martes, 29 de octubre de 2013

Al ponerse el sol (Memento Mori)

Otra vez acaba Octubre. El círculo vuelve a cerrarse.

El sol cada vez se muestra más tímido, cada día se deja ver menos. Se va antes, atardece más temprano. La noche cubre el día. Ya lejos quedan el verde de la primavera, el canto de los pájaros que alzan sus alas para fundirse con el azul del cielo. Lejos quedan también las olas del mar, el calor y la desnudez, ese vientecillo que sopla entre los bañistas en las abarrotadas playas del verano. La temperatura cae grado a grado, día tras día. Y ese vientecillo se hace adulto, coge fuerza y arranca una a una las lánguidas hojas de los árboles igual que el tiempo se lleva con él tantas y tantas vidas. Es tiempo de naranja y de negro, es hora de recoger la cosecha, de celebrarlo, de guardarse del frío y la noche hasta que el sol invicto traiga nuevos rayos de esperanza.

Es un buen momento para bajarse de este tren al que llamamos vida por unos días, y pensar no tanto en los destinos que están por visitar, en los sueños e ilusiones de sus pasajeros, en los de uno mismo. Quizás toca mirar hacia los vagones de cola, más atrás incluso. Mirar allá donde hemos estado y nunca volveremos a estar. A muchos no les gusta, pero es posible que no tengamos otra opción. Lo llevamos haciendo desde la noche de nuestra existencia, desde que éramos poco más que monos y confundíamos ensoñaciones con muertos que venían a visitarnos en medio de una confusa noche. Desde que los romanos se postraban ante Pomona, o los celtas echaban el cierre a la recolección. Desde que el catolicismo, aborreciendo todo lo anterior, lo maquilló a su gusto y quiso recordar a santos y difuntos por igual. Está en nuestra naturaleza, esa que olvidamos con tanta frecuencia, la que nos relaciona más con árboles y tierra que con bloques y farolas.

No hay mejor momento para aprender de aquello dicho y escrito por nuestros antepasados. De leer una buena novela gótica, de acongojarse con Becquer y sus Leyendas o con El Monje de Matthew Lewis. De rendirse a Loreena McKennit. De pasar un ratito a solas para despejar la mente de esa cacofónica experiencia que a veces es la rutina. Pasear por las calles, recordando otros tiempos, los que atestiguan las piedras viejas de esas antiguas casas que algún día alojaron vida y que hoy sólo albergan sombras y polvo. Poniendo el oído para escuchar entre el trigo ondulante las voces de los que ya se han ido, de aquellos que tanto tuvieron que decir y que cambiaron el mundo que hoy nos pertenece. Dejándonos perder en el incipiente olor a leña, que nos zambulle en el otoño sin dejar de tener un punto navideño. No se trata de buscar sentido a algo que no lo tiene, quizás se basa en poner nuestras ideas en orden, en reafirmarnos en lo que somos, en conocernos mejor. Tampoco se trata de agarrarse a la depresión, de dejar de creer en la vida. Au contraire. Ahora que hace frío apreciamos el calor de la familia y los amigos, de los compañeros de trabajo o estudios, que a veces son también familia y amigos. Agradecemos su compañía, el que vengan con nosotros en este viaje a ninguna parte. Los que tienen pareja se recogen el uno en el otro; los que no, soñamos con hacerlo algún día, pronto. Es cosa de seguir andando aunque se acerque la tormenta.

Ahora que se pone el sol, que se eterniza la noche, lucha para que su llama no se apague en ti. Bájate del tren un momento, sobre todo si ves que esa llama se ha ido o quiere apagarse. Y reflexiona acerca de cómo seguir sonriendo, sobre cómo ser feliz o cómo seguir siéndolo. Alimenta ese sol y deja que ilumine tu camino en la noche, para que cuando vuelvas a ese tren brilles más que nunca y quieras comerte el mundo. Recuerda quién eres, de dónde vienes o de dónde te sientes, porque esa es la pista de despegue hacia tus objetivos y, a la vez, el lugar que siempre te espera a la vuelta de tus aventuras. Y cuando sepas quien eres y lo distingas bien de lo que otros quieren que seas, vuelve a ese tren, pero no a cualquier vagón, si no a aquel donde te esperan. Sueña, y corre como alma que lleva el demonio para alcanzar esos sueños. Mira por la ventana los paisajes que van pasando como un suspiro, recréate en ellos, sean verdes y frondosos o estén abrasados. Disfruta de esta experiencia, de cada segundo de ella.


Recuerda que no va a durar eternamente.

domingo, 9 de junio de 2013

Lobos

"El loro, el moro, el mico y el señor de Puerto Rico", de autor anónimo.
A la memoria de Fco. Briegas Fernández (1934 - 2013)

Un señor de Puerto Rico
colgó en su balcón un loro
de rica pluma y buen pico,
un loro que era un tesoro
y a su amo costó un pico.

Un vecino suyo, moro
de Tetuán recibió un mico.
Y a este mico, lo ató el moro
en su balcón ante el loro,
que así quedó frente al mico.

Tanto y tanto charla el loro,
que un día se enfada el mico,
y con la furia de un toro
lo embiste; se esconde el loro,
rompe la cadena el mico,

salta a la jaula del loro,
sale el loro, pica al mico
chilla el mico, grita el loro,
Se asoman, al ruido, el moro
y el señor de Puerto Rico.

«¿Por qué no encierra a su loro?»
«¿Por qué no ata bien su mico?»
exclaman los dos, a coro.
Y uno le echa mano al loro
y el otro tira del mico.

Cae el mico sobre el loro,
el loro le clava el pico,
los dientes rechina el mico
y, asustado, muerde al loro
y al señor de Puerto Rico.

Este reniega del loro
y jura matar al mico,
mientras furibundo, el moro,
provoca al amo del loro
y embiste al loro y al mico.

Hacia arriba vuela el loro,
se escurre hacia abajo el mico,
y, faltando al decoro,
caen, agarrados, el moro
y el señor de Puerto Rico.

«¡Ay, moro, si pierdo al loro!»,
exclama el de Puerto Rico,
y airado replica el moro:
«¡Pagará caro tu loro,
cristiano, si pierdo el mico!»

Les imita arriba, el loro,
muecas hace, abajo, el mico,
y no se sabe si el moro
es quien habla, o si es el loro,
o el señor de Puerto Rico.

Crece el trajín: vuela el loro,
y va a caer sobre el mico...
Furioso el de Puerto Rico
viendo en peligro su loro
quiere ahora matar al mico.

Le da un empujón al moro;
le dispara un tiro al mico,
yerra el tiro y mata al loro;
se desmaya; ríe el moro,
y corre en busca del mico.

Risueño regresa el moro
con el loro y con el mico:
riendo del de Puerto Rico
le envía, muerto, al loro
y una carta con el mico.

Dice: «Seis onzas de oro
por atentar contra el mico
a un cristiano reclama un moro;
guarde disecado el loro;
... pero págueme ese pico».

Viendo esto el amo del loro
se lanza furioso al mico;
mata al mico, mata al moro...
Muertos moro, mico y loro
se embarca... y ¡a Puerto Rico!

viernes, 3 de mayo de 2013

Con los terroristas, tas, tas...

Advertir, como siempre, que lo que lean a continuación es la opinión de una persona. Y que como opinión, la podrás compartir o no. Y que siempre puedes ponerme de vuelta y media abajo. Como otras muchas entradas de este blog, inicialmente diseñado para desalojar de mi interior la indignación y frustración interna que me causan ciertos temas, comenzaré contando una anécdota de esas que salpican mis aburridos días de mi propia transición, esa que va desde que apruebas la oposición hasta que te incorporas al puesto de trabajo. Estaba yo esta mañana buscando por la web algún piso por Badajoz que quedase cerquita del hospital Imputada Cristina, mi próximo centro de trabajo; cuando me aburrí y decidí mirar las redes sociales. Un pequeño incidente – ya resuelto, por suerte – con un familiar lejano me tenía algo intrigado, así es que la visita a Facebook era obligada. Después me moví a twitter, ese crisol de culturas (y visto lo visto, de incultura) en el que todo debe caber en 140 caracteres. ¿De qué se hablará? ¿Cuál será el tema del día? ¿Bárcenas, quizá? ¿Iñaki Mangarín? ¿las autoproclamadas Believers, esas jovencitas fervorosas de un semidios escuchimizado notablemente falto de luces? ¡Oh, sorpresa! Ninguno de ellos figuraba hoy en el flanco izquierdo de la archiconocida web de microblogging, pero hubo uno que me llamó la atención y me alegró el día un poquito. No todos los días coinciden conmigo en que Telecinco es una mierda.

Total, que entro a ver qué han liado ahora en la cadenita de Fuencarral, a ver a qué venía eso de #MierdasetEspaña. ¿Se habrá dado cuenta la humanidad de la pobreza mental de la programación de la cadena? ¿se habrá ido de tono otra vez AR, la egomaníaca más conocida del país? ¿Jorge Javier desnudo por segunda semana consecutiva? Mis ilusiones y la poca fe que me queda en la sociedad de este país se escacharon contra el suelo cuando, tras leer unos cuantos tweets, me doy cuenta de que los que han elevado el hashtag a trending topic (¡cuánto neologismo!) no son otros que una masa enfervorecida del programa que, tras el Mississippi de Pepe Navarro, consolidó la telebasura en nuestro país a principios de milenio. ¿Qué mosca les había picado a estos radicales seguidores de Gran Hermano? ¿Acaso la ración de heces servida la noche anterior no había sido del agrado de esta nube de moscas cojoneras que no tienen cosa mejor que hacer que intoxicar twitter defendiendo a unos y poniendo a parir a otros? ¿Qué ha llevado a estos seres a volverse contra la alcantarilla que les suministra el material en el que se revuelcan jueves tras jueves? La respuesta es sencilla: la masa, que se autodenomina ‘club susargista’ o cosa parecida, estaba en liza contra Telecinco por haber expulsado del manido reality a una concursante, una tal Argi, por decir, mientras estaba buscando una cuchara, que la única manifestación a la que ha ido era para que volviese ETA. No entendí cómo era posible que se criticase una de las pocas decisiones medio en condiciones que ha tomado esa cadena, tal que me decidí a ver el vídeo. En las imágenes que muestran la enésima salida de tono vertida por catorce generaciones de vagos y maleantes metidos en un corral, se ve cómo, tras el correspondiente tiempo de asimilación y reacción a tal improperio por parte de sus compañeros de encierro (tiempo de reacción prolongado dado el nivel intelectual medio del lugar), éstos le critican lo que ha dicho. Sólo un tiempo después la tía se da cuenta de que igual está feo decir eso, y medio rectifica. Ha sido una broma, dice. Otra cosa es que me lo crea: la frase le brota del mismo alma, tarda en rectificarla y, seamos francos, como broma es bastante macabra. Con la boca abierta y las córneas rabiosas de dolor termino de ver el metraje.

No hay esperanza para este país, piensa uno. Y ya que estamos en twitter, plasmo mi total decepción usando el hashtag correspondiente, añadiendo el de #quépaís, y comentando que es decepcionante que, para una vez que la gente critica en masa al máximo exponente de la televisión de mala calidad, sea para defender a una concursante a la que han sacado del gallinero por hacer una afirmación claramente proetarra. Click en enviar. Lo que pensé que sería uno de esos tweets míos que nadie lee se convierte en una pesadilla mañanera: los radicales empiezan a redifundirlo. ¡Esto es lo que habéis conseguido en telecirco, demagogos, que un tal @DaniBriegas llame a Argi terrorista! La de veces que he leído esta mañana la palabra demagogia (y la de veces que me han dado ganas de preguntarles qué significaba, a ver si saben responder). Tardan poco en llegarme algunos mensajes de exaltados pidiendo mi cabeza. Y lo que es peor (y más cómico), amenazando con denunciarme. Al más puro estilo tertulianos de Sálvame. Un chavalín me dice que tenga cuidado, que iba a llamar a la familia de Argi y me iba a caer un pakete. A los pocos minutos dijo que le iba a caer otro a Ana Rosa, que la estaba llamando etarra en su programa matinal. Enfervorecida, la masa, a la que calculo una media de edad no superior a los 16 años, no dejaba de producir tweets berreando por la expulsión de la susodicha. Mi estupor rozaba máximos. Y mi indignación también.

Viendo la reacción de la turba contra el tweet de un don nadie como yo, no daba crédito a lo que estaba pasando. Contesté a algunos mensajes defendiendo mi postura: si alguien ha ido a una manifa a favor de ETA (de los presos, de su causa, de la kale borroka, de lo que sea) es proetarra por definición pura y dura. Y si lo ha dicho de broma, es proetarra de broma. Contra estos argumentos me llegaron a decir que las manifestaciones eran en contra de ETA, no a favor, que eso no existía, que tirara de hemeroteca. Tiré de hemeroteca (y mostré esta hermosa sarta de noticias en El País sobre actos proetarras), y me contestaron que en los titulares no decían que fueran a favor de ETA. No muchos tweets después, entristecido por caer en la cuenta de que estaba hablando con hortalizas de huerta, bloqueé a mis amenazadores amiguitos y pasé del tema, que es lo que debí hacer desde un principio.

Pero la congoja no se me fue. ¿Por temer una denuncia? ¡Venga, no jodas! Me quedé apesadumbrado por vivir en un país donde niños de quince y dieciséis años, en horario escolar y con un paro juvenil que pasa holgadamente del 50%, se pasan la clase con sus iPhones defendiendo a muerte a una persona que no conocen de nada, y que para más inri ha bromeado con un tema tan espinoso como es el terrorismo etarra, posicionándose a favor de ellos, que recordemos constituyen una banda que ha segado la vida de más de ochocientas personas en su medio siglo de historia. Algo demasiado serio como para banalizarlo en bragas delante de una cámara de televisión. Es una lástima ver que el carpeteo ha evolucionado desde aquellos tiempos de Leonardo Di Caprio y Pamela Anderson, incluso desde el ya mentado Justin Bieber, hasta este fenómeno, en el que se idolatra a una persona cuyo mayor mérito es hacer edredoning antes que nadie bajo la atenta mirada de los espectadores. Es lamentable que, en estos tiempos donde los derechos flaquean y caen a la primera de cambio de la legislación, no le dé a esta gente por emplear sus fuerzas en otras cosas. Lamentable que España (con Brasil) sea el único país donde se han celebrado catorce despropósitos televisivos de esta índole. Lamentable que una periodista como Mercedes Milá se haya echado a perder de semejante forma durante todos estos años, hasta el punto de enseñar las pechugas en un programa de esta edición para subir una audiencia que, por suerte, es cada vez menor (media de 18.5% en la presente temporada, compárese con el 20.6% de la anterior y con el 51.4% de la primera).

Telecinco, esta vez, ha rectificado. Ha visto que la gente no está por la labor de dejarles cruzar ciertas líneas rojas. O mejor dicho, las asociaciones de víctimas del terrorismo – y los anunciantes que amenazan con retirar la publicidad del programa – le han hecho ver a la cadena amiga que es mejor no seguir ciertas rutas. Que igual es mejor dejar ya aparcada esta bobada del Gran Hermano, que con dos ediciones íbamos servidos. Ojalá hubiera hecho lo mismo cuando, hace semanas, un par de gemelos que también pulula por el concurso dijera a otra concursante que estaba más perdida que Marta del Castillo. Es bueno tener tele entretenida, es bueno que la gente se distraiga un ratito de su realidad, que a veces es bastante cruda como para no darles un poco de cuartelillo a eso de las diez de la noche. Sin embargo, no todo debería valer en televisión. Es peligroso. Se corre el riesgo de que el espectador se crea que la plaza del pueblo es el plató de Sálvame, y que eche la mañana criticando a los vecinos y amenazando con demandas y querellas varias por dimes, diretes y quítame allá esas pajas. Se corre el riesgo de que la juventud, que por edad no vivió o no recuerda aquellas 48 horas que vivimos pendientes de Miguel Ángel Blanco, empiece a tomarse a cachondeo un tema tan serio como el terrorismo. O a pitorrearse mencionando sin lavarse antes la boca el nombre de una joven que lleva años desaparecida tras ser asesinada. Se corre el riesgo de atelecincar un país con una terrible crisis económica, política y de valores (de valores, sí, pero no al modo que dicen los curas). Y eso es lo último que nos hace falta.

Qué ganas de empezar ya el FIR para estar entretenido y no tener que deambular por twitter para amargarme la mañana, oiga…

jueves, 14 de marzo de 2013

Extra Omnes


PRESENTE

Parecía mentira, pero si uno lo piensa bien, igual es hasta lógico. En un momento donde se habla mucho de dimitir (de que dimita el otro, para ser precisos), nadie esperaba el pasado día 11 de Febrero que fuera a ser él el que rompiera el hielo. Tras medio milenio sin ocurrir, un papa dimite. Lo deja. Elige la jubilación. Y es que a Benedicto XVI le sobran motivos para ello, no debe ser fácil estar al frente de una institución que mientras busca que la Humanidad se comporte de una manera puntual, no tiene al frente un equipo que de ejemplo de cómo hacerlo. Los casos de pederastia brotan como las setas en Otoño y ya nadie puede esconderlos detrás del sofá, son demasiados. La corrupción campa a sus anchas en el banco Vaticano, se lavan más dólares que sotanas allí. Mientras la élite del catolicismo más ortodoxo berrea contra las realidades sociales que ya tenemos por nuestras, Angelo Balducci, responsable de obras públicas y miembro de honor del Vaticano, es implicado en un caso de prostitución homosexual que salpica a más miembros de la Citta. Los más oscuros secretos del pequeño Estado quedan expuestos a la opinión pública en el caso Vatileaks. Y así sucesivamente. Cualquiera aguanta al frente de semejante marrón.

Confieso que esta clase de acontecimientos me atrae. Y no por creyente, si no por curioso. Queramos o no, esto del cónclave es una rareza histórica viviente. Un protogran hermano que, en vez de tener a la ordinaria de Mercedes Milá, tiene una chimenea de lata. Los participantes, un nutrido grupo de cardenales de todo el globo que se encierran en la Capilla Sixtina. Sin cámaras (ni edredoning, imaginamos), debaten sobre el estado de la entidad y votan cada rato quién se queda con el trono. Si no hay mayoría de dos tercios, tiran de química (y mira que rehúyen de la ciencia) y le dan llama a una mezcla de perclorato potásico, antraceno y azufre para que se forme la fumata negra, dando lugar, probablemente, a una importante zorrera en el edificio. Que hay mayoría, se cambian el antraceno y el azufre por lactosa y resinas para que la fumata sea blanca. Y así, en pleno siglo XXI, con Twitter y Facebook hasta en la sopa, la gente se entera, mirando a una chimenea, de que habemus papam.

El elegido del momento – ingeniero químico, curiosamente – promete. No es mucho, pero algo promete. Un tal Jorge Mario Bergoglio, que no lo conocerán ni en su casa, pasó ayer a llamarse Francisco I (o Francisco a secas para los amigos) y a dirigir el cacao que tienen montado en el Vaticano. Seguí el momento en directo por televisión. Me llamó la atención que, frente a sus antecesores, saliera de blanco estricto a saludad al personal. Sin tapetones adicionales ni estolas bordadas en oro. Denota humildad, al menos. Miembro de la Compañía de Jesús, el brazo izquierdo del catolicismo, parece que se ha acercado bastante a los pobres y ha llevado una vida humilde, cosa que tampoco se ha visto los anteriores papas. El tipo promete. Aunque no todo en Bergoglio es bonito ni progre-que-te-cagas, y eso nos lo han hecho ver los periódicos desde minutos después de recogerse del balcón anoche: en su país natal, Argentina, fue afín (¿o no?) a la dictadura de Videla; y se le acusa de haber entregado a dos compañeros jesuitas contrarios al régimen para que los asesinaran. Durante ella, pudo haber hecho varios Sor Marías (entiéndase hacer un Sor María por sisar nenes recién nacidos que no son tuyos y venderlos al mejor postor, siempre que el postor sea católico), o al menos de eso lo acusan las archiconocidas abuelas de la Plaza de Mayo. Igual que el dúo ZP-Rouco, Francisco no ha mantenido una relación agradable con Cristina Fernández de Kischner. El punto más turbio de la relación tiene lugar en 2010, cuando la presidenta argentina propone la ley del matrimonio homosexual y el ahora papa cargó contra esta ampliación de derechos aduciendo que era obra del demonio y que había que emprender la guerra de Dios contra los homosexuales (respecto a esto parece que se arrepintió después, sobre todo después de haber apoyado las uniones civiles en 2002). De la mujer, parece que llegó a afirmar que está incapacitada para ejercer la política, cuanto más el sacerdocio. Del aborto mejor ni hablar. En definitiva, que no todo iba a ser bueno, ¿no?

PASADO

Puede sorprender que alguien infalible como un papa pueda tener el más mínimo atisbo de sombra en su biografía, pero los ha habido peores. Muchísimo peores. Sólo hace falta mirarse unos cuantos artículos rigurosos en revistas de Historia para darnos cuenta de que la historia del papado está totalmente llena de mierda desde que sus bases legales fueron puestas en el año 312 por el emperador romano Constantino, quien asumió el cristianismo e inaugura con ello la última etapa de un débil Imperio Romano. Dicen que es el Espíritu Santo quien susurra a los electores quién debe ser el nuevo Papa, aunque a todas luces parece que la paloma debe hablar bajito o algo así ya que parece que no todos pillan el nombre a la primera (cinco votaciones han hecho falta en este último cónclave). Si eso es así, el pajarillo que otrora comunicó a María su estado de gracia debió tomarse unas largas vacaciones en la alta Edad Media, más o menos de unos seis siglos. Dejando a un lado el asunto de la papisa Juana (esa que sale en las cartas del tarot) por no haber sido respaldada por la historiografía, pongamos que el pájaro cogió las maletas y emprendió el vuelo tras morir Formoso I en el año 896; el siguiente papa (Bonifacio VI) les duró medio mes. Le sigue Esteban VI, ansioso desde hace mucho por coger la silla de Pedro. Rival del citado Formoso, quien lo envió a dar misa donde Cristo perdió el mechero (las leyes impedían acceder al pontificado a los que ejercieran lejos de Roma), mandó desenterrarlo tan sólo 8 meses de haber muerto. Lo vistió con sus ropas papales y lo sentó en el banquillo para juzgarlo por violación de los cánones eclesiásticos. En tal juicio, que pasa a la historia bajo el nombre del Sínodo del Cadáver, el muerto es condenado bajo la horrorizada mirada de cardenales y ciudadanos a dormir en el fondo del Tíber por la eternidad. El caso es que el propio Esteban acaba en prisión, donde no tardan nada en estrangularlo. Su papado no alcanza el año.

El papado fue degenerando progresivamente hasta que entra el llamado Pontificado de las Putas, donde las meretrices eran las que realmente movían los hilos de la iglesia desde las alcobas de los pontífices. A Juan XII (955-969) se lo llama también Fornicario I, y es que se pasó la vida de prostíbulo en prostíbulo jugando a los dados. Llegó a brindar por Satán en un banquete, en el que fue tal la kurda que pescó que acabó incendiando el cenador. Su muerte no es menos violenta que la de Esteban VI: fue asesinado mientras violaba una mujer. El culebrón continúa con la saga de los Benedictos y la multiplicidad papal. El papado fue todo degradación y violencia desde Benedicto IV (973, muerto asesinado) hasta Benedicto IX. Este último, también conocido como el Papa Nerón, ejerció un pontificado intermitente (1032-1044, dos meses más en 1045 y un tiempo adicional entre 1047 y 1048) y salpicado de escándalos; se cuenta que renunció para vivir una vida desgraciada con un amante que se había echado en un prostíbulo homosexual en el que tenía participación económica. Tal fue el asco que se le cogió en Roma que sus enterradores se negaron a fabricarle un ataúd tras morir.

El comienzo de la baja Edad Media lleva a la Santa Sede la citada multiplicidad papal. Hombres sedientos de poder que se autoproclaman pontífices o sobornan a los electores del cónclave para llegar al Vaticano, y que se enfrentan unos a otros, a veces a muerte. Aunque fue una constante desde principios de milenio, este fenómeno (que aún pervive, no se nos olvide que hace no mucho murió Clemente Domínguez, un sevillano que se autoproclamó papa en 1978 con el nombre de Gregorio XVII, con sede en el Palmar de Troya) llega a máximos en el siglo XV, cuando llegaron a coexistir cuatro papas (A Benedicto XIV en 1425 se suman Benedicto XIII en 1427, Clemente VIII en 1429 y Martín V en 1431).

Dejando un lado otros escándalos papales como la ira de Lucio II contra su pueblo cuando los senadores de Roma quisieron quitarle competencias, o el exterminio de los Cátaros por Lucio III en 1181, terrible por su magnitud, la perversión del pontificado llega a máximos a finales de la Edad Media con los auténticos reyes de la fiesta, los españoles. La estirpe de los Borgia empieza con Calixto III y hace furor con Alejandro VI, Rodrigo Borgia, quien sobornó a los cardenales para asegurarse el nombramiento, cosa que enfureció a los ciudadanos, muriendo durante el cónclave más de doscientos a manos de las tropas afines a la familia. Tras ser nombrado, hizo construir a los suyos un arco del triunfo en el que se leía la sentencia “César era un hombre, pero éste es un Dios”. Parece ser que el buen hombre se zumbaba a todo lo que se movia. Tuvo doce hijos, y como se movían, también se los tiraba. Tal es el caso de Lucrecia Borgia, una conocida envenenadora que preparaba la llamada cantarella, carne de cerdo podrida sobre la que espolvoreaba arsénico. Parece ser que su propio padre pudo ser víctima de tal mejunje (murió tras un banquete). Nada se pudo hacer por su vida, y mejor que no se hiciera: los ciudadanos felicitaron al médico por no salvarlo. La historia se repite con los Médici, también muy dados al crimen por envenenamiento. Se dice que León X, en otro brindis desafortunado delante de miembros de la curia, exclamó que “desde tiempos inmemoriables es sabido lo provechosa que nos ha resultado esta fábula de Jesucristo”. Y así, innumerables papas que se han ido adaptando a la Edad Moderna y a la actual, modificando al gusto sus propias leyes e interpretando los textos bíblicos como les viene en gana para seguir sobreviviendo. Así, en 1870 el Concilio Vaticano I introduce la infalibilidad del papa (el papa “nunca” se equivoca); y por citar un ejemplo de adaptación, la afinidad de la iglesia de Pio XI por el régimen dictatorial de Mussolini (qué les gusta una dictadura a las altas esferas eclesiales, nadie puede negarlo) llevó a la creación del Estado Vaticano (tratado de Letrán, 1929).

FUTURO

Aunque esto ya no es la Edad Media, la iglesia según la entendemos al Vaticano style está muy lejos del pueblo. La institución como tal continúa anclada en el machismo y en el rechazo a los avances de la sociedad y la ciencia, cerrada a las nuevas realidades que quizás no son tan nuevas, si no que siempre han estado ahí. A kilómetros del pueblo y a años luz de su esencia, la planteada por Jesús de Nazaret, el revolucionario protagonista de los textos del Nuevo Testamento y que, de haber existido (yo no lo sé, no estuve allí), merece mi total y absoluto respeto. ¿Por resucitar? ¿Por no casarse? ¿Por convertir agua en vino y piedras en peces? No. Como decía León X, todo eso será seguramente leyenda. Es admirable por su mensaje de respeto mutuo a los que piensan como tú y a los que no, de fraternización y de paz, en la igualdad de todos ante un hipotético dios y en el amor a los demás. Un mensaje duro contra las altas esferas, contra los poderes abusivos, contra el oro y el lujo, contra el gobernante malvado. Una iglesia que viste de oro a sus estatuas y aloja en majestuosos palacios a sus máximos representantes no se parece ni en un píxel a aquel Jesús harapiento y humilde. Que es agresiva, que busca que los que no creen crean, sí o sí. Nunca. Jamás me tendrá (otra vez) esa iglesia dentro, pues no creo ni creeré en religión alguna. Pero como siga anclada a tan corrupto pasado, tan alejada de sus principios e inicios, tampoco me va a tener al lado. Ni a mí ni a cada vez más ciudadanos que se le ponen en frente, y que, preguntados en las encuestas, van quitándose de afirmarse como católicos: sólo el 70.5% de los españoles declara ya su afinidad a la iglesia según datos del barómetro del CIS de Febrero, con descenso de 2.6 puntos respecto a Enero (en cualquier caso, fluctúa en torno a estas cifras, según el mes) y muy lejos del 87% de principios de los noventa. Por no citar otras encuestas internacionales como el Global Index of Religion and Atheism, que reducen ese porcentaje a un triste 52%.

Datos que deberían preocupar al recién llegado Francisco I si no quiere que las profecías del tal Malaquías (esas tan flexibles de interpretar) se hagan ciertas y sea el 266 el último papa de la historia de la Iglesia. Antes de terminar, recordar siempre que entradas como esta, en un blog diseñado para la opinión y el debate, no pretenden ofender las ideas y creencias de nadie, si acaso aportar datos nuevos que seguramente muchos desconozcan, además de mi opinión, que a fin de cuentas es una de muchas. Con ellos en la mano, que cada cual obre como estime oportuno y, crea en lo que crea, intente alcanzar la felicidad personal como lo crea conveniente, respetando las ideas de los demás y guiándose por la regla áurea, esa que dice que te comportes con los demás como te gustaría que se comportasen contigo, vive y deja vivir, algo que a fin de cuentas va más allá de cualquier religión. Dicho esto, sólo desear suerte a Francisco I.

La necesitará. 

viernes, 1 de marzo de 2013

El mes más largo


Y eso que era Febrero. Nunca antes, para mí, sus veintiocho días se me habían hecho tan largos, tan pesados. Pero al final, en el último segundo, cuando el reloj del campanario de la iglesia de mi pueblo daba las campanadas de medianoche, todo acabó bien.

Ese segundo fue tan largo como un día 29 de Febrero. Tienes delante la página del Ministerio de Sanidad desde menos cinco. Hace frío, pero aun así te sudan las manos mientras das vueltecitas por la habitación, de adelante a atrás, en total soledad (por expreso deseo de un servidor). Aunque una gran amiga te ha comunicado un dato muy favorable esa tarde, y sabes que tienes el asunto en el bote, no te confías. Pueden haberse equivocado al leer la plantilla, siempre hay bailes de números. No hay nada escrito. Tic, tac. El minutero está a puntito de follarse al horario, y pronto el segundero quiere montarse un trío con ellas. Son las doce. Silencio, solo roto por las campanadas de la iglesia de San Vicente Mártir. Estás a un click de saber si tantos meses de estudio han dado fruto o has perdido el tiempo. Apnea transitoria. Piensas que no hay más que hacer, que llegó la hora. ¡Click! El wifi se comporta (cosa rara) y en fracciones de segundo te tira a la cara un montón de cifras. Sólo una, la del final, me importaba en aquel aciago segundo. Y en negro sobre blanco, allí estaba el número cuarenta y nueve. Final del partido. Victoria del equipo local.
        
              Se cuenta rápido, en unas líneas. Pero pasaron muchas cosas antes de que la fanfarria que sale en el Super Mario Galaxy II cuando coges una estrellita de las gordas (de esas con ojos) sonase fuerte en mi habitación, seguida de la canción Revolución de Rosana (soy un friki cabrón, reconozco haber preparado días antes semejante archivo de sonido por si acaso aprobaba, de modo que sonase con tan solo darle al play si mi número de orden era inferior a 200, me ponen los momentos emotivos). Esta aventurilla empieza en Febrero del año pasado, cuando me llega el primer libro de la academia que me ha acompañado en este viaje (farmaFIR). Los siguientes meses tienen poca – muy poca – chicha: quitando la estancia de prácticas en el hospital de Cáceres y los días que estuve en Salamanca, poco he hecho con mi vida que no sea estudiar. Meses de ascetismo y tranquilidad, de aislamiento. Ni el ya emérito Benedicto equis-uve-palito me superará. Pero llegó Febrero. Ay, qué mes más largo. Todavía recuerdo como si fueran de ayer las declaraciones que hizo Mariano Rajoy a las dos de la tarde del 2F a santo del caso Bárcenas (total, están todo el día diciendo lo mismo…). Comía yo un filetico con un poco de lechuguita, no me entraba más con los nervios. Pitando a Badajoz. Ni los comentarios jocosos con Ena y Carlos quitaban los nervios. Y a las cuatro, allí estaba el temido examen, delante nuestra, con un colorcito amarillo muerto que metía respeto. Más o menos del color de mi cara cuando lo acabé. Treinta en blanco, lo que nunca había hecho en ningún simulacro. Acojone sistémico. Mientras volvía a casa, noche cerrada, con resequez cerebral y con mis padres aireando sus dudas sobre el examen en voz alta, sabía que empezaba un mes corto muy largo.

                Los primeros días tratas de abarcar la gravedad de la situación. Intentas acordarte de preguntas concretas y te convences a ti mismo de que están bien. La ansiedad sube y te decides a corregirlo por tu cuenta (error!). Te salen unos 20 fallos. Ay la leche. Cuando la ansiedad toca techo buscas entretenimientos adicionales (acierto!). Marché a Cáceres a reencontrarme con mis FEAs de cuando estuve en prácticas (gente muy pintoresca y diversa, un equipazo, siendo mi estimada Trini el paradigma de todos ellos). Te animan y te hacen ver que igual has aprobado. Pero en el autobús de vuelta a casa te entran ganas de repasar el examen otra vez. Te pillas otras catorce o quince mal. Mierda, esto no va bien, lo he petado. Tiras de estadística y el pronóstico te es favorable solo de puntillas. Y todavía quedan tres semanas para que esta pesadilla acabe.

                Salen las correcciones provisionales el día 11, tras un Domingo de Carnaval gris, lluvioso, sin desfile. Quizá acerté no encorsetándome mi traje favorito, el de soldadito medieval, aunque los motivos eran otros. Aquella noche se me atragantaron los churros (no malpenséis, es que por mi tierra cuando hace frío cenamos churros los domingos por la tarde). Pero la plantilla de respuestas correctas se parecía a mi examen más de lo que yo había previsto, lo que mejora las expectativas. Tu alma te dice que sí, que sí, pero tu sentido de la prudencia que no, que no. Mato el gusanillo estudiando inglés (por si hay que poner pies en polvorosa) y me alejo de las redes sociales para que la gente no me hiciera daño con las preguntas mamporreras (¿y qué has sacado?) ni me dieran a conocer los resultados de los demás. No debí alejarme lo suficiente cuando me enteré de que cinco o seis tenían mejor nota que yo. Como solo hablé con dos personas en todo este periodo (Ena y Adolfo), eso echaba por tierra las estadísticas. Si multiplicas esto por aquello y te llevas esto de más allá, por lo menos te salen doscientos y pico por encima, la cagaste, pero bien cagá. Más inglés. Me he visto películas en inglés como nunca (Happy feet, Pet sematary, las tres de Madagascar, esa de Bayona que va del tsunami de Asia…). Y así conseguí mantener la cabeza fría, a pesar de las continuas preguntas de vecinos agoreros cuando me veían por la calle (¿Y ya tienes los resultados? Eso no lo sacas, hombre, no ves que está amañado / que hay mucha gente / que las van a quitar / … ). Mejor me apunto al paro (y así lo hice, de hecho, ahora mismo figuro como tal, si ha subido el paro juvenil del 55% es por mi culpa).

                Y el tiempo, una vez más, fue quitando de la cabeza esas nubes propias de personas que, aunque son en general positivas, a la hora de la verdad son pejiguerosamente negativas, tal es mi caso. Primero las impugnaciones, que me suben dos puntos y mejoran el pronóstico. Y por último, esa noticia que me llegaba a media tarde del 28 cuando iba con mami paseando el chucho por el campo, hablando del tema. El top 10 es proporcionalmente inferior al del año pasado, e incluye dos de aquellas cinco o seis calificaciones que me comentaron anteriormente (una de ellas la del Excelentísimo Señor Adolfo Magraner Martínez, quien encima se ha sacado esto totalmente a pelo, au naturel). Está en el bote. Y ni aún con esas acababa la pesadilla. Negativismo hasta el final. Pero, como digo, todo acabó bien.

                Este relato, confuso, largo, mareante, se corresponde al de un mes de Febrero en la vida de un opositorcillo humilde que busca un trabajo en tiempos de crisis, cuando unos y otros han dejado el país hecho una puta porquería y no hay chamba para nadie. Es el relato del miedo y de la esperanza, de la eterna lucha entre positivismo y negativismo. Y seguramente es un relato parecido al de muchos otros FIRes, pero también MIRes, BIRes, EIRes… Eso sí, lo de la fanfarria de Super Mario cuidadosamente preparada para sonar en el momento adecuado es made in my head, patentado, único. Por ahora, toca celebrar que pronto seré farmacéutico interno residente. Toca felicitar al resto de compañeros que han corrido semejante suerte, y apoyar de forma calurosa a aquellos que han quedado en el camino (un mundo despierta cuando otro se apaga). Toca dar las gracias a los que han estado ahí, desde tus padres (que como ven que un hijo se va igual no se alegran tanto) y amigos hasta la academia (farmaFIR, la recomiendo desde aquí, cómo no). Toca repetir una y otra vez entre la familia y por la calle eso de ¡he aprobado! (callándote algunas veces un ahora vas y lo cascas, un buen zas, en toda la boca o un jódete y baila, gran puta / so payaso).

Y disfrutar de esa sensación de tranquilidad cada vez que lo cuentas. De que el mes más largo ha dado paso a Marzo.