viernes, 14 de marzo de 2008

Tiempo de cirios

Buenas noches a todos, y antes de comenzar a soltar la perorata, felices pascuas. Si son ustedes extremadamente sensibles cuando alguien pone en duda la utilidad y veracidad de la religión, no sigan leyendo. Otro día hablaremos de otra cosa...

La inercia, la rutina, las tradiciones que desde antiguo vienen celebrándose año sí, año también como si de un hastiante ciclo inacabable se tratase, vuelven de nuevo a nuestras calles por estas fechas. Y no parece que nadie quiera cuestionarse por qué ciertas cosas siguen hoy. No parece que haya muchos que estén por la labor de plantearse por qué son como son y no de la otra manera. Muchos se tragan lo que les dan - o les dieron - sin darse cuenta de que se están atragantando, y sus vidas, cortas, efímeras, muy breves si comparamos con los cerca de tres mil millones de años que hace que las cianoficeas tomaron forma y vida - para algo tienen que servir esas clases de Botánica mal dadas que me hacen sufrir martes y viernes, a pesar de que la asignatura en sí me atrae dado mi cariño por la naturaleza - corren serio peligro de extinguirse en el tiempo como la llama de un cirio en una noche de Semana Santa sin que puedan decir que saben quiénes son y por qué son así.

A mi también me pasaba. Mis padres me inculcaron las bases de la religión católica desde pequeño. Naces con ella. Sin comerlo ni beberlo, y lo que es mucho más grave, sin que sepas en qué club te están metiendo, una de esas tardes en las que sólo te apetece dormir la siesta después de mamar, llega un tio y, así por las buenas, y aunque ya te hayan bañado en casa, te riega cuan maceta con agua sacada de un pilón. Y si sólo quedara en eso... Cuando creces, comienzas a interesarte por el mundo de la política, por la sociedad que te rodea, por el estado de tu país o comunidad autónoma, y para informate de cómo está el mundo tienes la brillante idea de poner un telediario, y te encuentras a un tío con cara de malas pulgas - como aquel que te confundió con un ficus un día del que sólo tienes conocimiento estable por el video que hay en la estantería en el que pone: bautizo de Daniel - esgrimiendo un papel como si fuera un sable y escupiendo a la cara a cualquiera que se le ponga por medio que el 91% de los españoles son católicos... el mundo se te viene al suelo. Y piensas, claro está, que te han engañado. Que te han mentido. Que han conseguido lo que querían.

Y es que, señores, no podemos obviar que la iglesia católica no es simplemente un vehículo de expresión de las bases de una religión - esa cosa que suele fundarse cuando alguien o álguienes escriben un libro y luego le echan las culpas a un tal Dios. La iglesia tiene ganas de meter las narices en política. Quiere poder. Quiere control. Y no nos damos cuenta, pero las manifestaciones ¿multitudinarias? que tendrán lugar en los proximos días, eso a lo que ellos llaman ''procesiones'', no son más que otro objeto que utilizan para colarte un gol por la escuadra. Tu naces con ello, lo ves como normal, como algo tan corriente como el levantarse por las mañanas, y como normal que lo ves, no tiene más remedio que ser verdad (dicen que si dices una mentira mil quientas veces puede convertirse en verdad...). Y te unes a ellos. La verdad es que son inteligentes: alguna que otra vez salen en contra del consumismo navideño, y, por extrapolación, del circo que año tras años montamos en nuestras casas, siendo nosotros los payasos que hacen reir a espectadores nada inocentes; pero no son tan feroces como cuando los políticos les contradicen y amenazan - con razón - con laicizar el estado, por poner un caso. Les interesa que siga habiendo navidad. Seguirán así teniendo el control. No les gusta que la gente pase de procesiones como de comer mierda y se vaya en estas semanas de vacío al quinto carajo - como a mi me gustaría, según expuse en otro post anterior - pero también les tiene cuento que la gente diga: ''es Semana Santa'' (no se si me entienden). Quizás debieramos ponernos, por un rato, en posición neutral, y mirar lo que tenemos y lo que nos han hecho tener, para ver si las cosas son como nos hicieron creer.

Sobre Jesús de Nazaret habría que decir un par de cosas. Sin duda, y dando por supuesto que esta persona existiera - no tengo suficientes facultades como para poder demostrar que así fue, y desde luego a lo largo de la historia ha habido disparidad de opiniones acerca de si efectivamente así fue - hay que romper unas cuantas lanzas en su favor y decir que fue - si fue - una excelente persona. Si es todo como nos lo cuentan, y dejando a un lado algunas carencias que veo en su discurso que ya comentaré si cabe otro día, Jesús fue todo un revolucionario, y aunque muriera engañado o llevado por circunstancias propias de una alucinación colectiva creyendo que con ello salvaba a la humanidad, tiene su mérito. No todos daríamos la vida por la humanidad. Ni siquiera por un amigo. A saber si pagaríamos unos céntimos por las personas a las que queremos - los hay muy peseteros. Por eso Jesús - repito, si existió - merece mi más sincero respeto y admiración. Pero también hay otras personas igual de buenas que Jesucristo, adelantadas ya en espacio y tiempo a este. Ghandi, por ejemplo, fue uno de ellos. Y no le rezamos por la noche. Martin Luther King también luchó por lo suyo. Y no hacemos esculturas suyas para pasearlas por la calle en pleno invierno/primavera. Santiago Ramón y Cajal dió el pistoletazo de salida al amplísimo estudio del sistema nervioso humano al afirmar la contiguidad y multiplicidad - que no continuidad y unicidad - del tejido neuronal, salvando con ello muchas vidas. Y no le voy a llevar mañana unas velas para pedirle que me ayude a que el domingo me toque la quiniela - quiniela que por cierto no juego. Esos milagros imposibles que mucha gente pide con total devoción serán tratados en otro monográfico que, por ejemplo, podría titularse: Si quieres algo, muévete tu y ve a por ello. Pero en fin, comprendo que tenemos que creer en algo. Quizás fuera demasiado prepotente negar a Dios. Y es que yo creo que existe, pero no podemos conocerlo: ni su naturaleza, ni su morfología, ni nada. Ni siquiera estoy seguro de que ese Dios se corresponda con lo que nosotros entendemos como Dios. Pero cuando pienso en lo que existía y lo que no antes del Big Bang, que había antes de lo que hay, se me ponen los pelos de punta, y no puedo darle otra explicación al asunto. Soy débil, ya lo se...

Pero, en esta semana de velones y lagrimones, de esculturas con caras desencajadas y de gente que no tiene otra cosa mejor que hacer que flagelarse, crucificarse o atarse a unos palos como si fueran chorizos, como decimos por mi tierra, tos'apretaos (ojito con estos tres links que pueden ser bastante desagradables, y si asco le dan procuren no poner el telediario el viernes santo), tenemos que echarnos unas risas con una cúpula eclesiástica que se da de morros contra el suelo en su brillante intento por hacerse un hueco en una sociedad que está avanzando y los quiere dejar atrás. Después de que el jefe del estado vaticano - Joseph Ratzinger, ese que da en llamarse Benedicto XVI - eliminara así por las buenas el limbo (dos cosas: primera, pobres niños no bautizados que murieran antes que el sobrino de este señor...; segunda, ¿y qué bailarán ahora en Jamaica?), llega la nueva parida del vaticano: ¡¡LOS SIETE PECADOS DE LA ERA MODERNA!! Vamos a repasarlos uno por uno, que seguro nos da para unas risas.

1º: No cometerás actos de violación bioética, como la anticoncepción. Que prefieran seguir esparciendo por el mundo el SIDA y destrozar la vida - la única vida que tienen - a muchas mujeres violadas que fecundaron un hijo de su agresor - por poner dos ejemplos - me resulta asqueante. No dejan que la gente sea libre. No dejan que piensen por sí mismo. Y si pillan a alguien por delante, si los matan en vida, les importa poco. Señores: un zigoto es simplemente la unión de dos células haploides - espermatozoide y óvulo, para más señas - con sus organulitos y sus cosas de células. No tiene alma, ni vida. Si se elimina antes de que se forme el ser, antes de que ya haya atisbos de existencia, ¿por qué sería eso un asesinato? No me vale que me cuenten que es un asesinato en potencia aunque no lo sea en acto, porque no me vale. Repito, no se puede asesinar a algo que no tiene vida. Que no tiene alma (para mi el alma es algo que se hace, y no con lo que se nace. Hay muchas personas que hace ya mucho dejaron el vientre materno y todavía no han puesto ni los cimientos de su alma, y quizás no piensan hacerlo). Deberían centrarse en los problemas que verdaderamente importan, y no crispar de semejante forma a la sociedad. Intentando frenarlo todo. Procurando mantenerse con vida...

2º: No realizarás experimentos moralmente dudosos, como la investigación con células madre. Es el ejemplo más simple de cómo la iglesia se mete donde no la llaman. Tampoco se mucho sobre el tema, así es que diré lo justo y lo necesario. Digamos que la manipulación genética que se da en ciertos casos rara vez va con fines morbosos, más bien científicos, y con unos avances sorprendentes, verdaderos milagros generados por obra y gracia de la mano humana que pueden salvar gran cantidad de vidas con hechos, y no con Palabras. Como intento de científico - a veces desastroso - que soy me siento verdaderamente ofendido cuando esta gente, que en su mayor parte - omitiendo a partes de la iglesia verdaderamente esforzadas, como la misión - se pasa la vida tocándose los cojones - así como suena, y en ocasiones literalmente - intenta frenar el avance de la ciencia. Entiendo que estos avances deben estar sometidos a la ética y a la razón humana, que deben estar vigilados para que no vengan más bombas atómicas, pero por favor... que me digan que una célula tiene alma... Es solo un montón organizado de principios inmediatos. No piensa. No siente. Es imposible.

3º: No te drogarás. Ahí puede que estuvieramos de acuerdo. Mi norma moral por excelencia es: actua haciendo a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti, evitando hacer a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti; haciéndote a ti mismo el máximo bien posible, haciendo el máximo bien posible a los demás, y alcanzando un equilibrio perfecto entre estas dos últimas cosas (obrar bien, pero no dejando que muchos aprovechados se froten las manos cuando te ven). Yo diría que las drogas presentan sustancias químicas que el cuerpo no necesita. Opcionales. Que pueden hacerte un bien... o un mal. Y ya no solo es que hagan mal al consumidor, sino que, cayendo en drogadicción, pueden hacer daño a todo el entorno de la persona. Ahora bien, aunque yo no lo hago porque no me atrae y porque no veo que esas sustancias me hagan falta ni me aporten nada bueno, aquella gente que lo hace con moderación (si por moderación entendemos fumarse un porro de higos a brevas, o cualquier otra cosa que no se entienda como droga dura o similar) no estaría pecando en un principio, siempre que la pequeña dosis que tomen no les haga mal y no hagan mal a su entorno. Dicho queda: en esta ni concuerdo ni dejo de concordar.

4º: No contaminarás el medio ambiente. Entonces vamos todos de cabeza al infierno. Con cada paso que damos, contaminamos - todos sabemos que el CO2 es una de las causas principales del cambio climático que nuestro planeta está sufriendo. Y nosotros cuando expiramos... no vertemos precisamente oxígeno. Pero no solo queda ahí la cosa. Con la luz que estoy usando ahora, estoy contaminando. Cuando vamos a comprar al supermercado todas esas cosas envueltas en plásticos de colorines, estamos contaminando. Etcétera. Me parece bien que inviten a no contaminar, que se sumen al carro contra el cambio climático. Es lo normal, tenemos que velar por el cumplimiento de nuestro planeta. Pero de ahí a condenarnos a una vida de dolor y suplicio en el infierno (allí irá el que crea en él, yo ya me pintaré mi cielo algún día...) va un trecho...

5º, 6º y 7º: No contribuirás a aumentar la brecha entre ricos y pobres. Evitarás ser excesivamente rico. No generarás pobreza. Con la quinta y la séptima no puedo estar más de acuerdo. Y por segunda vez digo: de hacer tal cosa a condenar al cristiano al infierno por no hacerlo, va un trecho. Además, el hombre de a pie no puede hacer demasiado, pero estamos de acuerdo en que no poner un granito de arena es una cabronada (y además no concuerda con la que ya he dicho es mi norma base, la que rige mi comportamiento). Para la sexta, digo: Benedicto y compañía, Lucifer os espera con su tenedor gigante en la mano. Mejor que lo expliquen las fotos.


Dicho queda todo. Bueno, casi todo: A mi la iglesia no me la da. Ya me gustaría que toda la gente pensase como yo, pero ante todo soy una persona que respeta, aunque con disgusto en ocasiones, el modo de pensar de todo el mundo, especialmente de aquellos que tienen miras más conservadoras. Y muchos dirán ahora, ¡pues menuda falta de respeto acabas de cometer para con la iglesia! Y yo les digo: sólo dije lo que pienso, con las mejores formas que he podido. Si a alguien no le gusta, tendrá que aprender a respetar las opiniones ajenas. Y dirán ahora ¿has respetado tu la del papa? Y digo yo: la diferencia entre lo mio y lo de Ratzinger es que yo no trato de imponerla a nadie. El lo hace. Lo exige. Y eso, no, señores. Nunca lo respetaré, y lo criticaré hasta el fin. Aunque las calles sigan oliendo a cera. A cirios.

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