martes, 6 de septiembre de 2011

Out of the frying pan...


And into the fire. Traducido, salir de la sartén y caer en las brasas. O lo que es lo mismo, de Guatemala a Guatepeor. Cuando parece que la cosa repunta, que el enfermo responde al tratamiento… pues no. Vienen más peces gordos y nos dicen que el enfermo no va a mejorar. Y los números se vuelven rojos y los parqués se resienten ante el inquieto caminar de unos brokers que ya no saben a qué color apostar. Y a mi los brokers y sus clientes, los que tienen tanto dinero como para jugarlo en bolsa, me la traen al fresco. Pero hay un problema, ya que no solo se espantan ellos. Están en la base de un edificio que se tambalea, un edificio en el que vivimos todos y sobre el que se ha especulado mucho, demasiado. La casa se nos cae. Y toda una generación de jóvenes sobradamente preparados corre el riesgo de morir entre los escombros de la crisis económica.

Se acabó el camino marcado. En unos días comienza para mí el principio del fin de una ruta que para todos comienza a los tres años por obligación, pero que muchos acaban dejando por el camino. Y los que la hemos seguido tenemos un poco de miedo. Hasta aquí, todo estaba marcado. Comienzas en septiembre un curso. Estudias y haces exámenes. Los apruebas (o no). No cobras un puto duro por lo que haces. Navidades, Semana Santa, Verano. Y vuelta a empezar. Y te vas a la cama tranquilo, seguro, pues tu futuro está escrito. ¿Y a quién no le gusta saber qué va a pasar? Si esa es la base del (por suerte, decadente) éxito de la videncia. El año pasado sabía que este empezaría quinto, la enésima repetición de este ciclo. Pero lo único que tengo seguro del año que viene por estas fechas es que, si todo ha ido bien, habré ido de boda (a la de una prima). Y no saber qué será de mi no me hace ni puta gracia.

Qué quieren que les diga, a nivel personal estoy harto de vivir de mis padres. Sé que a ellos no les importa (si llego a los 30 así les importará y mucho), pero a mi no me apetece. Me hace mucha ilusión eso de cobrar por trabajar, de ver mis esfuerzos premiados, y de transformar esa energía en comida, objetos, un modo de vida… Pero al paso que va la procesión comienzo a tener miedo de no ver un sueldo ni en pintura post-moderna: en un mundo donde a una marraja de apellido Esteban le pagan 3 millones de euros por haberse follado a un torero y seguir contándolo diez o doce años después, nadie me asegura a mi, farmacéutico, ni siquiera a un médico, que vaya a tener un sueldo, ni siquiera un sueldo de mierda. Y si al entrar en la carrera Farmacia era una de las opciones universitarias más atractivas y demandadas por el mundo laboral, no quiero ni imaginarme qué estará ocurriendo con esas carreras de las que dicen tienen la línea de meta en la cola del INEM.

He dicho mil veces que en este país la gente no es seria. No me gusta generalizar pero reconozcamos que es algo bastante general. Que arreglamos los problemas yéndonos de fiesta y en los bares (para muestra, atiendan a cómo le arreglan a Curro sus problemas en el inicio de esta canción). Que nos conocen en todo el mundo como la nación de la siesta, los toros, la paella, las playas y la pereza. Y, cómo no, los políticos han ejercido una fantástica representación de un tópico que, insisto, no es tan tópico. Me hace gracia que el Partido Popular asfixie al gobierno actual y le culpe de la crisis de cara al votante cuando fue el fantastiquérrimo José María Aznar el que puso la semilla de un árbol que nunca dio frutos, y cuyas prometedoras flores acabaron apestando. Y Zapatero, el presidente saliente, no se la vio venir, y se la comió doblada. ¡Plas! Estalló una fuerte crisis de crédito en USA con la caída de Lehman Brothers y en España revienta la burbuja inmobiliaria. La vía rápida, el camino fácil, le había salido – y le está saliendo – muy caro a un país que creyó tener dinero pero que nunca lo tuvo. Esto en Enero de 2008, cuando yo empezaba la carrera. Zapatero negando la evidencia, no se si por ignorancia o porque venían unas elecciones en las que salió victorioso de nuevo. El mundo entero diciéndonos que no era nada, que pasaría a finales de año. Y a finales de año, que pasaría en 2009. Y luego en 2011. Voy a terminar la carrera y me da la impresión de que ocurrirá lo que más temía, que me tuviera que comer la crisis con patatas y kétchup. Mariano Rajoy, el opositor que ha estado rascándose los cojones durante ocho años, es, según apunta todo, el futuro de esta triste tragedia. Nunca pareció tener un plan concreto para cuando llegara al poder, aunque no ahorraba en saliva diciéndonos que nos sacaría de ésta, que el PP lo haría. Este fin de semana ha demostrado que mentía. Que, en efecto, no hay plan. Que ahora que tiene las elecciones en el bote, va a ser muy difícil salir de la crisis durante su gobierno. Y a mi, que hasta tenía esperanzas en el PP, eso no me tranquiliza.

Han sacado la tijera, y va a ser malo, muy malo. Y, como por arte de magia, le está tocando a los farmacéuticos. La de los tres sueldos ha decidido dejar de pagar a los farmacéuticos en Castilla - la Mancha. Fíjate que llega ella a la presidencia y dejan de pagar a los farmacéuticos. Y claro, culpa al gobierno anterior, que pagó siempre (esa será la tónica del gobierno del PP a partir de Noviembre, culpar al gobierno anterior de todo lo que no les salga como quieren). Y seguramente se extienda: menos becas (muchos decían que no se atreverían a tocar la educación, pero Espe[jode lo que somos] ya lo ha hecho metiendo la tijera hasta el fondo), menos plazas en puestos públicos, más gente para el sector privado… y como a los del sector privado, que ya tienen la vida hecha, les suda el coño de lo que les pase a los demás, como la demanda de trabajo será grande nos van a explotar a base de bien. Y el rico cada día más rico, y los pobres cada día más pobres.

Ahora que ya está bien claro que los culpables son los que más tienen y los que menos van a notar los efectos de la que han formado, ahora que ya he dejado claro mi descontento con todo el espectro de la clase política española y mundial, expongo el caso de los farmacéuticos. Cuando entré en la carrera, y como ya he dicho, era una de las opciones con más futuro del panorama universitario. Nos decían que es una profesión casi sin paro, que si sacabas la carrera con buena nota las empresas se matarían por ti. Que hay más de 250 (no es exageración) salidas profesionales. Que viviríamos, como poco, muy cómodamente. Muchos empezamos esta carrera corriendo con ilusión en busca de una flamante meta, donde nos esperaba un suculento premio. Ahora nos acercamos y empezamos a darnos cuenta de que nos han inducido miopía, y que la meta tiene un aspecto triste y desaliñado para los que no somos hijos de. Me atrevería a decir que la cosa está chunga hasta para los herederos de las farmacias más modestas. Sólo se salvan los hijísimos. Los foros arden con farmacéuticos adjuntos que cobran poco más que un peón de albañilería. Me acojonan los testimonios de gente que ha abandonado farmacias para coger puestos de oficinista corriente y moliente cobrando más dinero que en la adjuntía. Tengo miedo de ver cómo hemos pasado de ver el FIR (farmacéutico interno residente, el equivalente al MIR de los médicos) como una opción de futuro en la que el contrato es casi seguro al término de los cuatro años y con un sueldo que puede entonces crecer hasta espetarse en los 52,000 € anuales (2005), a ver cómo se hace difícil, por no decir casi imposible, que te contraten donde hayas estado trabajando, y que por la residencia te paguen en algunas comunidades unos tristes 1,000 €. Es deprimente ver como una mafia legal, los COF, nos han impuesto el modelo mediterráneo, un modelo por el cual ejercen un control absoluto sobre las farmacias que se abren, cierran o traspasan, de forma que sólo si tienes en el banco cincuenta millones de pesetas (los 700,000 € restantes te los pone el banco, ji ji) eres merecedor de seguir forrándote. Lamentable cómo las empresas de aquí y de allá te exigen que te tires estudiando hasta los 30 y que saques la experiencia de algún mundo mágico lleno de unicornios para contratarte (y pagarte una mierda). Desolador cómo las pocas que te contratan lo hacen para que hagas cosas que apenas tienen que ver con la Farmacia. Duele ver que no tenemos futuro. Y que si lo tenemos, vamos a tener que pelear como fieras por lograrlo sin que se aprovechen de nosotros.

Y mientras una generación con doctores de todos los palos, con cuatro y cinco idiomas, esperan turno para sellar el paro, sólo nos queda llorar. Porque quejarnos no nos dejan. Y los pocos que tienen huevos de quejarse lo hacen sentándose a cantar, huyendo de las duchas y tocando los tambores (el 15M es perfecto en el fondo, pero totalmente imperfecto en las formas). ¿Qué me queda? ¿Qué nos queda? Esperar y ver. Y luchar con uñas y dientes (y horas y horas y horas y horas de estudio; y puede que incluso unos cuantos años de precariedad) para hacernos lo más competitivos posibles y evitar que este cáncer que es la crisis acabe por afectarnos.

Sigue estudiando. Pero hazlo pensando en el hoy. Porque como pienses en el mañana se te van a quitar las ganas de hacerlo.  


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