tienda para ti y otra para cualquiera de tus primas. Una tarde de sol, una oportunidad para jugar a ver cuál de los dos vendía más bellotas a transeuntes imaginarios de una ciudad multitudinaria que no estaba en otro sitio que en el medio de la nada, en un punto aislado del término municipal de San Vicente de Alcántara, rodeado de aire puro, de encinas y hierbas. De flores. De sonidos de bichos (pájaros y tal) que ponían Banda Sonora Original a mi infancia y la de mis primas y hermana. Imaginación y ganas de divertirse eran los únicos ingredientes para el mejor plato que jamás comimos y comeremos: el ser niños. Un plato tan extraño que solo lo pruebas una vez en tu vida. Después, despídete.

Lo mejor era el verano, el momento del año en que el niño podía ser completamente niño. Cuando nadie le imponía nada, o, como mucho, que estuviera en la cama antes de la una de la madrugada. En mi caso, mi día comenzaba cuando me levantaba, justo cuando mi inmaduro organismo caía en la cuenta de que el cupo de horas de sueño placenteras - entre dos o tres más de las necesarias - había sido cubierto. Te quitabas la única sábana con la que dormías y te ponían el desayuno en la mesa mientras veías la serie de turno del club Megatrix (cuando lo presentaba Ana Chávarri) o una reposición del ¿Qué apostamos? o El juego de la Oca (parece que estos programas dejaron de interesar en el momento en que a la gente le dio por chafardear sobre la vida, obra y milagros de María Isabel Pantoja). Después de vestirte subías a la terraza y, descalzo mismo, salías a mirar el sol que coronaba una mañana, todavía fresca, de un día que siempre prometía mucho. Olías el verano (porque puede olerse). Y ese olorcillo te llevaba a sonreir: porque ibas a ir al campo de tus abuelos a bañarte en la piscina con tus primas. Porque te iban a llevar a Portugal, al castillo de Marvâo, a ver las vistas. Porque esa noche, como todas, ibas a salir a la calle, todavía con toda tu ropa (camiseta de manga corta y pantalón corto, pues todavía no tenías esa cosa que se llama pudor que te impidiera llevarlos a gusto), a gritar de puerta en puerta <<¡X, sales a la calle?>> (Sustitúyase X por Inma, Ana, Adrián, Virginia, Tania, Silvia, Azahara, Raquel, Natalia, Javi... y seguro que alguna X se me olvida), y, si había éxito - que por lo general lo había en una amplia mayoría de los casos - salir a jugar a cientos de juegos: al escondite en las ruinas de una fábrica cercana que inexplicablemente estaba en el centro del pueblo, a balón prisionero, a bomba, a los tazos, a las cartas, a los trucos de magia, a callejear por callejear, a las historias de miedo, a imitar cosas de la tele, al balón, al coger (solo un pervertido sexual candidato a ocupar una plaza de psiquiátrico podría ahora ver en este nombre algo obsceno), al pollito inglés, a las carreras, al twister, al veo veo, a la oca, al parchís, al yo escondo la pelota y tu la buscas según te indique la dirección del gradiente de temperatura (frío, frío...), a las damas, a las telenovelas, a ser mayores... y todo ello bajo la luna de las pacíficas noches del verano extremeño, echados sobre la acera de una calle de la que sólo tenías que retirarte cuando pasaba algún coche de higos a brevas. Y no todo tenía el por qué ser tan callejero y tradicional. Las nuevas tecnologías acabaron por llegar a nuestras vidas, y tampoco olvidaré el punto y final de mi infancia, hablando con internet con María Jesús y Fátima, las andaluzas, como si fueran ya de la familia. Para el que no lo sepa - y para el que no lo crea - es una auténtica suerte haber podido vivir tal cosa. Y una auténtica desgracia haberlo perdido todo.

Inma se mudó de barrio y perdió el contacto conmigo. Además, cuando llegamos al instituto, cierta persona a la que no perdonaré jamás por muchas cosas - alguien que siempre jugó el rol de lider de grupos - la puso en mi contra, a ella y a otras tantas personas, muchas de ellas conocidas y otras aficionadas a reirse de la gente por que sí (luego culpé a la bien llamada edad del pavo). Con Virginia y Adrián tengo un hasta luego bastante poco sugerente cuando los veo. Imagino que también olvidaron los buenos momentos que pasamos juntos, aunque alguna peleilla y/o cabronada de unos a otros siempre hubiera. De Ana no se nada, creo que vive en Badajoz. De Silvia y Tania, que eran nietas de un señor de mi calle y venían por verano, se que vuelven por fiestas. Nos miramos y no tenemos un mínimo de verguenza por ninguna de las dos partes como para saludarnos (y mira que en este caso me duele, porque les tenía cariño). Con Javi perdí trato cuando salí de la banda de tambores (porque sentía que me explotaban infantilmente), y también me dio mucha pena porque también le tenía especial cariño. De Raquel no se nada, pero es quizás obvio porque le saco cinco años. De Natalia, su hermana, se lo que me cuenta su tía ya que no es de mi pueblo, sino de Alburquerque. Está bien. Y me alegro, porque lo merece. Por lo menos la última vez que la vi, hace sabe quién cuánto, me saludó. Y podríamos seguir la lista (mencionando que una de las primas está de uñas conmigo por meterme en medio de una pelea que tuvo con un amigo, y otra es de esas que pusieron en contra mía y apenas me saluda cuando me ve), pero es mejor callarse.

Visto lo visto, cuando llegas a cierta edad (parezco un viejo hablando, pero hay veces que hay que decir las cosas como son), te das cuenta de lo mucho que el tiempo te ha ido arrebatando. Cuando quieres percatarte de lo que ha pasado, te tragas un me cago en la hostia mental y te jodes. Y no piensas más en ello no porque no quieras, sino porque en el escritorio, en el madero donde te crucificas a ti mismo todos los días, te esperan los apuntes de botánica, para que te aprendas los innumerables órdenes y familias de la división Magnoliophyta (angiospermas, plantas cuya semilla se encuentra en un fruto). Y cuando un puente, como este desde el que escribo, te deja volver a casa para quitarte el estrés por unos días; y ves cómo las niñas de 9-10 años van vestidas de puta por la calle con la cara llena de titanlux (azul cerúleo para los ojos y rojo ladrillo para los coloretes), y a los niños mirando por encima a los demás como chuloplayas en potencia... te entran unas ganas de decirles que vivan su infancia... Ya es tarde quizás para tazos de pokemon y digimon, para canicas, para la comba, para el diábolo, para muchísimas cosas, pero no es tarde para que los niños sean niños. No saben lo que están perdiendo. No son capaces de imaginarse que algún día van a quedar hasta las pelotas de ser mayores. Y entonces no llevarán ese niño que dicen los anuncios de televisión típicos de navidad tenemos todos dentro. Y su alma no estará completa.

Dicen que cuando la vida cierra una puerta, abre una ventana. Pues quiero que la mía se abra pronto... y ya que nos ponemos, que sea soleada y con vistas a la sierra.

Feliz Mayo.

martes, 25 de marzo de 2008

Ética

Hoy comentaré algo sobre eso que he dicho muchas veces, que parece una soberana tontería, de que el bien y el mal dependen de muchas cosas. En los pocos ratos que la botánica o sus hermanastras de carrera me dejan pensan - aquellos en los que no estoy con las buenas gentes que me rodean, que por suerte no son pocas - a veces pienso en las cosas que nos rodean (¡Anda! para el que se ría de esto, a veces me gusta malgastar el tiempo en pensar). La última vez que me dio por reflexionar sobre aquello de lo que hoy hablo es cuando ese grupito de personas que se arropan bajo las siglas E.T.A. asesinó a un tal Isaías Carrasco en el País Vasco. Mientras que todos - incluido yo - se lamentaban por la muerte de una persona normal que simplemente se limitaba a desempeñar sus funciones vitales como ser humano, y por tanto, como elemento infinitesimal del ¿infinito? universo, a mi me daba por hacer algo más. Pensar en la razón de por qué esta gente hace eso. Cuál es su razón última para mandar a uno de sus componentes una mediodía lluviosa, darle un arma y pedirle disparar a un hombre cualquiera cuando su mujer y su hija se encuentran mirándole a los ojos - o a las gafas de sol que llevara puestas. Y es que a mi me gusta ponerme en el lugar de los demás cuando veo que se comportan de manera no extraña, sino, digamos, exótica, para lo que yo acostumbro a ver o a comportarme. Y efectivamente. Volviendo a mi pueblo desde Salamanca, con mi padre, en el coche y con la radio puesta, quise pensar en aquello que movió a ese ser desalmado (algún día, no se si lo he dicho, explicaré mi idea de que con alma no se nace, sino que esta se construye con cada paso que damos... ¡A ver, no tiene Homer Simpson la idea de que el universo presenta forma de rosquilla?) a plantarse en medio de la calle y volarle la cabeza (suena brutal, pero fue lo que hizo) a un hombre. Y no tardas mucho en encontrar la respuesta: ese grupo de gente, por la razón que sea, siente una enorme impotencia ante un Estado, el español, que les niega algo que ellos consideran es la libertad de un pueblo que, repito, ellos consideran oprimido dentro de nuestro país. Buscan separarse de el ya que no es afín en muchos aspectos - y hay que reconocer que, en el caso del País Vasco, existen razones varias para pensar que, efectivamente, ese lugar está aquí de pegote. España es un país mal hecho, construido durante siglos y siglos de hostias por aquí, guerras por allá, ambiciones a la diestra y ansia de poder a la siniestra (asco me da ver en historia ciertas cosas que ocurrieron, como la que montó Ramiro II el Monje, rey de Aragón entre 1134 y 1137 tras morir su hermano, Alfonso I el Batallador: a pesar de ser monje abandonó su vida monacal para contraer matrimonio y tener una hija express con la simple finalidad de casarla, con tan solo unos meses de vida, con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, quien estaba ansioso por fusionar el condado Catalán con Aragón para ver expandidos sus dominios). El euskera es la única lengua de España, y de las pocas del mundo, de las que no se conoce un origen claro. Quizás cuenten con suficientes fundamentos como para reclamar formar una nación tanto a nivel popular como legal. Y para ellos, ese asesinato fue un ¿paso? más para lograr su objetivo. Siguieron a Maquiavelo, decidieron que el fin justifica los medios, y lo hicieron. Y ellos, esta noche, dormirán con la conciencia tranquila. Porque creen que lo que hicieron está bien.

Llegando yo a esta conclusión pensé: ¿lo está? ¿qué parte de la actividad etarra, en líneas generales, está bien y está mal? Por un momento respondí a la primera pregunta con un sí. Un sí general. Y me asusté. ¿No será que me he vuelto etarra, a pesar de ser extremeño? Unos segundos después se me fue el sobresalto. Lo que hicieron no está bien. Porque hay que hacer a los demás lo que le gustaría que le hicieran a uno. Recordé el día en que, visitando la sede de la Organización de las Naciones Unidas, en Nueva York, leí en un monumento rectangular, más bien de unos 2 metros y pico, lo que convertí desde ese día en mi única norma de vida en cuanto a comportamiento social, aunque muchas veces me la salte a la torera por ser un poco gilipollas. Mi intención hoy es defender, pese a todo, la siguiente frase:

TRATA A LOS DEMÁS COMO
TE GUSTARÍA QUE TE TRATASEN A TI
DO UNTO OTHERS AS WOULD HAVE THEM DO UNTO YOU

La frase me impactó. Investigué sobre ella y su existencia se pierde en la noche del saber. Estuvo presente en la cultura griega, fue incluida por algunos cristianos en sus enseñanzas, es una de las máximas más importantes del budismo y fue la bandera de la ética recíproca de Kant. Y es que, en cierto modo, ese postulado es inherente al hombre: los que piensan ir haciendo el bien por la vida - y buscando que se lo hagan - actúan conforme a lo que saben, obrando como piensa cada uno que estaría bien, esto es, como realmente nos gustaría que obraran para con nosotros. Claro, el que busca mal...

Y es que sería muy facil para todos vivir en un mundo en el que se siguiera esa regla a rajatabla. Pero es algo tan imposible como el que un OVNI cargado de seres verdeazulados se haga unas piruetas delante de mi casa a ritmo de la Macarena (otro tema de conversación, para otro día, sería exponer mi humilde postura ante aquellos que dicen que han visto objetos volantes no identificados). Y ello es porque nunca podremos cumplirla, ni todo el mundo, ni completamente. Así, el gobierno de España no la ha cumplido según consideraciones de los seguidores del movimiento ETA porque a ninguna nación le gusta que la opriman y la sometan a otra con la que no está identificada en mayor o menor medida. Pero, claro está, tampoco la cumplió la banda terrorista ETA porque, a excepción de algún loco (como aquel canibal aleman que, después de publicar en internet un anuncio un tanto peculiar, pactó con otro señor el cortarle el pene y comérselo juntos cuan salchicha de Frankfurt - qué curioso, eran de allí - y que después no pudo parar hasta el punto de matarlo e ingerir, día sí, día también, su carne hasta un total de 20 kilogramos), a nadie le gusta que le hagan lo que no quieren, en este caso, que te asesten cinco disparos en toda tu geometría para dejarte arrastrando por los suelos como si fueras un colador. Si ambos siguieran la norma, ETA dejaría de matar y buscaría un modo decente de hacer realidad sus aspiraciones, que ya he dicho que en ningún momento dejan de estar fundamentadas - al menos para mi; y el gobierno español, sin ningún tipo de miramiento, permitiría al pueblo de este lugar elegir sobre su futuro político y legal de forma limpia y noble. Y un conflicto solucionado. Y, por ende, un problema menos.

Siempre habrá, por otro lado, quien te diga que esta norma no vale una mierda. Esta norma es como una fórmula matemática. La tienes ahí, guardadita, hasta que se te presenta la variable o variables dependientes. Entonces coges tu norma, sustituyes, y obtienes el resultado (bien o mal). Pues eso es lo que vamos a hacer. La primera aplicación dudosa de esta norma la podemos hallar un par de líneas más arriba. Me estoy refiriendo al caso del canibal. Antes que nada, hay que hacer un pequeño inciso: uno mismo también es objeto de su propia acción en ocasiones, con lo cual obrar mal - hacerse daño - para con uno mismo, ya sea psicológico o físico, también es obrar mal en sentido neto. Dicho esto, tenemos lo siguiente:

VARIABLE INDEPENDIENTE: Un señor pone un anuncio en internet buscando un hombre con el que disfrutar de una sesión se sadomasoquismo extremo: comerle el colgajo a otro que aceptase de buen grado la propuesta. Y así fue.

FÓRMULA: Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti.

VARIABLE DEPENDIENTE: Hizo bien, teniendo en cuenta que ambas personas estaban de acuerdo (*). A nivel social se trata de algo denigrante (según la Real Academia de la Lengua Española, que deslustra u ofende la opinión o fama de alguien) para las personas implicadas, ya que han cometido un acto verdaderamente atípico y desagradable a ojos de los nos gustaría ni por asomo ver a este señor acercándose a nosotros con unas tijeras de podar troncos. Pero como a los implicados eso ni les importa ni les daña...

Aplico la norma, obtengo respuesta, me digo: que hagan lo que quieran. Y me callo. Pero que nadie se asuste. La norma puede aplicarse más veces considerando otras variables relacionadas:

VARIABLE INDEPENDIENTE: Dos familias - si es que las hay - se ven afectadas ya no solo por la pérdida de dos seres queridos, sino por el escándalo social internacional que provoca la noticia ante la extrañeza del acontecimiento.

FÓRMULA: Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti.

VARIABLE DEPENDIENTE: Hicieron mal. No consideraron a las personas a las que iba a afectar de forma indirecta la actividad.

Pues aquí está. Tenemos un choque entre dos resultados diametralmente opuestos para una misma fórmula. El quid de la cuestión, que salva de nuevo la validez de esta norma, es que un juicio sobre una obra no tiene el por qué ser blanco o negro, pues puede ser gris. Se concluye entonces en que hicieron bien - como se que para gente muy conservadora esto suena desagradable, diremos no hicieron mal verdadero - al estar de mutuo acuerdo en la actividad. Luego no se hicieron mal directo. Sin embargo, hicieron mal por las consecuencias indirectas de su obra. Surge, para muchos, un nuevo problema. Hay gente que tiene aversión al gris. Y quiere blanco o negro. Esta regla, por tanto, no le sirve. La ve tibia, un poco inútil. Quizás la solución que salve de nuevo de la quema a este fragmento de saber milenario esté en profundizar en la variable independiente indirecta, la de los familiares. Veámoslo desde el punto de vista de esta gente - si es que existe. Por ejemplo, de un hermano de cualquiera de los dos sujetos amantes de la gastronomía contemporanea.

VARIABLE INDEPENDIENTE: Siento una pena enorme por haber perdido a mi hermano, y no me encuentro agusto, no estoy como quería. Además, cuando voy por la calle la gente me mira, me señala, y escucho cuchicheos soeces.

FÓRMULA: Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti.

VARIABLE DEPENDIENTE: Hace mal. No sólo es egoista al preocuparse únicamente de su dolor, sino que le preocupa el qué dirán en un momento en que eso debería sobrar. Al comedor de carne humana - y en general a todo el mundo - le gustaría que se pusieran en su lugar en una situación semejante, por extremadamente difícil que fuera, como es el caso, y que respetaran su decisión fuera cual fuera siempre que no se haga daño a sí mismo.

Con esto podemos llegar a la conclusión de que la variable dependiente indirecta depende también del punto de vista del afectado por una actividad. En la mayoría de los casos el daño que produce es psicológico y depende ya de la persona, que en muchos casos hace mal. Antes de que nadie me llame bruto y me ponga de vuelta y media, pongamos por caso otro ejemplo mucho más común en nuestra sociedad, y ya de paso mucho más suave.

VARIABLE INDEPENDIENTE: Una joven decide hacer una carrera que a su padre no le gusta, por ejemplo, Filosofía. El padre lleva realizando preparativos para que su hija estudiase Arquitectura desde que tenía doce años. Se siente dolido y considera que su hija es la vergüenza de la familia, al no seguir con una profesión de varias generaciones entre los suyos.

FÓRMULA: Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti.

VARIABLE DEPENDIENTE DIRECTA (La hija, sobre quien recae la acción y consecuencias de elegir una u otra carrera): La chavala hace bien. No solo porque escogiendo una carrera que le imponen desde arriba y que realmente no le gusta va a condenarse a una vida traumática e incómoda y, por tanto, se hará daño a sí misma; sino porque ha decidido por sí misma el camino que seguirá en su vida, y eso aumenta su autoestima y la hace más segura.

VARIABLE DEPENDIENTE INDIRECTA (El padre, a quien la elección de una carrera u otra afecta de modo indirecto, ya que no es el quie la hace): La chavala hace mal, pues ha causado daño a su padre y quizás a algún otro miembro de la familia.

Ahora, si convertirmos al objeto indirecto del caso anterior - el padre - en protagonista de su acción...

VARIABLE INDEPENDIENTE: El hombre se siente herido por la decisión de su hija. Considera una deshonra para la familia que su única hija no siga con la saga de arquitectos que desde antiguo comenzaron sus antepasados. Se preocupa más de lo que dirán en su buffet de arquitectos los padres cuyos hijos, de la misma edad, empezarán este año esa carrera. En ningún momento se preocupa de los sentimientos de su hija, y si lo hace, es para considerar que con Filosofía no vivirá la vida con calidad económica suficiente para estar a la altura de su padre.

FÓRMULA: Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti.

VARIABLE DEPENDIENTE: El arquitecto hace mal. No está considerando los deseos de su hija. A nadie le gusta que realicen imposiciones sobre su vida, ni tampoco trabajar en un empleo que no desea y destrozar la única vida que tenemos.

El padre debería reconsiderar su posición porque, al recibir daño indirecto, está haciendo daño directo a su hija al considerarla como la oveja negra de su estirpe. En conclusión, en la mayoría de los casos, el daño indirecto, psicológico, es fruto de las convicciones sociales de la persona afectada, y, aplicando la regla sobre ella, se obtiene como resultado que ella también hace mal. Por lo tanto, se trata de un daño fantasma que puede ser corregido y que la propia persona afectada podría corregir si quisiera.

Después de este batiburrillo que acabo de escribir, voy a dedicarle mis últimas palabras a alguien que se oponía a mi norma (que a estas alturas ya podríamos decir es Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti y evita causar y causarte daño directo con tu acción) poniendo por caso el de un hombre X (¿existe mejor letra ahora para representarlo? Ya verán como no) a quien le gustase dar por culo (vaya cositas que oigo), pero al que no le gustaba que se lo hicieran. Según la persona que me lo dijo, el señor del ejemplo no podría disfrutar de ese placer porque a el no le gustaba que se lo hicieran. La norma, en este caso, está mal aplicada porque se queda en el hecho y no profundiza. Verdaderamente son dos cosas distintas para muchos el hacer eso de hombre a mujer que de mujer a hombre (o de hombre a hombre, como creo que era el caso). Lo único que tienen en común ambas cosas es que son formas de practicar sexo. La regla entonces sería la siguiente.

VARIABLE INDEPENDIENTE: Nuestro individuo X no da placer anal a su pareja de turno - a la que suponemos le va meterse en esos barrizales - porque no le gusta que le den placer anal.

FÓRMULA: Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti.

VARIABLE DEPENDIENTE: Mister X hace mal porque no está dando placer a su acompañante de cama (o de coche, o de cuarto de baño de discoteca, o de esquina, o de tumbona de playa...) cuando a el le gusta recibir placer, aunque no sea de ese tipo.

En este caso, podría finalizarse en que mister X debería dar placer sexual en la cama porque es lo que le gustaría que le dieran, así como tiene que evitar prácticas sexuales que, aunque a el le gusten, no sean bien vistas por su pareja; como a el no le gustaría que realizaran sobre sí una práctica anal, que no le gusta. Sólo eso.

Con este raro ejemplo me despido hasta la siguiente paranoia. Espero que les haya servido de algo, y que consideren esta norma cuando traten a los demás. Es lo que me gustaría a mi, claro está...

Hasta otra!!

(*) El canibal no hizo mal, según la norma, mientras actuó dentro de los límites del pacto que acordó con el otro tio por internet. El matarlo después no creo que entrara en el pacto, por lo que ahí si que obró mal.