lunes, 19 de diciembre de 2011

Ese lugar...


¡Felices fiestas! Sí, por primera vez – y a falta de confirmación oficial – en cinco años vuelve el espíritu navideño a mi vida. Que no el sentir católico, ni el sentir consumista. Sólo el sentir entrañable y familiar que tienen estas fiestas. ¿Por qué? Porque será la primera navidad en cinco años – repito, a falta de confirmación oficial – en la que no tendré que estudiar desde que me levanto hasta que me acuesto. La primera palabra que se me vino a la cabeza cuando salí del examen de toxicología el viernes fue libre. Es de esas cosas que, si eres miembro de una red social, quieres proclamar allí a los cuatro vientos de lo feliz que te sientes. Pensando en frases hechas o significativas con esa palabra para lucir orgulloso en mi estado, me acordé de una que dijo hace unos años un chaval vasco. Y se me revolvieron los intestinos:

«Libre, oh, libre. Mis ojos seguirán aunque paren mis pies»

                Bonita, ¿eh? Las circunstancias en las que esta frase fue escrita por el chaval como subnick de su Messenger no lo son. Su autor es Jokin Ceberio. Un chico de 14 años. Un verano, estando de campamento, algunos de sus compañeros se echaron unos porrillos, con la mala suerte de que en pleno colocón los pillaron los monitores. Los responsables del camping enviaron cartas a las familias de los chavales, y sólo el no consiguió - o simplemente no quiso - interceptar la suya. Su madre se enteró, y por efecto dominó se enteraron las madres a las que nunca llegó la misiva. Vuelve el instituto – ese lugar… - y con el otoño y el nuevo curso, comienza un auténtico vía crucis para él. Al traidor, al chivato, le esperaban balonazos, empujones, insultos y palizas. Le hacían comer tierra, le llegaron a romper los dientes. Hasta algunos docentes llegaron a participar en las vejaciones. Todo un infierno. Cada mañana, la ansiedad de volver a ese sitio. Cada mediodía, tras curarse las heridas, el alivio de haber superado una sádica sesión más. Cada noche, insomnio. Hasta que un día, el que escribió la frase que cito arriba, cogió su bicicleta y salió a dar un paseo. El último. Harto, sin ver otra salida a su calvario, subió a las murallas de su localidad – Hondarribia – y se lanzó al vacío. Quedó en el sitio aquella noche de otoño de 2004.

A mí, que por aquel entonces tendría más o menos su edad, esta noticia me dejó helado. El revuelo fue enorme, y destapó una realidad por la que muchos pasan mientras están en el instituto. En los medios, por fin, se empezaba a hablar de acoso escolar, de bullying. Y las cifras acojonaban. Diversos estudios al respecto mostraron que un 27% de los adolescentes de entre 12 y 14 años vivían bajo la amenaza constante del acoso escolar, y un 60% lo sufría ocasionalmente. Y empezaron las campañas, de las que no se si existen buenos o malos resultados, por suerte salí de ese sitio hace ya bastante.

Hoy por hoy soy una persona (casi) siempre alegre. Me encanta estar con gente, de todo tipo, tengo un gran poder de conversación. Me encanta hacer coñas, algunas muy mordaces, algunas incluso inaceptables. Quiero a mi familia y a mis amigos, y (creo) que ellos me quieren a mí. Pero las cosas no siempre fueron así. Yo pertenecí a ese 27% que padecía ansiedad por la mañana y malamente dormía por las noches. Me dieron un tercero de la ESO de traca. Entre maricón y empollón, andaba apañao. En mi propia clase, un grupo de personas que a los ojos de los profesores eran alumnos modelo, personas estándar, se apiñaron contra mí y me amargaron la existencia. O mejor dicho, lo intentaron, porque tuve una impresionante fuerza y un extraordinario valor (y aunque no lo parezca, cuatro abuelos) para enfrentar, día a día, esa situación, y salir adelante. Indemne, sin lesiones. Los profesores lo sabían, los padres lo sabían. Y nadie intervino. Quizás porque yo no era el único, quizás porque, como dicen las cifras (27%) y el refrán, mal de muchos, que se jodan. Pero también dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, y al menos eso saco de tan nefasta experiencia.

Pero hay gente que no consiguió salir. Hay gente a la que le han jodido la vida. Y no olvidemos que a Jokin lo mataron. Gente con muchos sueños, con muchas ganas, a las que de repente un día comienzan a atacar y que se hunden en la mierda. Les hacen creer que no llegarán a nada, que son escoria. Y la mentira se vuelve verdad, y no llegan a nada. Conozco algunos ni-nis que son tal cosa por lo que pasó en los pasillos del instituto. Y todo por no intervenir, por no quitar la venda a padres y profesores, por no quitarle la venda a la sociedad.

No se cómo andarán las cosas en la actualidad, no sé hasta qué punto ha cambiado todo. Pero yo recuerdo el instituto como una pocilga. En el que estuve en Extremadura y en el que estuve en Estados Unidos (las películas no exageran nada). Es una sociedad un poco particular, un microcosmos cuyos habitantes son personajillos pintorescos cuyo sistema de organización está estratificado. (Casi) todo el mundo quiere llegar a la cúspide de la pirámide de un poder que no es real, que no tienen. El poder de ser popular, de lucirse ante los demás, de imponer y dar miedo, de ser más guapa o más macho que la plebe. De sacar las mejores notas para intentar impresionar al empollón. Todo un sistema feudal. Los que creen estar arriba creen pisotear a los que creen que están abajo. Y como los que están abajo se creen pisoteados, la mentira se vuelve verdad. Y pasa lo que he dicho. Hoy por hoy parece que ni los profesores se escapan. Ellos, que son los que por ley realmente tienen el poder en los institutos, quedan subrogados al poder de esa falsa mayoría, y son muchos los que llegan a casa, con sus cónyuges, incluso con sus hijos, a su vida de verdad, y lloran porque ese espejismo que es la pseudosociedad adolescente les ha pasado por encima, les ha atrapado. ¿Inconcebible que un tiarrón o una mujer hecha y derecha llegue a casa y se ponga a llorar porque una masa de personas con altos títulos de testosterona y estrógenos en sangre se han reído a su costa? Pues no tanto: muchos de esos tiarrones y mujeronas no reciben el apoyo de las altas esferas del poder verdadero del centro (directores, jefes de estudio) ni el de la Ley a la que todos nos sometemos.

Y he aquí uno de los principales problemas al respecto: son adultos (dicen ellos) pero son niños. Son adultos para fumar porros en el cuarto de baño, para imponerse a otras personas y para tomar sus decisiones (generalmente con poco acierto). Pero a ojos de la misma Constitución Española, como no tienen 18 años, son niños. Carne de pediatra en vez de carne de presidio. Creo que existe un impresionante vacío legal al respecto que da a estos personajes un extremo poder, solidifica esa pirámide de mentirijillas de la que yo hablaba, y da rienda suelta a odios y rencores que en la mayor parte de los casos no encuentran fundamento, sentimientos muy bajos cuya única base sólida está en la liberación hipofisaria de FSH y LH. Si a la panda de siete u ocho cabrones que mataron a Jokin, como asesinos que son (lo son), les hubieran caído unos cuantos años de cárcel de verdad (en lugar de estar en un centro penitenciario para niños con régimen abierto) seguro que a muchos se les quitarían las ganas de repetir faena. Si en vez de salir de rositas al director del centro se le hubiera caído el pelo y se hubiera visto obligado a dimitir en las más bochornosas condiciones, a otros rectores se les quitarían las ganas de no intervenir en cuanto pudieran. Si a los padres de estos niños modelo, en vez de indemnizaciones de cuatro duros, les amenazaran con pagos de más peso, caerían muchas vendas. Como esto siga así, seguirán viniendo generaciones que dispondrán de nuevas herramientas de tortura (véanse videos de youtube que por las fechas en las que estamos no pondré aquí) y los institutos serán degradados constantemente. Muchas mentes brillantes se irán a la mierda. Y hasta que no lleguen a los 18, hasta que no les ponga la tía de la balanza los ojos encima, hasta que vean que ya no pueden hacer lo que quieren, que ya tienen que responder de sus actos, no pararán.

                De esta se sale. Yo soy un ejemplo. Me remito a las pruebas: salí del instituto pensando que era un bicho, un insociable, un paria porque ni fumaba ni bebía, porque malamente tenía amigos y no socializaba demaisado. Y hoy salgo de la universidad con decenas de amigos, con una experiencia inolvidable a mis espaldas, habiendo salido de fiesta cuando ha tocado, sin beber ni gota y habiendo recibido por ello pocas críticas, en su mayoría de broma. Formando parte de un grupo. Me han aceptado como soy, porque ideológicamente he cambiado muy poco. Y he aprendido a aceptarlos como son. Hablaba con una buena compañera y excelente amiga sobre esto hace poco. A ella también le tocó y consiguió salir. Los dos coincidimos en que hemos ganado la partida. Pero si lo pensamos fríamente, aquí todos pierden. Perdemos los acosados porque nos quitan seis años de nuestra vida que nos han sido dificilísimos de recuperar (pero insisto, se recuperan). Y pierden los acosadores, porque aunque lo nieguen siempre sabrán lo que hicieron. Y cuando tengan hijos, no sé hasta qué punto podrán mirarles a la cara y decirles: no lo hagas.

Cerramos con un mensaje para aquellas personas que estén en esa edad difícil y en esa situación difícil: concluid en que de ésta se sale. Sólo hay que ser fuertes, independientes de toda esa basura, y conscientes de que, con el tiempo, cada uno acaba en su lugar. Aunque sea patético por todas partes, para mí ha resultado un fantástico epílogo a tan nefasta historia, un genial punto y final, el enterarme por ahí de que algunos de los que me llamaban maricón, al poco de irse del pueblo, salieron del armario.

Para todos, y especialmente para ellos, ¡Felices fiestas! Siento no hablar de algo más agradable, pero al acordarme de aquella frase sentí que era el momento de saldar esta cuenta pendiente, era un tema que quería tocar desde hace bastante. Pronto escribiré algo dedicado a esos amigos de los que hablo, a mis compañeros de fatigas y de diversión, de los que la vida me separará pronto, pero solo en el espacio. ¡Nos vemos!

domingo, 20 de noviembre de 2011

Debita nostra

Es culpa de Zapatero.
Y de Rajoy.

También de Aznar, por la ley de suelo.
Y de González, por dejar el país como lo dejó.
Y de Merkel, Sarkozy, Bush y Obama, Barroso y Berlusconi.
De todos los políticos.

Es culpa del especulador, que juega al Monopoly en Wall Street.
Y de los medios, por insuflar miedo.
De la iglesia, porque pasa de Jesús y se junta con el rico.
De Lehman brothers.
De Standard & Poor’s y de Moody’s.
De Iñaki Urdangarín.
De Francisco Camps.
Incluso de Francisco Franco.

Es culpa del egoísta.
Del irresponsable.
Del vago y del maleante.
Del aprovechado y del mentiroso.

Culpa del funcionario adicto al café (o mejor, a la cafetería).
Del estudiante que recibe beca por estudiar y estudia la forma de salir a diario.
De una picaresca nacional que se pierde en la noche de los tiempos.
Del médico que pasa media jornada dándole al palique.
Del farmacéutico que critica los genéricos.
Del ganadero que chupa subvenciones sin necesitarlas.
Del empresario explotador.
Del timador y el vidente.
Del comerciante deshonesto.
Del nini.
Del parado que no busca un trabajo porque está a gustito cobrando por tocársela.
De la maruja que ve Sálvame y pasa del Telediario.
Del que, por presumir, vive por encima de sus posibilidades.

Culpable el ladrillo.
Y los ladrillazos.
El euro y el dólar.
La bolsa.
Las bolas.
La prima.
Los primos.
El exceso.
El defecto.
El alcohol y las drogas.
El ¡viva la pepa!

Es culpa de una sociedad que ha perdido el norte.
Es culpa de España.
Es culpa de todos.

Hoy las urnas se cepillarán a un culpable. Pero alzarán a otro al poder. Y nada harán con los demás factores de riesgo. Unas elecciones no acabarán con la crisis. El comportamiento inadecuado, la deriva de una sociedad, no se cambian votando. El cambio empieza en casa.

Y, como es más fácil cargarle todo el muerto a otro, no parece que estemos por la labor de iniciarlo… 

martes, 25 de octubre de 2011

La cultura de la muerte

Advertencia: el tema tratado no es apto para la sensibilidad de todos los públicos. Por la relevancia del tema, que da para mucho, ha quedado algo extenso, por lo que está dividido en secciones por si se prefiere evitar algunas o para dosificarlas. Se advierte, también, de la extrema crudeza de dos videos de youtube (accidentes de Marco Simoncelli y Nodar Kumaritashvili) que he incluido y que ilustran algo que comento.            


El otoño, para el que pueda disfrutar de él sin exámenes ni quebraderos de cabeza varios, ha sido siempre una época de reflexión. El ser humano ve como el alegre y cálido verano le deja tirado, dejando paso, poco a poco, al frío del invierno, al recogimiento forzado, a la cada vez más larga oscuridad. Es una etapa del año que lo vuelve melancólico. A la vista de este aspecto, no es raro que en muchas culturas sea ahora cuando vuelve a casa un tema que lleva preocupando a la humanidad desde que se constituye como tal: la muerte. La eterna pregunta sin respuesta. Es ahora cuando más se echa de menos a los que se han ido, cuando se llenan los cementerios de flores que quizás no tuvieron el resto del año. La cultura de la muerte resucita en Noviembre.

Un poco de historia…

Con la caída de las hojas, con la aparente muerte de la naturaleza, con el cambio de hora, la muerte viene a bailar a nuestra puerta. Lo hace anualmente, por estas fechas, y no precisamente desde ayer por la tarde. Los romanos ya celebraban por estas fechas varios rituales relacionados con el fin de un ciclo natural (culto a Pomona, diosa de la recolección, de las frutas y las semilas) o con el recuerdo a los que ya se han ido (Parentalia, festival de los difuntos). Paralelamente, los celtas llevaban a cabo a finales del actual mes de octubre la festividad del Samhain (recolecta), celebrando la finalización de la cosecha, el fin del verano y el inicio del invierno, preparándose para el siniestro predominio de oscuridad, de las largas noches invernales. La religión celta consideraba que los espíritus salían de sus límites naturales durante esos días y paseaban entre los vivos. Para evitar su incómoda presencia, solicitaban protección a los dioses mediante el sacrificio de animales e incluso de seres humanos (en la película Halloween, de John Carpenter, se refleja este aspecto ritual en los asesinatos cometidos por el antagonista, Michael Myers).


SAMHAIN NIGHT 
«Samhain night», de Loreena Mckennitt, narra con aire melancólico el espíritu de la antigua fiesta celta. Mientras sigues leyendo, dale al play, merece la pena. Fuente: youtube.com

Siempre se dijo que la cristiandad, que cobra fuerza en los tres primeros siglos de nuestra era, sobrescribió estas fiestas instaurando otras análogas bajo su propio manto, por el simple hecho de oponerse a todo lo romano (hicieron lo mismo con la ingeniería romana, destruyendo acueductos y abandonando costumbres como la eliminación de excretas, y así acabaron, con la Peste Negra asolando Europa en el XIV). Sin embargo, puede que no fuera así: los más primitivos seguidores de Jesús celebraban una fiesta en recuerdo a los mártires de Roma (los de los leones) el 13 de Mayo, pero con la expansión de sus dominios la fiesta fue desmembrándose, tal que fue movida a otras fechas, como el 20 de Abril (Irlanda) o el 1 de Noviembre (Alemania, Inglaterra, España…), de manera que parece que no existe una sustitución directa de una fiesta anterior. En la alta Edad Media, a la altura del siglo XII, es esta última fecha la que se consolida, extendiéndose el culto a todos los santos de la cristiandad. Aparece así el día de todos los santos (en inglés, all hallows’ day, origen del término halloween, víspera de todos los santos o all hallows’ eve), al cual se le instaura, pegadito, el día de los fieles difuntos (2 de Noviembre), pues se pensó que los santos podrían meter mano en eso de las almas del purgatorio, esto es, que el culto conjunto podría echar un cable a los que se encuentran en ese lugar, híbrido de resonancia entre cielo y el infierno para acercarse al primero de estos lugares.

Aún con éstas, la fiesta cristiana no pierde el tono superchero de las ya olvidadas fiestas romana y celta. Al caer la noche en la víspera del día 1, las iglesias de muchos pueblos de Europa echaban a repicar las campanas para espantar a los espíritus, de los que decían volvían esa noche para rondar a los familiares con los que dejaron cuentas pendientes. El repiqueteo, además, servía a las almas del purgatorio para ascender al cielo (cosas de la religión). En Nápoles, y más adelante en otros puntos de Europa, se pone de moda realizar procesiones a los cementerios, encabezadas por el clero local. Allí, las familias adornaban con flores las tumbas de sus parientes, encendían velas, rezaban e incluso desenterraban los cadáveres para cambiarles las vestiduras. En Salerno aparece la tradición de montar altares en los hogares dedicados a los recientemente difuntos, dejando sobre una mesa los objetos y alimentos recién preparados que más les gustaban en vida. Esa es la raíz del actual Día de los Muertos mejicano, en el que aún hoy se realizan auténticas merendolas en los cementerios, al caer la noche.

Será el morbo de no saber qué hay más allá, de jugar con los cadáveres, de sentir por un día cerca a los que marcharon. Será esa amalgama de sentimientos tan opuestos. Pero la fiesta de los muertos se le escapó a Europa de las manos. A las ceremonias más religiosas (misas de obligatoria asistencia para toda la cristiandad, fogatas en el cementerio para proteger los cadáveres de sus propias almas…) se suman otras menos oficiosas: como quien no quiere la cosa, el carácter práctico de la fiesta, la preparación para el invierno, vuelve, y se hace costumbre la matanza de ganado para obtener provisiones. Los niños empiezan a tomar parte en la fiesta, jugando con la vesícula biliar de los animales muertos como si de globos de agua se tratasen. Las reuniones en torno a las piezas de ganado se tornan con el tiempo elegantes masquerades, en las que se apañan matrimonios concertados. Del luto por la muerte a la alegría de estar vivo, de la rectitud del día a día a toda una rebeldía, en la que paletos cualesquiera se visten de policía, alcalde o cura, y salen a dar por saco por las calles, estableciendo una asociación entre el disfraz y esta fiesta que perdura hasta nuestros días. Era el único día en el que un hombre vestido de mujer o una mujer vestida de hombre no era una persona con problemas mentales o legales. Paralelamente, Japón ya celebra su particular día de los muertos, Bon Odori, en este caso en verano. En recuerdo de las almas perdidas, dejan velas flotantes en los ríos para que se vayan con la corriente (no sé hasta qué punto esto es forestalmente sano).

BON ODORI
 En japón liberan faroles en el río para rememorar a los difuntos. Fuente: Google.com

La fiesta está servida. En el siglo XIX, Halloween ya es una realidad en Estados Unidos. Su controvertida historia, marcada por el miedo a la brujería y el culto a la muerte, es plasmada por autores como Edgar Allan Poe, quien lleva en 1849 al teatro la obra The black cat, en la que ya aparece toda la imaginería que hoy puede verse en cualquier sarao de esta naturaleza. Como anécdota final, las manidas calabazas con la cara tienen un origen legendario y otro más mundano. El legendario, la historia de un irlandés llamado Jack, que se burló del demonio (poco le duró la alegría, después éste se burló de él dejándolo en el purgatorio por toda la eternidad). El aburrido estaría en los faroles hechos con cáscara de nabo que en algunas zonas dejaban a los difuntos en estas fechas. En Estados Unidos no debía haber muchos nabos, pero sí un exceso de calabazas, de ahí el cambio de hortaliza.


ORANGE AND BLACK
La calabaza y la oscuridad son los elementos más representativos de la festividad de Halloween. En la imagen, elementos decorativos habituales. Fuente: archivo personal

Y hasta hoy. Mientras el día de todos los santos – y el de los fieles difuntos – en Europa ha perdido trascendencia y se ha convertido en una aburrida fiesta más del calendario católico, en Estados Unidos se vive Halloween cada vez con más fervor. A ello contribuyó Hollywood, quien difunde con sus películas las bases de esta festividad por todo el mundo, que se abre a ella cada vez más. Ciudades de toda España se ponen naranjas y se llenan de telarañas y gatos negros. Los fiestorros se multiplican, el disfraz ya no es cosa de Febrero. Y mientras, la cada vez más débil iglesia católica, continúa empujando contra una fiesta que consideran pagana. Pero el mundo está ávido de diversión, el mundo pasa de la muerte y del dolor como de comer mierda.

La eterna pregunta

Pero la muerte y el dolor no pasan del mundo. Y es que en esta vida no hay nada tan seguro como la muerte: el que nace la sufre, más tarde o más temprano, y hasta el momento es ineludible, de ella no se libra ni el Papa. Dulce para unos, trágica para otros, esperada para unos, sorprendente para otros, unos la miran con sosiego, otros con miedo. Lleva preocupando a la humanidad desde antiguo, y sobre ella pesan cientos de leyendas y mitos, quién sabe si reales o falsos, pero seguramente fruto del miedo del ser humano al no-ser, más bien a volver a no ser. ¿Qué hay después?

La idea más científica, quizás – y por desgracia – la más lógica, es que después de la muerte hay exactamente lo mismo que antes de la vida. ¿Recuerdas lo que sentiste tres o cuatro años antes de nacer? Pues lo mismo sentirás tres años después de morir. Decía un compañero de clase, en esta línea, que la vida es un segmento. Pero a los temerosos (de Yahvé, de Alá, de Zeus, de Shiva…) no les satisface esta explicación, de hecho les aterra. Prefieren pensar que todo sigue después, en un lugar paradisíaco o con siete putas para ti solo, en las nubes o en el espacio. Creen que el ser sigue siendo después de dar el último aliento, y con eso le dan un sentido a su vida (portarse bien para ir al cielo y no al infierno, inmolarse para conseguir el harén como premio…).

Un tercer grupo piensa que vagaremos por la tierra, asustando a la gente. Es quizás la corriente de pensamiento más antigua: una de las cosas más inteligentes que he escuchado en mi vida es una teoría acerca de cómo llega al ser humano la idea de que hay algo más allá, de que los que se van no se van realmente, y nos acompañan desde las sombras y en la oscuridad. Imaginad que sois cavernícolas, y que como tal no tenéis ni puta idea de ciencia, pues malamente sabéis del binomio piedra + piedra = fuego. Ayer murió un niño de la tribu. Lo sabes porque un mamut lo destrozó vivo, porque cuando lo soltó estaba reventado, ensangrentadito de abajo a arriba, frío. No responde a nada. Y como temes que huela mal, a no ser que seas de una tribu caníbal (descartemos la circunstancia) lo entierras. Rodeado de flores, para que no apeste demasiado. Llegas cansado a casa, has tenido que cavar un hoyo para la criatura. Te recuestas contra la pared, esa en la que anteayer tu chaval pintó al mismo mamut que se lo cargó. No sabes por qué, pero te aprieta el estómago y hay agua en tus ojos. Haces unos estertores raros, de esos que cinco millones de años después acabarán llamando llanto. Tus párpados caen. Y allí está: el niño corre, juega, te habla, vive, todo es confuso, te abraza, aprende a cazar contigo, de repente estáis en la cueva, corre otra vez, nada en el lago, todo está oscuro, se oye su risa, ahora su llanto, ahora nada. Abres los ojos. El sol está fuera, toca salir a cazar. Y lo haces feliz. Porque has visto a tu hijo. Ayer lo dejaste en un hoyo, pero por la noche lo has visto hacer algunas cosas que no recuerdas muy bien, aunque te ha parecido real. Lo has soñado, pero no tienes ni puta idea de lo que significa soñar, de cuáles son sus bases, de que es fruto del subconsciente, de una actividad neuronal remanente que se produce en la fase REM, y de la que aún en el año 2011 quedan muchas cosas por resolver. Es oficial: has visto un fantasma. Cinco millones de años dan para construir mucha parafernalia sobre algo así.

La visita de la parca

Sea como fuere, pertenezcamos a la cultura que pertenezcamos, desde que nos forjamos como humanidad en cuevas como las que he mencionado llevamos todos dentro una potente atracción por el tema, un profundo respeto por la muerte. Desde que un ciudadano del siglo XXI recibe tantas noticias en 24 horas como recibía un campesino medieval en muchos años, la muerte es un tema cercano. Sin ir más lejos, esta mañana los periódicos digitales abrían con un valenciano al que anoche le dio por ir llamando de puerta en puerta y cargándose a quién le abría. Versión un tanto extraña del trick or treat, seguramente venida de un tarado mental. Un padre de familia, su hijo de trece años (que salió en su ayuda), y una señora de cincuenta años, ya conocen, por desgracia, la respuesta a la eterna pregunta. Se trata de un hecho horroroso, de los de echarse manos a la cabeza. Pero pasa desapercibido. Pasa desapercibido entre las noticias electorales (todavía nos queda ver cómo unos y otros se dan de tortas por ostentar el poder, cagarla cuanto antes y llevarse todo lo que puedan entretanto). Pasa desapercibido entre las noticias del Madrid y el Barça. Pero pasa desapercibido porque es un hecho mortal más de las cientos que vemos al cabo del año en la caja tonta: accidentes de coche, violencia de género, islamistas y judíos a hostias entre sí, suicidios, personajes célebres a los que le llega su San Martín, intoxicaciones…

                Y son ya pocas las formas en las que la de la guadaña puede no pasar desapercibida para una persona, llegando a tocar lo más profundo de su ser. La primera, es que ames a la persona que ha muerto: el disgusto es mayúsculo, porque te toca directamente. Pierdes a un abuelo o abuela, a un padre o a una madre, a tu novio o novia, hermanos o amigos… y su ausencia te pesará por siempre, aunque no lo creas. Cada muerto se lleva consigo una parte de ti, aunque a su vez te ha dejado otra, llena de experiencias, buenos y malos momentos. La segunda forma es la muerte numerosa, sea accidental o voluntaria. Un 11S o un 11M. Una inundación como la del Cerro de Reyes en Badajoz (1997, 21 víctimas), o el fruto de la locura y la ira de un asesino, como ocurrió en unos despacho de abogados en Atocha (1977, 5 muertos) o una tarde de verano en Puerto Hurraco (1990, 11 muertos). La tercera forma, que en la muerte pese enormemente el factor tragedia: persona joven, guapa, conocidísima por todos, muy buena en lo suyo, con un futuro prometedor y toda una vida por delante… hasta que en un golpe de fatalidad, y en cuestión de segundos, pasa a estar muerto. Pasa en un pueblo, cuando un joven se deja los sesos en el asfalto. Y pasa a gran escala, recientemente con el fatal piñazo de Marco Simoncelli (minutos después de haber sonreído a cámara junto a su novia para promocionar su nueva web), la muerte de Steve Jobs (fundador de Apple) o la intoxicación etanólica fatal de Amy Winehouse (lo de ésta era más predecible, pero su ingreso en el famoso Club de los 27 es igualmente trágico). Las demás circunstancias mortales nos suelen resbalar, y bastante.

LA MUERTE EN DIRECTO
La muerte trágica de una persona impacta potentemente cuando tiene lugar en directo. Es lo que ocurrió con la caída de Marco Simoncelli  o el fuerte impacto del luger Nodar Kumaritasvili contra una columna en los Juegos Olímpicos de Invierno de Vancouver. Las imágenes pueden resultar altamente desagradables para el lector.

Concluyendo…

Poco sabemos, y por ahora poco podemos hacer para saber qué hay más allá. Poco sabemos incluso acerca del momento del adiós: en los agónicos, parece haber un último instante de lucidez, en el que el miedo se va, pero poco más. Mucho nos queda que oír: historias de fantasmas dentro y fuera de Cuarto Milenio, promesas religiosas que por ahora sólo sabemos que son promesas, e incluso teorías científicas más bien rimbombantes al respecto. Sí que sabemos, pues, que la vida es un segmento. Lo que hay antes lo tenemos claro (¿tú te acuerdas? Yo tampoco). Y a la vista de que no sabemos lo que hay después, y de que no tenemos medios para saberlo, lo importante es preocuparse lo mínimo por ello y disfrutar al máximo de nuestro paso por el Planeta Tierra, cada uno como más guste. Entre que viene y no viene, y por si viene mañana mismo, lo mejor será aprovechar cada segundo, minimizar los disgustos y maximizar las alegrías y los éxitos. Estar con los seres queridos mientras estén con nosotros. Dejar a nuestro paso felicidad, hacer que nuestra existencia signifique mucho para los demás. Descubrir o ayudar a descubrir algo que mantenga alejada a la parca durante más tiempo. Vivir.

Cierro el comentario, por si no estás convencid@, con una amenaza escrita en un lugar muy visitado en Évora, Portugal. La discusión comienza abajo, si queréis añadir algo al respecto del tema, donde pone ‘X comentarios’, bajo estas líneas. Feliz otoño y carpe diem, nos vemos pronto.

 
CALAVERAS AMENAZANTES
La Capilla de los Huesos (Évora, Portugal), construída con más de 5,000 cadáveres procedentes de cementerios cercanos, advierte en su entrada del carácter efímero de la vida: «Nosotros, huesos que aquí estamos, por los tuyos esperamos». Fuente: google.com

martes, 6 de septiembre de 2011

Out of the frying pan...


And into the fire. Traducido, salir de la sartén y caer en las brasas. O lo que es lo mismo, de Guatemala a Guatepeor. Cuando parece que la cosa repunta, que el enfermo responde al tratamiento… pues no. Vienen más peces gordos y nos dicen que el enfermo no va a mejorar. Y los números se vuelven rojos y los parqués se resienten ante el inquieto caminar de unos brokers que ya no saben a qué color apostar. Y a mi los brokers y sus clientes, los que tienen tanto dinero como para jugarlo en bolsa, me la traen al fresco. Pero hay un problema, ya que no solo se espantan ellos. Están en la base de un edificio que se tambalea, un edificio en el que vivimos todos y sobre el que se ha especulado mucho, demasiado. La casa se nos cae. Y toda una generación de jóvenes sobradamente preparados corre el riesgo de morir entre los escombros de la crisis económica.

Se acabó el camino marcado. En unos días comienza para mí el principio del fin de una ruta que para todos comienza a los tres años por obligación, pero que muchos acaban dejando por el camino. Y los que la hemos seguido tenemos un poco de miedo. Hasta aquí, todo estaba marcado. Comienzas en septiembre un curso. Estudias y haces exámenes. Los apruebas (o no). No cobras un puto duro por lo que haces. Navidades, Semana Santa, Verano. Y vuelta a empezar. Y te vas a la cama tranquilo, seguro, pues tu futuro está escrito. ¿Y a quién no le gusta saber qué va a pasar? Si esa es la base del (por suerte, decadente) éxito de la videncia. El año pasado sabía que este empezaría quinto, la enésima repetición de este ciclo. Pero lo único que tengo seguro del año que viene por estas fechas es que, si todo ha ido bien, habré ido de boda (a la de una prima). Y no saber qué será de mi no me hace ni puta gracia.

Qué quieren que les diga, a nivel personal estoy harto de vivir de mis padres. Sé que a ellos no les importa (si llego a los 30 así les importará y mucho), pero a mi no me apetece. Me hace mucha ilusión eso de cobrar por trabajar, de ver mis esfuerzos premiados, y de transformar esa energía en comida, objetos, un modo de vida… Pero al paso que va la procesión comienzo a tener miedo de no ver un sueldo ni en pintura post-moderna: en un mundo donde a una marraja de apellido Esteban le pagan 3 millones de euros por haberse follado a un torero y seguir contándolo diez o doce años después, nadie me asegura a mi, farmacéutico, ni siquiera a un médico, que vaya a tener un sueldo, ni siquiera un sueldo de mierda. Y si al entrar en la carrera Farmacia era una de las opciones universitarias más atractivas y demandadas por el mundo laboral, no quiero ni imaginarme qué estará ocurriendo con esas carreras de las que dicen tienen la línea de meta en la cola del INEM.

He dicho mil veces que en este país la gente no es seria. No me gusta generalizar pero reconozcamos que es algo bastante general. Que arreglamos los problemas yéndonos de fiesta y en los bares (para muestra, atiendan a cómo le arreglan a Curro sus problemas en el inicio de esta canción). Que nos conocen en todo el mundo como la nación de la siesta, los toros, la paella, las playas y la pereza. Y, cómo no, los políticos han ejercido una fantástica representación de un tópico que, insisto, no es tan tópico. Me hace gracia que el Partido Popular asfixie al gobierno actual y le culpe de la crisis de cara al votante cuando fue el fantastiquérrimo José María Aznar el que puso la semilla de un árbol que nunca dio frutos, y cuyas prometedoras flores acabaron apestando. Y Zapatero, el presidente saliente, no se la vio venir, y se la comió doblada. ¡Plas! Estalló una fuerte crisis de crédito en USA con la caída de Lehman Brothers y en España revienta la burbuja inmobiliaria. La vía rápida, el camino fácil, le había salido – y le está saliendo – muy caro a un país que creyó tener dinero pero que nunca lo tuvo. Esto en Enero de 2008, cuando yo empezaba la carrera. Zapatero negando la evidencia, no se si por ignorancia o porque venían unas elecciones en las que salió victorioso de nuevo. El mundo entero diciéndonos que no era nada, que pasaría a finales de año. Y a finales de año, que pasaría en 2009. Y luego en 2011. Voy a terminar la carrera y me da la impresión de que ocurrirá lo que más temía, que me tuviera que comer la crisis con patatas y kétchup. Mariano Rajoy, el opositor que ha estado rascándose los cojones durante ocho años, es, según apunta todo, el futuro de esta triste tragedia. Nunca pareció tener un plan concreto para cuando llegara al poder, aunque no ahorraba en saliva diciéndonos que nos sacaría de ésta, que el PP lo haría. Este fin de semana ha demostrado que mentía. Que, en efecto, no hay plan. Que ahora que tiene las elecciones en el bote, va a ser muy difícil salir de la crisis durante su gobierno. Y a mi, que hasta tenía esperanzas en el PP, eso no me tranquiliza.

Han sacado la tijera, y va a ser malo, muy malo. Y, como por arte de magia, le está tocando a los farmacéuticos. La de los tres sueldos ha decidido dejar de pagar a los farmacéuticos en Castilla - la Mancha. Fíjate que llega ella a la presidencia y dejan de pagar a los farmacéuticos. Y claro, culpa al gobierno anterior, que pagó siempre (esa será la tónica del gobierno del PP a partir de Noviembre, culpar al gobierno anterior de todo lo que no les salga como quieren). Y seguramente se extienda: menos becas (muchos decían que no se atreverían a tocar la educación, pero Espe[jode lo que somos] ya lo ha hecho metiendo la tijera hasta el fondo), menos plazas en puestos públicos, más gente para el sector privado… y como a los del sector privado, que ya tienen la vida hecha, les suda el coño de lo que les pase a los demás, como la demanda de trabajo será grande nos van a explotar a base de bien. Y el rico cada día más rico, y los pobres cada día más pobres.

Ahora que ya está bien claro que los culpables son los que más tienen y los que menos van a notar los efectos de la que han formado, ahora que ya he dejado claro mi descontento con todo el espectro de la clase política española y mundial, expongo el caso de los farmacéuticos. Cuando entré en la carrera, y como ya he dicho, era una de las opciones con más futuro del panorama universitario. Nos decían que es una profesión casi sin paro, que si sacabas la carrera con buena nota las empresas se matarían por ti. Que hay más de 250 (no es exageración) salidas profesionales. Que viviríamos, como poco, muy cómodamente. Muchos empezamos esta carrera corriendo con ilusión en busca de una flamante meta, donde nos esperaba un suculento premio. Ahora nos acercamos y empezamos a darnos cuenta de que nos han inducido miopía, y que la meta tiene un aspecto triste y desaliñado para los que no somos hijos de. Me atrevería a decir que la cosa está chunga hasta para los herederos de las farmacias más modestas. Sólo se salvan los hijísimos. Los foros arden con farmacéuticos adjuntos que cobran poco más que un peón de albañilería. Me acojonan los testimonios de gente que ha abandonado farmacias para coger puestos de oficinista corriente y moliente cobrando más dinero que en la adjuntía. Tengo miedo de ver cómo hemos pasado de ver el FIR (farmacéutico interno residente, el equivalente al MIR de los médicos) como una opción de futuro en la que el contrato es casi seguro al término de los cuatro años y con un sueldo que puede entonces crecer hasta espetarse en los 52,000 € anuales (2005), a ver cómo se hace difícil, por no decir casi imposible, que te contraten donde hayas estado trabajando, y que por la residencia te paguen en algunas comunidades unos tristes 1,000 €. Es deprimente ver como una mafia legal, los COF, nos han impuesto el modelo mediterráneo, un modelo por el cual ejercen un control absoluto sobre las farmacias que se abren, cierran o traspasan, de forma que sólo si tienes en el banco cincuenta millones de pesetas (los 700,000 € restantes te los pone el banco, ji ji) eres merecedor de seguir forrándote. Lamentable cómo las empresas de aquí y de allá te exigen que te tires estudiando hasta los 30 y que saques la experiencia de algún mundo mágico lleno de unicornios para contratarte (y pagarte una mierda). Desolador cómo las pocas que te contratan lo hacen para que hagas cosas que apenas tienen que ver con la Farmacia. Duele ver que no tenemos futuro. Y que si lo tenemos, vamos a tener que pelear como fieras por lograrlo sin que se aprovechen de nosotros.

Y mientras una generación con doctores de todos los palos, con cuatro y cinco idiomas, esperan turno para sellar el paro, sólo nos queda llorar. Porque quejarnos no nos dejan. Y los pocos que tienen huevos de quejarse lo hacen sentándose a cantar, huyendo de las duchas y tocando los tambores (el 15M es perfecto en el fondo, pero totalmente imperfecto en las formas). ¿Qué me queda? ¿Qué nos queda? Esperar y ver. Y luchar con uñas y dientes (y horas y horas y horas y horas de estudio; y puede que incluso unos cuantos años de precariedad) para hacernos lo más competitivos posibles y evitar que este cáncer que es la crisis acabe por afectarnos.

Sigue estudiando. Pero hazlo pensando en el hoy. Porque como pienses en el mañana se te van a quitar las ganas de hacerlo.  


martes, 16 de agosto de 2011

El día del orgullo católico

El siguiente artículo DE OPINIÓN puede herir la sensibilidad del ultracatólico. Si matarías a tu madre por ir a ver al Papa, sal de aquí.

Repartiendo hostias. Esta semana en Madrid la cosa va a ser así. Tanto si les gusta a los madrileños como si no. Hostias por aquí, hostias por allá, calles y carreteras cortadas, parques ocupados, instalaciones públicas convertidas en campings de tercera división, negocios hundidos por una semana in nomine pater, y un calor insoportable. Insisto, tanto si te gusta como si no. Aviones y aviones cargados de gente con billetes y billetes con ochentas porciento descuento por ser peregrinos (nótese la cursiva irónica, han venido en avión, no a pata). Y a los demás que nos jodan, si quieres ir en metro te pagas el billete completo, como buen cristiano. Volvemos a la Edad Media, o al castillo de Harry Potter, vaya usted a saber. Ya están aquí, son fuertes, nos vamos a enterar, el mundo entero y parte del sistema solar lo verá. Llega a España la XXVI Jornada Mundial de su Juventud. El día del orgullo. Del orgullo (¿ultra?)católico.

Las comparaciones son odiosas, y estos días se está tirando mucho de las cifras y letras que año tras año deja el macroevento pagano por excelencia, el orgullo gay. Unos y otros se tiran los cacharros a la cabeza para ver quién llena más, quién es más limpio y puro, quién ocupa más portadas e, incluso, quien causa más polémica. Y reconozcamos que la fiesta del 28 de Junio tiene las de ganar esta contienda. Y no es que el día del orgullo gay sea santo de mi devoción: me parece el circo del vicio, una excusa más para sustituir la sangre por etanol y para ser todo lo promiscuos que se pueda, tanto para gays como para heteros. Si este día se ideó para normalizar la diversidad sexual entre la población y hacer ver que un homosexual es un ciudadano tan normal y cívico como un heterosexual, con estas cabalgatas horteras están haciendo todo lo contrario. Pero, como decía, esta vez tienen las de ganar: para ser una fiesta que se celebra en multitud de países todos los años (las JMJ son anuales pero itinerantes), parece ser que el orgullo gay llena más hoteles, satisface más a los restauradores y le sale al ayuntamiento y al Estado español infinitamente más barato, incluso rentable.

Quisiera yo ver si los peregrinos nos van a devolver en siete días la friolera de 50 millones de euros que les va a costar a unos y otros este evento. Y entre esos otros, los contribuyentes, ateos / agnósticos / no creyentes incluidos. Insisten desde el catoliquísimo ABC que no, que no nos va a costar ni un duro, que lo pagan los jóvenes que participan. Debe ser que la luz divina del altísimo está cegando las naftalínicas mentes de las altas esferas del periódico, debe ser que las sotanas del comité organizador de las JMJ ha anulado la razón de esta gente. Pero si la cosa cuesta 50 millones de euros (pongamos que sea así, porque algunos partidos políticos dicen que mucho más) y si es verdad que, como prevén los organizadores, participará un millón de personas, no sé yo si cada asistente habrá puesto 50 euros para Ratzinger. En definitiva, eso del coste cero para el contribuyente no se lo creen ni ellos: las calles que ensucien las limpiarán funcionarios del estado, las obras que han sido necesarias las han llevado a cabo funcionarios, los cortes de circulación suponen un impresionante gasto y dejarán en blanco múltiples negocios, el amplísimo despliegue policial y mucha de la parafernalia que van a montar va a costar un dinero que ni el contribuyente, ni el ayuntamiento de Madrid, ni la Espe,Jode lo que somos, ni el Estado español tienen en un momento como este.

Y si todavía ese dinero fuera a algo que nos interesase a todo… pero no es así. El montón de chupacirios que estos días se acercan a Madrid para ver a su líder va con ganas de farra. Y el Papa también. ¿De qué va a ir la misa? ¿De la juventud? ¿De los problemas comunes a todos los jóvenes del mundo? ¡Venga ya, qué me dices! ¿No sabías que las misas las da un hombre de ochenta y tantos años? ¡Si las únicas juventudes que este tío conoce son las Hitlerianas en los años 40! A lo que vamos, que el abuelete (cachis…, perdón, retiro lo dicho, que con eso de que la reproducción por esporas no es cosa de humanos…) va a hablar de todo menos de jóvenes. El jueves se nos van a poner las orejitas calientes a todos los de izquierdas, y a Zapatero le van a reventar. Le van a reventar, en general: empezarán con cosas que son verdaderamente un problema, como el paro. Que sí, que es un problema, pero es una cosa de dos: los ciudadanos y el Estado. La puñetera iglesia no pinta una mierda en este asunto. Empezarán con eso y seguirán con la mierda de siempre: gays, putas, condones, promiscuidad, aborto, muerte digna… Está clarísimo que esto es lo que hará el santo padre, instigado por el némesis de los partidos de izquierda, el señor Rouco Varela, ese que cumple estos días ochenta y tantos y que tiene un regalo de cumpleaños como nunca: un ataque perfecto a la sociedad por parte de la iglesia católica… y una cena de 5,000 euros para una veintena de curas, entre ellos su santidad. Y a los pobrecitos de Somalia que se las pique un pollo, y que coman mierda si pueden. A Rouco se la suda, el seguirá lamiéndole el culo a unas y otras sectas de dudosa estabilidad mental (kikos, escoriales…) para organizar siete como esto. Y que el mismo gobierno esté permitiendo esto…

Seguro que no es casualidad. Porque ya hubo unas JMJ en España (1989, Santiago de Compostela), y ya no digo que la puedan organizar los países pobres, pero el mundo desarrollado es muy grande. Y es que la España que se encuentran el papa y sus hijos modelo (no te despistes, Bene, que en cuanto te des la vuelta se van de botellón y se la meterán sin condón) es muy diferente a la que se encontró Juan Pablo II en el ocaso de los ochenta: según el viejo, hemos perdido de vista la ley divina. España sufre un eclipse de Dios. El CIS revelaba hace poco (datos de 2011) que un 72.7% de los españoles se considera católico. Muchos, sí, pero el dato está muy lejos del 84% de 2001, y éramos bastantes menos. Cualquiera lo explicaría por el aumento de la inmigración, y vería un porcentaje interesante en otras religiones, pero no: el 24.3% de los españoles se declara ateo, agnósticos (yo) o no creyente, más de una vez y media el porcentaje de 2001 (14.6%). Hay miedo entre los curas: seminarios vacíos, pastelerías que han aprendido a hacer yemas de Santa Teresa a la vista de que los conventos ya no son lo que eran, cada vez más maricas y bolleras fuera del armario, pecaminosas mujeres que defienden sus derechos, suicidas que prefieren morir dignamente a vivir en el infierno terrenal, putitas que abortan porque las han violado (o porque les sale del coño)… Se les está poniendo la cosa chunga. Y es que la gente empieza a despertar de un sueño de dos milenios. Unos y otros están cansados de someterse a unas reglas, ya no vale ni la religión McDonalds (me da una ReliBurger con procesiones y extra de rezo en la camita cuando tengo problemas, no se corte con las navidades… pero por favor, quíteme del medio lo de amar al próximo como a mí mismo, y no me ponga eso de la abstinencia prematrimonial). La gente está perdiendo la fe en dios y empieza a tenerla en sí mismo. Están cagadísimos, se le jode el invento, la mentira que fraguaron en el Concilio de Nicea para mantener una revolución. Mira que si nos ponemos a pensar todos y logramos un estado 100% laico y dejamos que la moral y la ética común ponga unas normas básicas que todos respetemos… mira que si cada uno empieza a ser feliz como le sale de los cojones…

Pero estos días toca alardear de un poder que no tienen, de una ilusión que se les escapa de entre las manos… Aquí me quedo yo. No voy. Ni me hace gracia que vengas. 

domingo, 17 de julio de 2011

Telele

 El veranito avanza, más bien fresco. Ya no aprieta el sol como lo hacía en otros tiempos, como lo hizo en los 90. Es una lástima porque a la gente se le quitan las ganas de salir a la calle, a hacer lo que sea. Como si fuera Octubre, muchos prefieren agazaparse en el sofá, incluso con una mantita (esa melancolía otoñal…) y darle al botón rojo del mando: comienza el espectáculo. Y el espectáculo es, según qué cadena, más o menos lamentable.

La tele en este país ya no es lo que era. Como el verano, que ya no es lo que era. Hace una década ponías la televisión y te encontrabas con programas para todos los públicos, programas más o menos blancos. Los que estábamos atravesando la infancia en aquella época todavía recordamos lo bien que lo pasábamos al frente del televisor, aunque hiciera rayitas, viendo ‘¿Qué apostamos?’ o ‘El Gran Juego de la Oca’. Eran programas de gran presupuesto, desorbitado, pero de una gran calidad. Programas que después de 20 años siguen siendo recordados. ¿Qué tenemos ahora? Fresquito de noche en pleno julio, tropecientos canales, programas de cinco euros el puñao y mierda, mucha mierda en pantalla. Demasiada.

Son pocos los canales que se salvan, o pocos los programas que escapan dentro de canales que están perdiendo el Norte. TVE es buena. Está apostando por series de gran calidad y cuyos presupuestos se acercan a los de los programas que en su día hicieron historia. El problema es que se les está acabando la pasta, si es que no la han agotado ya, y la vaca ya no da más leche. Antena 3 se ha lavado últimamente la cara y apuesta fuerte por programas concurso bastante resultones y por series de altos vuelos (y me refiero a ejemplos Hispania, no a castañas baratas adolescentiles con actores entre comillas como Física o Química), quizás copiando un poco el modelo que a TVE tan bien le ha venido. La Sexta tiene potencial, pero está ahora mismo como cinco millones de españoles: parada. Muerta de asco. Echada a las repeticiones y a la producción ajena. Cuatro ya no es lo que era. Y todo porque han puesto en ella sus zarpas los directivos de lo peor de la televisión de este país. Lo peor, y curiosamente lo más visto.

La pongas a la hora que la pongas, está de mierda que no puede más. A lo largo de la década ha mezclado mierda con programas semidecentes, con series semidecentes, con informativos semidecentes. Pero ha cedido y ha adquirido una personalidad que se le veía venir a kilómetros. Desde que Gran Hermano (experimento sociológico) se convirtió en Gran Zángano (fracaso experimental). Habrá a quien le guste, yo no digo lo contrario, y si quiere defenderla que se abra un blog o que use el tablón de comentarios abajo accesible. Pero este es mi blog y a mí no me gusta el Circo, no como me lo plantean. Y por eso hoy toca desahogarme contra la cadena de los italianos.

Sometamos a una persona normal a un día viendo la madre de las cadenas de Mediaset. Comenzará deleitándose con las desgracias más sangrientas, los colaboradores más plumíferos, la “actualidad” del “corazón” que ellos mismos inventan y lo peor de una otrora periodista en condiciones AmaRosa Quintana. Probablemente, si esta persona a la que estamos torturando se levanta de la silla para ir a mear (o a vomitar, si su gatillo quimiorreceptor no aguanta más) se lleve en el oído la cacofonía del show de Miss Yo-Yo-y-solamente-yo, del mismo modo que te llevas un pitido en las orejitas cuando sales de un tugurio de música chirriante. Porque no hay otra cosa en ese programa: un montón de zorras venidas a menos del Gran Zángano y un montón de musculitos lamechochos, todos cacareando al conjunto. Nuestro pobre mártir intentará enterarse de algo, pero continuamente todo será un incesante ‘bla-bla-bla-bla-quéguapavienes,AR-bla-bla…’.

Acabará el programa de la que tiene su propia revista y empezará una obra de teatro que ni cobrando yo iba a verla. Mujeres, hombres, Pipi Estrada, silicona, y una presentadora que introdujo la telebasura (con permiso de Crónicas Marcianas) vespertina en nuestro país sin darse cuenta, cuando su programa ‘A tu lado’ fue degenerando y pasó de ser el abuelo de España Directo a ser el predecesor de Sálvame. Resulta sorprendente que quede gente en este mundo que crea real los numerazos – porque son numerazos – que montan en ese programa. ¿Qué se nos va al traste la trama? ¿Qué la audiencia se aburre? Pues vamos a inventarnos que la tronista ha pillado a un candidato en una discoteca de Madrid comiéndole la boca, curiosamente, a otra concursante del programa, y, curiosamente, delante de las cámaras del programa. Si los diccionarios llevaran foto, aparte de no incluir el término ‘tronista’, que no existe y que de hecho es una patada a uno de estos libros, al lado de la palabra ‘sordidez’ aparecería un pantallazo de cualquier momento del programa.

Dejemos el siguiente espectáculo teatral de la parrilla – ese programa de juicios en el que todo se ve TAN natural – y pasemos a los informativos. No sé, no entiendo, no imagino cuántos millones habrán pagado al ex de TVE, un tío que parecía inteligentísimo, para sentarse en la mesa de los Informativos de semejante cadena. Ya en 2002 pudimos intuir que en la televisión de las mamachichos los informativos acabarían tirando por la vía del «terrible, apocalíptico»: sin cortarse un pelo, emitieron íntegra la decapitación de un periodista del Wall Street Journal a manos de un grupo de terroristas islámicos, sin previo aviso, a la hora de comer. Hace no mucho, también emitieron íntegro el video del linchamiento mortal, igualmente en un país radical árabe (¿dónde si no?) de una mujer por haber cometido adulterio o qué se yo. De nuevo a la hora de comer. Si te mola el morbo, déjate de ir al cine a ver Saw (inserte número aquí): dale al cinco del mando a la hora de comer, y disfruta.

Y llega el plato estrella, el postre que toda comida debería tener. Y digo yo, ¿quién me salva a mí de semejante zoo? Dos mesas llenas de víboras, pocas o ninguna carrera universitaria. A la cabeza, el hombre que a todo esto llama neorrealismo televisivo, como si todavía tuviéramos que darle las gracias por chabacanizar al personal, por fomentar el cotilleo y el cuchicheo sobre el vecino, por decir perlitas en horario infantil saltándose una y cien veces las normativas televisivas, limpiándose el culo con cualquier libro de estilo televisivo. Le secunda las gracias la que quiere ser primera: la princesa del pueblo (no se de cual, pero del mío no), la que, diga lo que diga, ha llegado donde ha llegado por follarse a un torero (El Jueves no nos ha sacado de dudas esta semana). Ya puedo yo estudiar la farmacología cardiovascular, la toxicología del cadmio o de qué se compone un inhalador. Ya puede mi padre poner ladrillos. Ya pueden unos y otros llenar columnas de periódicos o hacerse siete másters en comunicación audiovisual. Ya nos podemos partir el cerebro o la espalda cualquiera de nosotros, el pueblo llano. Que los dos millones de euros que cobra el marrajo este por año por insultar y soltar cuatro lágrimas en la tele no los vemos nosotros ni en pintura renacentista. No hay cuatro horas en este país que me den más vergüenza ajena que esas. Ocho los viernes.

Y es que se retroalimentan. Ellos mismos crean sus propias polémicas. Hacen programas que se meten con otros programas de la misma casa. Y tanto les importa que se llame ‘Qué tiempo tan feliz’ (¡qué coño haces ahí, Mari Tere!) como que sea un programa de zapping: si algo les ha ido bien, si algo se ha pasado de chabacano y los morbífagos de este país han respondido con un subidón de audiencia, lo estiran como un chicle hasta que les revienta en las manos. Y para muestra, el ‘hijaputa’ que le soltaron a la vallisoletana pedante del gran hermano, probablemente tan premeditado como todo lo que sale de este toilet gigante. ¿de qué habla AmaRosa? De Aída. ¿Y Mari Tere? ¿De tiempos felices? No, de Aída. ¿Y los programas de zapping? De Aída. ¿Y Enemigos Íntimos? De Aída. Y como donde va Vicente va la gente, las revistas y portales online de televisión… adivinen de quién hablan. ¿de los últimos avances en investigación contra el cáncer? ¿del Festival de Teatro Clásico de Mérida? ¿De lo bien que va este país?

Pues va a ser que no.

sábado, 18 de junio de 2011

Dieciocho de Junio, fin del VIII semestre

                 Cierran actas de calificación en unas horas y aún me quedan tres asignaturas por saber. Dos de ellas prometen mucho, pero me harán aguantar hasta el final, incluso más allá del cierre de actas. Otra la dejé, no tuve tiempo, tengo que superarla el 29, también prometo. No creo que haya problema. Las otras tres son Notables. No va mal la cosa. En la calle huele a verano, no sé si me entienden. Ese olor a aire limpio, no removido, fresco a esta hora de la mañana. En la agenda de mi ordenador pone bien claro que hoy acaba el semestre y casi el curso. Vuelvo a casa, y se que mi presente está allí, aun teniendo que echar cinco días más en esta habitación. No asimilo que ha llegado el verano, que vuelvo a estar de vacaciones. Y a ello quizás contribuye el hecho de que, por culpa de los apuntes de farmacogenética (que no querían venirse de vacaciones conmigo), he perdido el bus. A esperar otras tres horas.

                Han sido nueve meses completos. Han estado llenos de altos y bajos, de amor y odio, de días excelentes y otros de pesadilla. Nueve meses en los que he llevado a cabo, con gran éxito, un plan para darle un pequeño y agradable giro a mi vida, un plan que tracé en verano y que, bien seguido, me ha llevado donde quería con el menor número de efectos secundarios para mí y para algunos y con un gran efecto terapéutico para mí y para muchos. He corregido errores del pasado que me pesaban en el alma desde principios de carrera y, lo que es muy importante, los he corregido de frente, sin escabullirme del daño. Me he sacado de encima a un par de personas que no me han querido más que mal y que estaban sin duda de más en mi vida, y a las que sin embargo deseo lo mejor (que puedan tener dadas sus difíciles características) en su existencia. He mantenido el tipo ante el curso más difícil y laborioso de la carrera, y mi media se mantiene casi intacta. Estoy en paz conmigo mismo, lo cual vale millones a sabiendas de que muchos quieren verme infeliz.

                No soy mucho de expresar lo que siento, no soy mucho de hablar de mi vida a pesar de mi casi total transparencia. Pero creo que debo dar las gracias a un par de personas. Empiezo por la Viagra: sabes levantármelo todo cuando más decaído estoy, y has demostrado estar a mi lado cuando más lo necesito, incluso cuando me van a cortar el pelo. Espero que me escribas mucho este verano y que pronto sellemos una matrícula juntitos. Gracias por iluminarlo todo. Gracias también a la otra miembro del L2, la que me ayudó a dar el salto de lado a lado, alguien que dice que lucía pero que debe seguir luciendo porque vale millones y es una gran persona. Sabes que estaremos aquí para lo que necesites, al otro lado del teléfono o de la red social. Y sabes que te quiero un montonazo.

                Gracias también al valenciano. Estás majareta, lo sabes, lo sé y lo sabemos. Pero sabes también que te vamos a echar muchísimo de menos, y especialmente yo: hoy día no se encuentra con facilidad gente con la bondad, las ganas de apuntarse a un bombardeo y el amplio registro de conversaciones que tienes tú, me has entretenido mogollón y creo que quinto será más aburrido y silencioso sin tu presencia y tus discusiones en dúo Pimpinela en la mesa de atrás. Y también a la otra miembro del citado dúo, la amante de los microorganismos, gracias por abrirte a nosotros y por quejarte conmigo, siempre alivia tener a alguien con quien gruñir sobre la carrera, y lo dicho, espero verte el año que viene en nuestro grupo de seminarios y, si te sobra un ratito, cógete el coche que te invito a un café en San Vicente.

                Gracias al que yo siempre he llamado ‘el grupo de Fer’. Gracias a la asturiana de los ojos bonitos, a la que todavía le estoy buscando defectos pero no los encuentro. Con esa simpatía sería capaz de animar sin problemas el más oscuro funeral. Me lo he pasado genial estos días, y de ellos siempre nos quedarán unas fantásticas fotos con un contraste genial violeta – verde. Gracias a mi compañero de caballería el día de las fiestas de Farmacia, una persona con una inocencia y una bondad que no conocen límite y que están en los días de hoy en claro peligro de extinción. Gracias al que casi hace un Mariano Rajoy en Second Life, eres protagonista de uno de los errores he llevado queriendo corregir desde segundo (mea culpa). Gracias también al ‘prefe’ del loco, ojalá sean viables los planes que hablábamos ayer. Espero que os vaya genial cuando lleguen los italianos de nuevo a vuestra vida, que no hayan cambiado mucho y tal, y espero también veros en quinto.

                Gracias a la chica que todos los días me trae un poquito de un país que me encanta (Portugal) a mi vida universitaria y a mi Facebook. Gracias a mis viejos compañeros de mesa, en especial a la rubita pequeñaja, que aunque diga que la he abandonado sabe que en el fondo no es así y que estoy aquí para lo que haga falta. Gracias a todos los compañeros de clase que conocía o he conocido este año, por hacer más llevadero el Vía Crucis. Fuera de las aulas, gracias a Kate por aguantarme de todo. A la gallega trabajadora de los ojos verdes y que hizo una gala que ya la quisieran en TVE. A María y a todo el resto del Tabea’s team (Tabea incluida en la distancia), porque me habéis demostrado que hay sociedad fuera de la facultad. Y gracias también a mi compi de carreras de los domingos (y los martes, los jueves...) por dar rienda suelta a uno de mis mayores placeres, la conversación, y enseñarme lo mucho que vale un traductor/interpretador.

                Gracias a todos los que, en cuatro años, me habéis devuelto la fe en mí mismo y en la humanidad, la que había perdido en el instituto. Espero seguir contando en mayor o menor medida con vosotros en Septiembre para cerrar entre todos con muy buen pie esta etapa y prepararnos unos a otros para la que llega con toda la ilusión del mundo. De mi parte, para vosotros, una Matrícula de Honor. Y un fuerte abrazo.

PD: Hoy tocaba esto, próximamente se me ocurrirá algún temilla para comentar…