Y eso que era
Febrero. Nunca antes, para mí, sus veintiocho días se me habían hecho tan
largos, tan pesados. Pero al final, en el último segundo, cuando el reloj del
campanario de la iglesia de mi pueblo daba las campanadas de medianoche, todo
acabó bien.
Ese segundo
fue tan largo como un día 29 de Febrero. Tienes delante la página del
Ministerio de Sanidad desde menos cinco. Hace frío, pero aun así te sudan las
manos mientras das vueltecitas por la habitación, de adelante a atrás, en total
soledad (por expreso deseo de un servidor). Aunque una gran amiga te ha comunicado
un dato muy favorable esa tarde, y sabes que tienes el asunto en el bote, no te
confías. Pueden haberse equivocado al leer la plantilla, siempre hay bailes de
números. No hay nada escrito. Tic, tac. El minutero está a puntito de follarse
al horario, y pronto el segundero quiere montarse un trío con ellas. Son las
doce. Silencio, solo roto por las campanadas de la iglesia de San Vicente Mártir.
Estás a un click de saber si tantos meses de estudio han dado fruto o has
perdido el tiempo. Apnea transitoria. Piensas que no hay más que hacer, que
llegó la hora. ¡Click! El wifi se comporta (cosa rara) y en fracciones de
segundo te tira a la cara un montón de cifras. Sólo una, la del final, me
importaba en aquel aciago segundo. Y en negro sobre blanco, allí estaba el
número cuarenta y nueve. Final del partido. Victoria del equipo local.
Se
cuenta rápido, en unas líneas. Pero pasaron muchas cosas antes de que la
fanfarria que sale en el Super Mario
Galaxy II cuando coges una estrellita de las gordas (de esas con ojos) sonase
fuerte en mi habitación, seguida de la canción Revolución de Rosana (soy un friki
cabrón, reconozco haber preparado días antes semejante archivo de sonido por si acaso aprobaba, de modo que
sonase con tan solo darle al play si mi número
de orden era inferior a 200, me ponen los momentos emotivos). Esta
aventurilla empieza en Febrero del año pasado, cuando me llega el primer libro
de la academia que me ha acompañado en este viaje (farmaFIR). Los siguientes
meses tienen poca – muy poca – chicha: quitando la estancia de prácticas en el
hospital de Cáceres y los días que estuve en Salamanca, poco he hecho con mi
vida que no sea estudiar. Meses de ascetismo y tranquilidad, de aislamiento. Ni
el ya emérito Benedicto equis-uve-palito me superará. Pero llegó Febrero. Ay,
qué mes más largo. Todavía recuerdo como si fueran de ayer las declaraciones
que hizo Mariano Rajoy a las dos de la tarde del 2F a santo del caso Bárcenas
(total, están todo el día diciendo lo mismo…). Comía yo un filetico con un poco
de lechuguita, no me entraba más con los nervios. Pitando a Badajoz. Ni los
comentarios jocosos con Ena y Carlos quitaban los nervios. Y a las cuatro, allí
estaba el temido examen, delante nuestra, con un colorcito amarillo muerto que
metía respeto. Más o menos del color de mi cara cuando lo acabé. Treinta en
blanco, lo que nunca había hecho en ningún simulacro. Acojone sistémico.
Mientras volvía a casa, noche cerrada, con resequez cerebral y con mis padres
aireando sus dudas sobre el examen en voz alta, sabía que empezaba un mes corto
muy largo.
Los
primeros días tratas de abarcar la gravedad de la situación. Intentas acordarte
de preguntas concretas y te convences a ti mismo de que están bien. La ansiedad
sube y te decides a corregirlo por tu cuenta (error!). Te salen unos 20 fallos.
Ay la leche. Cuando la ansiedad toca techo buscas entretenimientos adicionales
(acierto!). Marché a Cáceres a reencontrarme con mis FEAs de cuando estuve en prácticas
(gente muy pintoresca y diversa, un equipazo, siendo mi estimada Trini el
paradigma de todos ellos). Te animan y te hacen ver que igual has aprobado.
Pero en el autobús de vuelta a casa te entran ganas de repasar el examen otra
vez. Te pillas otras catorce o quince mal. Mierda, esto no va bien, lo he
petado. Tiras de estadística y el pronóstico te es favorable solo de puntillas.
Y todavía quedan tres semanas para que esta pesadilla acabe.
Salen
las correcciones provisionales el día 11, tras un Domingo de Carnaval gris,
lluvioso, sin desfile. Quizá acerté no encorsetándome mi traje favorito, el de
soldadito medieval, aunque los motivos eran otros. Aquella noche se me
atragantaron los churros (no malpenséis, es que por mi tierra cuando hace frío
cenamos churros los domingos por la tarde). Pero la plantilla de respuestas
correctas se parecía a mi examen más de lo que yo había previsto, lo que mejora
las expectativas. Tu alma te dice que sí, que sí, pero tu sentido de la
prudencia que no, que no. Mato el gusanillo estudiando inglés (por si hay que
poner pies en polvorosa) y me alejo de las redes sociales para que la gente no
me hiciera daño con las preguntas mamporreras (¿y qué has sacado?) ni me dieran a conocer los resultados de los
demás. No debí alejarme lo suficiente cuando me enteré de que cinco o seis
tenían mejor nota que yo. Como solo hablé con dos personas en todo este periodo
(Ena y Adolfo), eso echaba por tierra las estadísticas. Si multiplicas esto por
aquello y te llevas esto de más allá, por lo menos te salen doscientos y pico
por encima, la cagaste, pero bien cagá. Más inglés. Me he visto películas en
inglés como nunca (Happy feet, Pet
sematary, las tres de Madagascar,
esa de Bayona que va del tsunami de Asia…). Y así conseguí mantener la cabeza
fría, a pesar de las continuas preguntas de vecinos agoreros cuando me veían
por la calle (¿Y ya tienes los
resultados? Eso no lo sacas, hombre, no ves que está amañado / que hay mucha
gente / que las van a quitar / … ). Mejor me apunto al paro (y así lo hice,
de hecho, ahora mismo figuro como tal, si ha subido el paro juvenil del 55% es
por mi culpa).
Y
el tiempo, una vez más, fue quitando de la cabeza esas nubes propias de
personas que, aunque son en general positivas, a la hora de la verdad son pejiguerosamente negativas, tal es mi
caso. Primero las impugnaciones, que me suben dos puntos y mejoran el
pronóstico. Y por último, esa noticia que me llegaba a media tarde del 28
cuando iba con mami paseando el chucho por el campo, hablando del tema. El top
10 es proporcionalmente inferior al del año pasado, e incluye dos de aquellas
cinco o seis calificaciones que me comentaron anteriormente (una de ellas la
del Excelentísimo Señor Adolfo Magraner Martínez, quien encima se ha sacado
esto totalmente a pelo, au naturel). Está
en el bote. Y ni aún con esas acababa la pesadilla. Negativismo hasta el final.
Pero, como digo, todo acabó bien.
Este
relato, confuso, largo, mareante, se corresponde al de un mes de Febrero en la
vida de un opositorcillo humilde que busca un trabajo en tiempos de crisis, cuando unos
y otros han dejado el país hecho una puta porquería y no hay chamba para nadie.
Es el relato del miedo y de la esperanza, de la eterna lucha entre positivismo
y negativismo. Y seguramente es un relato parecido al de muchos otros FIRes,
pero también MIRes, BIRes, EIRes… Eso sí, lo de la fanfarria de Super Mario
cuidadosamente preparada para sonar en el momento adecuado es made in my head, patentado, único. Por
ahora, toca celebrar que pronto seré farmacéutico interno residente. Toca
felicitar al resto de compañeros que han corrido semejante suerte, y apoyar de
forma calurosa a aquellos que han quedado en el camino (un mundo despierta
cuando otro se apaga). Toca dar las gracias a los que han estado ahí, desde tus
padres (que como ven que un hijo se va igual no se alegran tanto) y amigos
hasta la academia (farmaFIR, la recomiendo desde aquí, cómo no). Toca repetir
una y otra vez entre la familia y por la calle eso de ¡he aprobado! (callándote algunas veces un ahora vas y lo cascas, un buen zas,
en toda la boca o un jódete y baila,
gran puta / so payaso).
Y disfrutar de
esa sensación de tranquilidad cada vez que lo cuentas. De que el mes más largo
ha dado paso a Marzo.
13 comentarios:
Siento que mi nota te estresara tanto, yo al final perdi 3 plazas en pro de supermaquinas, una incluso en el top ten de expediente, que gran honor decir que fue compi mia de prácticas de hospital y que tranquilidad saber que quiere hospitalaria, es uno menos delante, solo quedan 11, 11 personas que te pueden quitar esa plaza soñada, la ideal
En absoluto me estresó tu nota Adolfo, ¡para nada! De hecho Ena y tú habéis evitado que me vuelva loco estos días. No fuiste tú ni tu nota, si no el hecho de que habiendo hablado con dos personas ya sabía yo que había cinco o seis personas por encima. Y claro, piensas que si hablas con cuatro te salen diez o doce, y así sucesivamente. Ya sabes que me he alegrado infinitamente por ti y por la increíble hazaña que has realizado, en esta entrada lo he dejado más que patente, para que luego digas!!
PD: Es más fácil que Rajoy dimita a que tu te quedes sin microbiología en Valencia, así es que tranquilo y celebra como tu sabes anda!!
que risas!!
enhorabuena, a ver si esa plaza es tuya!!
Maitane, me alegro que te hayas reído con el relato, esa era la intención, reírse ya de todo esto!! Y enhorabuena por tu pedazo de puesto!!
Realmente un relato aplicable a la vida misma de un Fir, exceptuando lo del Mario, claro... evidentemente me identificó con todos los momentos q has comentado y n particular nunca olvidare la frustración q sentí cuando salí del examen, sintiendo q yo sabía mucho más! Pero ahora soy feliz, tengo plaza, y sólo queda comerse el coco y decidir q quiero ser de mayor ^^ para aquellos q no lo lograron mucha fuerza y ánimos, sé lo q se siente, pero si realmente es lo q deseas, lucha por ello, yo volví a luchar y gané!
Nos vemos en Madrid!!!
Jenny, ante todo enhorabuena!! Creo que esa frustración la sentimos demasiados aquella noche, pero bueno, ha salido bien y, como tu dices, al final nos veremos todos en Madrid, qué mejor señal que esa!! Un abrazo y gracias por la visita!
Hola Dani,
Enhorabuena por tu plaza VALIENTE.
Y muy buen relato. Muy real y muy humano.
Y como no, muy grande el archivo de sonido preparado para la celebración de la victoria.
Un abrazo grande de un profe de farmaFIR orgulloso de la gente que se ha esforzado por conseguir esto: tanto si lo consiguieron como si no.
Víctor
Hola!No te conozco pero me siento totalmente identificada con todas y cada una de las palabras de tu relato.
Enhorabuena!!!para mi ha sido el peor mes,pero al final siempre se obtiene recompensa!!!:)
Laura
¡Venga ya! Todos sabíamos que lo ibas a conseguir... menos tú, por lo que se ve. Así que, simplemente, ¡ENHORABUENA! Y ahora, a relajarse y disfrutar de la victoria.
@Victor: Muchas gracias a gente como vosotros que lo hacéis posible!
@Laura: Gracias por la visita, me hace feliz saber que hemos sido más los que hemos pasado por este febrerito y que no es cosa mía... y más me alegro de que haya tenido recompensa, en Madrid nos vemos
@Martaaaaaaaa!!: Tu blog sigue pinchado conmigo, no me deja comentar!! tu ya sabes que, de niña o de grande, es todo un hombre, tu ya sabes de qué cantante te hablo!! Ya lo pondré en tu blog... Lo que dices es totalmente cierto, todo el mundo sabía que pasaba el corte menos yo. Y me aterraba decepcionar a los míos (y dar carnaza a los que me tienen tirria, que los habrá). Pero bueno, fue posible!! Pronto nos vemos, corre la voz!!
Hola Dani! Acabo de leer este estupendo relato tuyo y hace que echa de menos esas tardes en la cocina o esas tardes de cine(el cuento del puntero del reloj me hace pensar en la cámara oculta de la cocina ;) jajaja) . Me lo he pasado genial leyendo tu historia. Un abrazo gigante y muchas felicidades!
Ayyy cómo no acordarnos de aquello mi estimada Tabea!! la verdad es que aquellas tardes que pasábamos todos juntos nos han construido como personas y créeme, no se olvidarán nunca vayamos donde vayamos!! No las olvides tu tampoco!!
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