sábado, 30 de agosto de 2008

Drácula debió ser español

Vlad III. Vlad Tepes de Valaquia, en lo que hoy es Rumanía. Figura histórica que habitó los salvajes bosques plagados de lobos de esta región de los cárpatos durante mediados-finales del siglo XV. Heredó de su padre, Vlad II, miembro de la orden del dragón (fundada por Segismundo I de Hungría con el fin de defender el catolicismo frente a la ofensiva otomana que se alzaba desde Turquía), el citado principado tras una infancia traumática en la cual ya demostraba pasión por la parte más profunda del castillo de su padre: las mazmorras. Fiero tanto contra el enemigo como contra los súbditos que le seguían desde su reino: comenzaba el día empalando (insertando estacas por el ano de cualquier desgraciado para después anclarlas en el suelo y dejar que la puntita del madero se deslizase por acción de la gravedad desde allí hasta el hombro, reventando todo órgano que se cruzase en su camino, excepto el corazón, que para eso se orientaba debidamente, posibilitando así que el individuo no perdiese la vida demasiado pronto como para no sufrir lo suficiente) y se acostaba mojando el pan de la cena en un cuenco que recogía la sangre fresca de los que habían caído ese día. Por cualquier detalle sin importancia trinchaba como un pavo a cualquiera: se cuenta que paseando por la zona de empalamientos con un monje, este se mofó del olor a muerte que desprendían los cadáveres, los cuales se tenían durante semanas en su posición para acojonar al enemigo. Eso le mereció ser empalado en la más alta de las estacas. Antes de morir, Vlad le preguntó que si ahora su delicado olfato seguía percibiendo la pestilencia. Sin duda, este hombre de cara amarilla como la cera, de nariz larga y pelos de barbie princesa rizada se ha ganado en la historia el título de sádico, morboso y sangriento, ávido de desgracias.

Pasan los años, y muchos no aprenden de los errores. Por suerte, hoy ya no se empala a la gente, ni una broma puede costarte la vida (a menos que no des con un yonki desgraciado que tenga un mal día, o cosa por el estilo). El tiempo ha hecho que el ser humano se civilice más, que se preocupe de sus problemas cotidianos y se olvide de los ajenos. Las religiones, que permitieron (y en paises subdesarrollados, permiten) cosas como esta, van desinflándose muy lentamente, y poco a poco dejan paso (por bueno o malo que eso sea) a una sociedad más hedonista, más comodona y que busca divertirse y ser felices en la vida (que parece ser que solo hay una). Por suerte, las cosas comienzan a ser así. Pero todavía queda en nosotros un resto del pasado. En muchos, parece que la tragedia despierta un interés morboso. Más de dos y más de tres disfrutan con cada detalle, por milimétrico e insignificante que sea, que se ofrece sobre una catástrofe. Algunos siguen disfrutando internamente, aunque por fuera aparenten, y en cierto grado sientan, pena por una familia que sale llorando la muerte de un hijo. Y eso, en España y en otros países, parece que gusta un rato. Nos mola la sangre, quizás seamos descendientes de drácula.

A lo que vamos: el pasado día 20 de Agosto un avión sufrió x fallo (humano o mecánico, dejémoslo en manos de los expertos, que bastante tiene uno ya con la botánica) y, cuando estaba a punto de despegar, para llevarse a Canarias a turistas y residentes, cayó en un descampado y estallo, llevándose por delante la vida de 154 personas. Hasta aquí los hechos, y a posteriori, las imágenes de la desgracia que los medios de comunicación no dejaban de emitir. En principio, esto me resulta normal, porque no pasa todos los días (por suerte), y por lo tanto merece un especial informativo de unas horitas de duración en la que se informe al personal de lo ocurrido, dando los detalles de la forma más clara y correcta sobre lo sucedido para que el ciudadano, entre otras cosas, comprenda que se trata de una situación puntual, que no ocurría desde hacía más de 25 años, y que no es normal tener miedo a un avión. También se debe informar para que, entre todos, y en la medida de lo posible, podamos evitar que esto vuelva a suceder (extremando las precauciones en nuestras propias labores para no ser negligentes con aquellos a los que tendríamos que atender, seamos de la profesión que seamos), o bien acompañar espiritualmente (quienes recen a su dios) o personalmente (en minutos de silencio y respeto) a los familiares y amigos de los fallecidos. En un país perfecto, ese informativo acabaría a las dos horas de haber empezado, y sólo los medios serios y especializados como ellos deberían seguir informando al espectador de los avances de la investigación, labores de identificación, etcétera.

Pero, no se otros, pero España no es un país perfecto. En España hay que ir más allá, para saciar la curiosidad total del espectador, sobre todo de aquel que cuando viene un amigo del entierro de otro que se accidentó en una carretera, le pregunta algo del estilo de ''¿y la madre lloraba mucho?'' (esperando una respuesta del tipo: ¡ay! si, si hasta vomitó de la pena delante del altar de la iglesia...). Resulta vergonzoso ver como los periodistas de programas de la prensa rosa atacuñan la alcachofa en la boca a algún nervioso individuo para preguntarle que a quién llevaba en el avión, y que si saben si ha muerto. Sinceramente, no se qué coño pintaba Gonzo, el mismo que hace nada se cachondeaba de unos y otros con unas gafas negras en los ojos y otro par en la mano, haciendo conexiones en directo con la típica reportera que en otras estaría cubriendo la posibilidad de matrimonio de la cascada Duquesa de Alba (¿qué dice esta señora cuando se quita el sujetador en le cuarto de baño? ¡¡Que fríiiiio está el sue-e-e-e-elo!!...), poniendo cara de circunstancias para subir la audiencia. No se preocupaba el señor presentador de El método Gonzo mucho de las labores de rescate de los bomberos, o de las declaraciones primeras de Spanair; sino más bien de arrimar la alcachofa las personas que, sin poder creer lo ocurrido, y seguramente con cosas mejores que hacer que hablar con él (como enterarse de la suerte o desgracia de su familiar), vagaban como zombies por el aeropuerto sin explicarse lo que pasaba. Ya era lunes ¡¡25!!, cinco días después del accidente de marras, cuando todavía los señores del programa Visto y oido (ese programa de cuatroº que se nutre de la desgracia humana - pronto comentarán como la Pepi la del 1ºA de sabe dios qué edificio de qué calle de qué pueblo se hizo un corte pelando cebollas), corrían con sus cámaras y sus pseudo-reporteros a las puertas de las iglesias para robar a las familias un momento en el que lo que menos desean (seguro) es salir en televisión. Buscaban con la cámara los ataudes, los comentarios más desagradables (la cadena de oro de mi hija estaba derretida, decía una madre con un huerto de estos simpáticos vegetales delante en Barajas), los que más se revolvían en la parte más despreciable de la desgracia (es que están desfigurados completamente, hechos carbón, dice otra), las caras más llorosas o extrañamente serenas (como la de un padre que había perdido a su hija y a su nieta, y los de la tele no se cortaron en sacar). Y hasta los de España Directo, el programa de tve1 que se dedica a contar las aventuras y desventuras de nuestros mayores, llevando a los pobres reporteros al quinto coño para contar simplemente cosas como Este pueblo se disputa con el de más allá ser el de mayor altitud sobre el nivel del mar de todo el país, desempolva hasta la última de sus cámaras y se las lleva al acoso y derribo de los habitantes repentinos del aeropuerto madrileño. Y el remate de los tomates (y es que la palabra tomate recuerda ya mucho, por el hediondo olor que despide, a este programa que ahora menciono) lo tiene ya Está pasando, el programa que presenta el tío más morboso del panorama televisivo (en compañía de una mujer florero), aquel que pone la misma cara para presentar al plasta vividor del Peñafiel para que hable de lo delgada que está Leticia Ortiz que para comentar la desaparición de Maddeleine McCann. Estos ya, sencillamente se cortaron poco, y juntaron todos los defectos que he mencionado de los programas anteriores. Telecinco, el canal que inventó, desarrolló y potenció la telebasura (telemierda, telerrepugnancia, teletruño, telemorbo...) tenía que estar a la cabeza del acontecimiento. Sólo falto que tve2 dejase los deportes y pusiera a los lunnis explicando el mecanismo de frenado de emergencia de un MD82.

En resumen, que la tele ha vuelto a dar ejemplo de lo que no se debe hacer, de cómo no se debe ser si se quiere llegar mentalmente sano a viejo. Hasta un juez tuvo que pedir a estos dráculas de la era moderna que se limitaran a tratar tan seria información simplemente en espacios especializados para ello, como un telediario o un programa cuyo debate no se base generalmente en la medida del único atributo que dicen que posee Dinio García. A pesar de todo, parece que la gente ya empieza a huir de semejantes esperpentos televisivos, y al final fue el especial informativo de tve1 quien se impuso con un 27.4% al morbo y a la sangre. Parece ser que el panorama televisivo va a cambiar: No solo han desaparecido en cosa de un año programas sensacionalistas (= mierda) como Aqui hay tomate, A tu lado (que llegó a una situación de frenazo puro en la que ya se hizo ''famosilla'' hasta la prima del amigo del sobrino de Kiko Hernandez, el que quedó tercero o cuarto en uno de los GH), Salsa Rosa o A tres bandas; sino que, después de casi dos años metiéndose al público en el bolsillo a base de truños del tamaño de Gran Hermano o La isla de los famosos, telecinco no solo no se va a llevar el primer puesto de audiencias (sistema aparte poco fiable, pues 10,000 audímetros representan a cuarenta y seis millones de españoles), sino que va a caer al tercero.

Es bueno saber que, al menos, vamos avanzando.

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