domingo, 23 de diciembre de 2007

Cero

Este es el resultado de dividir uno entre infinito, si se omite la indeterminación a la que nos someterían las matemáticas en principio. Y es que si nos ponemos a relativizar, eso es lo que somos. Un chiste del universo, que es contado para perderse en el tiempo después de que alguien se haya echado unas risas (o no) a nuestra cuenta. Si ya somos un simple punto difuso en el planeta que, día tras día, con la energía eléctrica que estoy usando para dejar esta entrada - y usted para leerla (como no sé a quien me dirijo, y aunque este blog vaya orientado para personas con edades comprendidas entre el delicioso y engorroso pavo hasta la mayor de las edades, les trataré de ustedes) - nos estamos cargando; ¿qué somos para el universo? Un punto entre infinitos: nada.

Y qué graves nos parecen nuestros problemas, ¿verdad? Seguro que, vistos desde la constelación de Orión, poco menos que nada. Pero si no nos vamos a años luz de distancia, y plantamos nuestro pensamiento en algún punto al azar del mapa de África - tópico típico - seguro que nuestros problemas se vuelven a ver infinitesimales. Mientras nos quejamos unos de no poder comprar esto, otros de no poder salir de fiesta porque tienen que estudiar, y los de más allá de qué se van a poner para esa reunión en la que quedar mal sería ¿una catástrofe?, en ese punto del mapa que dije antes alguien está muriendo. O de hambre, o de asesinato, o de asco hacia esta sociedad antinatural que estamos creando en occidente y que cada vez les hace más daño. ¿Y de qué nos sirve ver calamidades en el telediario? Si luego empieza Gran Hermano (nueve ya, manda huevos) y nos olvidamos de todo... Si es que mientras en Hamelin se toque la flauta, los ratones estaremos meneando la cabeza de lado a lado como embobados, sin saber por dónde nos vienen los guantazos...

Retomando la conversación donde la perdí cuando empecé a hablar de Gran Marrano, o como lo llamo yo, el folladero padre, quería decir que no somos nada. Esta opinión es papel mojado. Como todas las que deje. Pero es mi opinión sincera y quiero compartirla con ustedes. Con jóvenes y con no tan jóvenes. ¡¡Cuantísimo me gustaría hacer algún amigo por aquí!! ¿Sería posible encontrar a alguien que a los 18 años, los que tengo, piense como yo? Cada vez lo veo más improbable. El flautista de Hamelin es muy fuerte y puede con todos, conmigo también. A veces ni yo me conozco, a veces yo caigo bajo el embrujo de esa dulce melodía, que bien puede tomar la forma de una atractiva videoconsola o de un anuncio de perfúmenes que, después de verlo, te dan ganas de espachurrar algo de cristal en el suelo, pero que a fin de cuentas emboba. ¿Los políticos? ¿La iglesia? ¿Las religiones, generalizando? ¿Quién o quienes quieren tenernos en la luna de Valencia? Ya llegarán las quejas con cada una de mis opiniones. Les aseguro que más de una levantará polémica. Pero no lo hago con mala intención: es lo que sinceramente pienso, e intentaré expresarlo desde el respeto a los demás y de forma objetiva. Por supuesto, se admiten réplicas y reflexiones particulares de otras partículas. Entre todos pasaremos un buen rato. Me apasionan las discusiones, siempre que sean amistosas.

Hasta luego partículas!!

Una partícula llamada Dani.

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