viernes, 20 de junio de 2008

Cambios

Buenas noches, y feliz verano.

Es el primer cambio que va a traerme la vida en los próximos diez días. El calor, las canciones chiringuiteras fruto de un cruel asesinato neuronal pandémico, las mangas cortas y la gente en bañador por las calles, la necesidad imperiosa de cubrirse completamente con un volumen de agua dulce o salada... El ciclo de vida se cumple un año más, y el sol vuelve a hacernos salir de casa como lagartos... o a quedarnos refugiados en ella para evitarlo. El rito comienza de nuevo.

Si les soy sincero esta noche, cuando pongo punto y final - o casi - a mi primer año de estancia en Salamanca como estudiante de Farmacia, hasta la fecha frustrado simplemente como botánico (ya nos veremos en Septiembre, mala pécora...), les puedo reconocer que me apabullan un poco los cambios. Sobre todo si la cosa está bien y corre el riesgo de escorar a mal, porque ya se sabe que mejor lo malo conocido... Cuando no tienes nada que perder, cuando la situación no puede ir a peor, cualquier cambio podría ser satisfactorio y te lanzas sin ninguna valentía y con facilidad a la aventura que es la vida, y a ver que pasa; pero cuando has conseguido, como es mi caso, cierta estabilidad mental, física y social después de años buscándola, parece lógico tragar saliva con dureza ante lo que venga. Y es que el principio puede plantearse dulce: vuelves a casa después de dos meses sin pisarla y sin ver a los tuyos, y sabiendo que es verano, habrá más tuyos que de costumbre allí (que si el primo de Azuqueca por aquí, que si la tía de Madrid por allá... vamos, el típico fenómeno de vuelta a casa del inmigrante extremeño), has acabado las clases y sólo te queda estudiarte botánica y, si acaso, trabajar como profesor particular de química... Pero lo peor vendrá después: tus amigos se olvidan de tu cumpleaños (que no se de qué me quejo, si soy yo el primero al que se le pasan esas cosas) y, básicamente, se olvidan de que existes. Además, es evidente que, con el fin de curso, habrá movimiento de masas: unos se van para no volver porque acaban la carrera o les queda poco. Otros repiten asignaturas y el tiempo que pasarás con ellos se reduce drásticamente. Los de más allá se mudan de ciudad, de carrera, de piso... etcétera. Y lo que está claro, y quizá me deja un poco inquieto, es que al volver en Septiembre las cosas no serán iguales.

Visto lo visto, cabe preguntarse si resulta positivo que en la vida se experimenten cambios. A priori, tal y como lo he planteado resulta un poco deprimente pensar en cambios, especialmente cuando se está a gusto con uno mismo y con los que te rodean. Puede ser desolador pararse a pensar en lo que perdemos: el que se va, el que repite, el que se muda de X a Y... comprobar como, irremediablemente, no volveremos a reir de la misma manera, o a hablar como lo hacíamos antes. Y es en ese momento, cuando lo ves así, cuando se te viene todo abajo, y el volver al pueblo no te resulta tan atractivo como cuando estabas sometido a una fuerte presión en plena época de exámenes, periodo que para mi acabó ayer, con mayor o menor fortuna, a las 12.15 de la mañana, tras el examen de Fisiología Humana (quizás antes de que acabe el mes o a principios del siguiente les haga un top ten de las curiosidades que me he ido encontrando en mis largas horas de pasar apuntes para posterior empollado). Si les vuelvo a ser sincero, en mi pueblo me aburro como nada porque las amistades que he dejado allí son poquitas y mal avenidas. He comenzado una nueva etapa en este camino que es mi vida, y he tenido la gran suerte de empezarlo desde cero. Y creo que he movido bien las cartas.

Estoy muy cómodo aquí. Y esa comodidad es la que me lleva a tener miedo al cambio, a lo que puede pasar el año que viene respecto a mi esfera académica y social. Pero la comodidad no nos lleva a ninguna parte. Quizás el miedo al cambio está en pensar que somos sometidos, desde la comodidad que representa la pasividad, a los designios de un ser superior al que unos llaman Dios, otros los llaman Destino, otros Vida... Pensar en que la Ruleta de la Fortuna va a girar, porque gira y siempre lo hace ya que, efectivamente, no podemos controlar todo lo que nos rodea; y que pueda caernos un premio trampa que nos lleve a la perdición. Quiero - y tengo que - decirme a mi mismo y compartir con todos vosotros la idea de que en ningún libro (ni Libro, no se si me entienden) está escrito que no podamos influenciar dónde va a parar esa ruleta. En ningún manual pone que la vida tenga que manejarnos a voluntad de forma total. Yo considero que ella pone la base, pero somos nosotros, cada uno, los que podemos decidir nuestro camino. ¿Y para qué estar mal, pudiendo estar bien o al menos intentarlo? Hemos de devolvernos la ilusión en la vida, ponernos en guardia, ojos de deseo... y a comernos el cambio. A movernos. Tenemos que ser los dueños de nuestra propia vida: ¿Que se va uno y puede que no lo volvamos a ver? Lo echaremos de menos y haremos todo lo posible por mantener contacto con él, pero otro vendrá que nos de buenos momentos a su manera, creando una situación nueva y emocionante en la vida, dándole salsa. ¿Que te falla un amigo? pues sigue buscando (moviéndote, claro está) donde sea para encontrarlo (una de mis mayores ilusiones es intentar estar más cerca cada día de ese Amigo del que yo les he hablado ya hace ya tiempo, continuando mi búsqueda para encontrarlo donde sea, y a ser posible pronto) y ser feliz con él/ella. ¿Que se muda algún compañero o repite el de más allá? En la nueva clase que se te asigne intenta buscar nuevas afinidades, y si no las encuentras, ya habrá otros ambientes en los que lograrlos. ¿Que la vida le da limones? pues hágase con un kilo de azúcar y tómese una limonada, que verá que buena que le sabe.

La vida hay que exprimirla, que es una y no podemos afirmar (agnósticamente lo digo) que haya otra después de la última espiración (según el libro de Fisiología, también denominada expiración). Tenemos que buscar crecer como personas, y para crecer (aparte de hormona del crecimiento, GH, aunque creo que por ahí no van los tiros) es necesario experimentar nuevas cosas y no rebozarse en las mismas, dando vueltas en círculos hasta que en uno de esos ciclos, cada vez más tediosos, venga el Señor Huesos con su segadora manual y te arranque el aliento. Tenemos que aceptar los cambios, y más que aceptarlos, abrirles los brazos, ponerles cara de malote y decirles: ¡¡Aquí estoy, ven a enseñarme!! Y poco a poco iremos conociendo piezas del puzzle que es nuestro ser, nuestro espíritu, lo que somos, pues los cambios nos aportan esos fragmentos: los que encajan los cogemos; y los que no los descartamos. Y si por algún casual alguna pieza se va de vacaciones... otra vendrá que situar en su sitio con igual o mejor eficacia.

Así las cosas, he decidido seguir caminando. Este verano tengo pensadas algunas cosas. Aparte de hablar con vosotros con más frecuencia de cosas como esta, buscaré dar consecución a otras tareas más bien formales como el llamado Asunto Botánica, sacarme el carné de conducir y engordar algo para alcanzar el Término Medio también a nivel físico (haré ejercicio para que mi corpore también esté sano, que la mente de lo ejercitada que está va a coger agujetas). Y cuando llegue Septiembre y me reinserte de nuevo en esta nueva vida que se congela a lo bestia en menos de diez días, retomaré los asuntos que dejo: cultivaré las amistades que aquí dejo y, ojalá, siembre otras entre las cuales se encuentre la de la mayúscula. Y los cambios, ¡a mí con ellos! Que ya afrontaré lo que tenga que venir, y lucharé por un futuro social, físico y mental para mi; y por hacer algo por el mundo que me rodea, primero por los más cercanos, y si cabe ganarme un premio Nobel por algo maravilloso.

¿No les gustaría hacer lo mismo?

Un pequeño inciso, tómenselo como quieran: Si luchan, pueden perder; pero si no luchan, están perdidos.

1 comentario:

Amandi dijo...

Hola. Comprendo cómo te sientes. No tengas miedo al cambio. Todo cambia, al fin y al cabo. Nada ni nadie tenemos una bula que nos exima de ese trago. Seguro que esa estabilidad social, física y mental que ansías la encuentras. Y la conservas en esta época de calor y música barata en la quietud y serenidad de un tiempo de merecido descanso. Feliz verano.